Ellos informan diariamente a lectores y audiencias de un universo de 220 millones de personas que habitan ocho países de cuatro continentes. Son los periodistas de lengua portuguesa que buscan unirse para luchar contra la desinformación.
Reunidos esta semana en Lisboa, representantes de la prensa de Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique, Portugal, Santo Tomé y Príncipe y Timor Oriental, debatieron sobre Medios y Ciudadanía, la eterna búsqueda de la verdad.
Es la sexta vez que se reúnen los profesionales de la información de este universo lingüístico por iniciativa del Observatorio de la Prensa de Brasil, presidido por el columnista y profesor de periodismo Alberto Dines.
Unir a los representantes de esos cuatro continentes es una cuestión de suma importancia, señaló este jueves la brasileña Norma Couri, relatora del encuentro inaugurado el lunes por el presidente de Portugal, Jorge Sampaio, y clausurado en la víspera por su ministro de la Presidencia del Consejo, Nuno Morais Sarmento.
Couri, con 18 años de experiencia en el diario Jornal do Brasil y cinco como corresponsal en Sao Paulo del semanario lisboeta Visão, recordó a IPS que el portugués es la séptima entre las 6.800 lenguas vivas del mundo, lo que nos obliga a pensar en la lusofonía, llevarnos a reflexionar y a impulsarnos hacia nuestros temas comunes.
Recogiendo este sentir, la caboverdiana Filomena Silva, que presidió este VI Congreso, propuso la creación de una red de observatorios para comunicarnos todos los días, un congreso permanente y no de dos en dos o de cuatro en cuatro años, entre países con cinco siglos de historia, lengua y muchos aspectos culturales comunes.
El conocimiento de la realidad del mundo que habla portugués, en lo que concierne a Brasil, es relativamente nuevo, dijo por su parte a IPS el periodista Duda Genes, de Jornal de Comercio de Pernambuco.
En Brasil existía un total desconocimiento sobre África y la primera vez que se hizo un esfuerzo fue por iniciativa del profesor Agostinho da Silva en 1959, cuando fundó una cátedra de estudios africanos en la nororiental Universidad de Bahía, en la que se inscribió sólo un alumno, Vivaldo da Costa e Lima, que después se convirtió en un experto en ese continente.
Aunque parezca un chiste de mal gusto, hasta la independencia de las entonces colonias portuguesas (1975), África era conocida en Brasil sólo por las revistas de Tarzán, la famosa saga del estadounidense Edgar Rice Burroughs, concluyó Genes.
El angoleño Rafael Marques reforzó la idea de que esta realidad perdura hasta hoy. Es evidente que nuestra comunidad lusófona aún no se conoce y va a pasar mucho tiempo hasta que eso ocurra.
Al hacer un balance de la situación en el periodismo de Portugal y Brasil por una parte, y de los africanos y Timor Oriental por otra, Silva lamentó una cierta indiferencia de estos dos países más ricos y poderosos, exhortándoles a desarrollar una colaboración mayor con los seis restantes de desarrollo más modesto.
A su vez, el portugués José Carlos de Vasconcelos, director editorial de uno de los tres grandes grupos de medios de su país, apoyó la sugerencia de Silva, proponiendo además, la creación de una Federación de Periodistas de Lengua Portuguesa.
El feroz atraso del periodismo de los cinco países luso-africanos fue tema escogido por Joaquim Gustavo, de Guinea-Bissau, quién destacó los inconvenientes que enfrentan los medios da esas naciones al dirigirse a un público que convive con el hambre y la destrucción, que se recupera de 30 años de guerra doméstica.
En esos países, durante el sistema de partido único (1975-1990), el resultado fue un periodismo encomendado y monopolizado y luego de la instauración del multipartidismo entre 1991 y 1992, comenzó la era de una comunicación social amenazada por una democracia imberbe.
Sin embargo, la distinción entre periodismo estatal y privado no es correcta: el periodismo puede ser bueno o malo, sentenció Gustavo.
Simão Aguilaze, de la Televisión de Mozambique, reconoció que en su país la información debería privilegiar la defensa de una paz duradera, la prevención de enfermedades tales como la malaria, el cólera y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), pero para colocar este periodismo en el aire, debemos competir con las teleseries brasileñas de enorme audiencia.
La concentración empresarial no siempre es necesariamente mala, afirmó por su parte Adelino Gomes, periodista del diario Público, de propiedad de Belmiro de Azevedo, el empresario más poderoso de este país, pero conocido por su política de dar total libertad editorial al matutino lisboeta.
Lo que sí tiene un efecto perverso en periodismo controlado por algunos grandes grupos económicos, es lo que muchas veces se hace al transformar una noticia en un mero producto y al periodista en un mero productor de una cadena comercial de contenidos, afirmó Gomes.
Muchas veces, la información contiene insinuaciones torpes y el carácter necesariamente llamativa que debe tener, es sustituida por dosis de sensacionalismo populista, lo que en especial se verifica en los telediarios saturados de banalidades y desinformaciones, precisó el reportero.
En periodismo, hace ya mucho tiempo que no sabemos lo que es la verdad, pero lo que sí sabemos es lo que es la búsqueda de la verdad, concluyo Gomes.
Consultado por IPS, el brasileño Dinis, fundador hace 10 años en Lisboa de los observatorios de prensa de Brasil y de Portugal, recogió la idea de los controles empresariales de las redacciones, que se sirven de una cierta predisposición de las jóvenes generaciones a aceptar las nuevas reglas del juego.
El remplazo de generaciones en las redacciones, normalmente saludable, funcionó al revés: el periodismo perdió densidad, la información no trajo consigo conocimiento, la saturación produjo banalidades, disminuyó drásticamente el pluralismo y aumentó la concentración de los medios en pocas empresas, apuntó Dines.
Según el profesional brasileño, el peor villano está siendo el avasallante apetito político para controlar la prensa a cualquier precio, no sólo de gobiernos o partidos, sino también confesiones religiosas, sectas, corporaciones, cofradías, conglomerados y hasta sindicatos.
En Brasil, controlar esta realidad presenta serias dificultades, ya que 30 por ciento de los parlamentarios recibieron concesiones de radio y de televisión, diputados, gobernadores y caciques políticos, controlan la prensa regional y a nivel nacional, y O Globo es un conglomerado que desfigura el sistema mediático brasileño, añadió.
Todos quieren participar en este banquete caníbal que transforma la búsqueda de la verdad en una fábrica de mentiras y esto de forma tal, que la Era de la Información corre serios riesgos en transformarse en la Era de la Desinformación, deploró Dines. (