CHILE: Muerte digna contra encarnizamiento terapéutico

El caso de la estadounidense Terri Schiavo activó en Chile debates sobre eutanasia, ética médica y el derecho a morir con dignidad cuando los avances científicos posibilitan un «encarnizamiento terapéutico” con enfermos terminales, según la expresión del especialista en Bioética, Sergio Zorrilla.

El despliegue mediático en torno a la muerte por inanición de Schiavo el 31 de marzo, tras 15 años en estado vegetativo persistente, llevó al diputado y médico chileno Guido Girardi a proponer una ley sobre la "muerte digna”, mientras el senador Nelson Ávila hizo un llamado a legislar "sin prejuicios” sobre la eutanasia activa y pasiva.

Girardi, del cogobernante Partido Por la Democracia, propuso legislar sobre el "testamento de vida”, que existe en países de Europa desde los años 70, para que una persona pueda pedir preventivamente, mediante declaración notarial, que se la deje morir en caso de una enfermedad terminal irrecuperable, estado de coma o estado vegetativo.

Ávila, del Partido Radical Socialdemócrata, también de la gobernante coalición de centroizquierda, pidió activar una iniciativa de ley que presentó en enero, para legitimar la eutanasia pasiva, que consiste en que un médico se abstenga de prolongar artificialmente la vida de un paciente que no resiste más métodos de reanimación y alivie así su sufrimiento.

La eutanasia activa implica que un paciente de un mal incurable o progresivamente letal que le causa padecimientos físicos insufribles "podrá solicitar por razones humanitarias que la muerte le sea provocada por un médico cirujano”, señaló el senador.

La eutanasia pasiva "es común en todos los centros hospitalarios del país, pero no aflora en la discusión pública salvo algún caso que posea connotaciones mediáticas. Ocurre lo mismo con el (ilegalizado) aborto terapéutico, mientras 150.000 abortos (clandestinos) se producen (al año) en Chile y todo el mundo prefiere mirar a otro lado”, alegó Ávila.

El catedrático Domingo Lovera, abogado de la Clínica de Interés Público de la privada Universidad Diego Portales, dijo a IPS que la iniciativa de Girardi es un reconocimiento a la autodeterminación de los seres humanos. "Las personas tenemos derecho a desarrollar nuestra vida con dignidad, pero también a morir dignamente”, señaló.

"Cuando el Estado asume que la vida es un bien superior que escapa al dominio de su propio titular, asume una concepción moral sobre la misma, que puede o no ser compartida por sus ciudadanos. Ese tipo de respuesta estatal desconoce nuestra autonomía moral”, indicó el jurista.

Lovera añadió, sin embargo, que la "muerte digna” es de difícil materialización en Chile, ya que los tribunales consideran la vida como "el don más preciado”, que remite al "derecho natural a que nadie atente en contra nuestra, pero que de ningún modo consiste en que tengamos dominio sobre nuestra vida misma”.

El sacerdote jesuita Tony Mifsud, director del Centro de Ética de la también privada Universidad Alberto Hurtado, señaló a IPS que faltan más precisiones en la propuesta del diputado Girardi.

"Morir con dignidad es una frase que hoy se usa en distintos sentidos. Algunos entienden la eutanasia como morir con dignidad. Otros no estamos de acuerdo con eso. Morir con dignidad es dejar tranquilas a las personas cuando no hay esperanza, para que el proceso natural siga adelante”, indicó el religioso.

La batalla legal y moral en torno a Schiavo y la exhibición de los filmes "Mar adentro”, del español Alejandro Amenábar, y "Million dollar baby” del estadounidense Clint Eastwood, sacaron a luz también en Chile los dramas de enfermos en estado vegetal o tetraplégicos.

Erika Sotelo está inconsciente desde el 3 de marzo de 1995 por una negligencia médica durante una operación, pero su marido, Carlos Abarca, sigue cuidando de ella aunque tiene una nueva compañera desde hace seis años y se niega a que la desconecten de la sonda gástrica que la alimenta y del tubo de traqueotomía por el cual respira.

Distinto es el caso de María Acuña, de 24 años, víctima de una parálisis total provocada por un disparo en la cabeza de su propio esposo. "Lo único que quiero es morir”, afirma la mujer.

El Colegio Médico de Chile dijo que la desconexión de Schiavo de las sondas de hidratación y suero fue "una condena a morir de hambre”. Eliana Reyes, vicepresidente de la Asociación de Nutrición Clínica, afirmó que ese fue "un ejemplo de barbarie en un país de riqueza”.

Un lector del diario El Mercurio, que se identificó como Giacometti, refutó esa afirmación en un foro virtual. Schiavo, indicó, no murió de hambre ni de sed, sino de inanición, porque su estado vegetal no le permitía percibir ni el hambre, ni la sed, ni olores, ni sonidos, ni soñar, ni pensar. "Simplemente su organismo dejó de funcionar”, dijo.

Según el Colegio Médico, el daño cerebral que mantuvo postrada por 15 años "como enferma vegetal persistente” a Schiavo era "una enfermedad crónica y no terminal”. Pero aún en casos de muerte inminente "no se considera ético eliminar los soportes básicos de alimentación al estómago y administración de líquido”, apuntó la organización.

Para el médico Juan Luis Castro, presidente del Colegio, en casos como el de la estadounidense "hay una discusión sobre la calidad de vida, no sobre si son enfermos terminales, porque no lo son”.

Se puede discutir si es posible terminar las terapias extraordinarias, pero no con el líquido y alimentación. "En Chile no sería posible ni siquiera con una suerte de testamento vital, porque se trata del soporte básico y retirarlo colisiona con el principio de la defensa de la vida y con las leyes vigentes”, declaró Castro.

Zorrilla, un filósofo especializado en Bioética que ejerce en la Facultad de Ciencias Médicas de la estatal Universidad de Santiago de Chile, comentó a IPS que en el caso de los pacientes en estado vegetativo las palabras persistente y permanente "tienen su peso en oro”.

"Los ambiguos hablan de persistente, lo cual quiere decir que no es permanente, porque algún día la persona se va a despertar y va a ser exactamente igual como era antes. Mentira: la literatura demuestra que de 20.000 personas que han estado en este caso, probablemente dos se despiertan y no vuelven en absoluto a ser normales. Y si son normales, es porque probablemente el diagnóstico no era el adecuado”, señaló.

Para Zorrilla, "el gran problema de los terapeutas con la eutanasia es que no quieren asumir la responsabilidad de matar a alguien”.

Añadió que "no tiene sentido prolongar la agonía, porque no sólo mata teóricamente al que se está muriendo, sino que mata a todos los que lo rodean. No tiene sentido prolongar la agonía cuando la medicina tiene la posibilidad de curar a otros pacientes”.

Está demostrado que 80 por ciento de los parientes de enfermos en estado vegetativo concurren a verlos sólo los primeros cinco meses y después los abandonan. Los primeros siete años de Terri Schiavo el único que la atendió fue el marido, Michael. "El papito y la mamita no la fueron a ver hasta el día que éste pidió que la desconectaran”, señaló el experto.

Los terapeutas enfrentaron el caso de Schiavo con procedimientos discursivos para posibilitar su muerte sin darle una inyección letal, según Zorrilla. La extraña conclusión fue que "los pacientes comen y se hidratan sin ningún pronóstico de vida. Ni la comida ni la hidratación son medicamentos, pero si son medicamentos, estamos ante un encarnizamiento terapéutico”.

"Los temas valóricos son fundamentalmente temas políticos. Una sociedad que reconoce la eutanasia es una sociedad completamente diferente a una que no enfrenta el problema de la muerte y entonces acepta que sus pacientes, que los viejos, mueran con sufrimientos increíbles”, dijo el filósofo y bioético.

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