RETOS 2004-2005: Portugal paga el precio de la fama

La peculiar combinación europea entre fútbol y política logró este año poner a Portugal en el centro de la atención internacional, una situación que no se daba desde abril de 1974 cuando estalló la revolución militar de los capitanes izquierdistas. Pero ello le costará muy caro.

Portugal deberá pagar un alto precio por haber suspendido su condición de país periférico en 2004, cuando exportó un presidente para el órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE) y fue sede de la Eurocopa de fútbol.

Durante el pasado verano boreal, coincidieron el certamen que reunió a las 16 mejores selecciones del fútbol de Europa para medirse en 10 flamantes estadios, distribuidos por todo el país, y la invitación al entonces primer ministro José Manuel Durão Barroso para presidir la Comisión Europea.

Como si esto no bastase, el ego lusitano fue alimentado más aún este año, cuando el F.C Porto ganó el campeonato de clubes europeos y luego el trofeo intercontinental, al derrotar en Tokio a los colombianos de Once Caldas, campeón de la Copa Libertadores de América.

El entrenador del F.C. Porto, José Mourinho, se convirtió en el más cotizado de su especialidad y fue contratado por el club Chelsea de Inglaterra con un astronómico sueldo de 700.000 dólares mensuales, la cifra más alta para esta profesión que conoce la historia del fútbol.

De un día para otro, este poco conocido país del extremo sur occidental del continente europeo saltó al estrellato en medio de la euforia desmedida de sus 10,2 millones de habitantes, que vieron en estos hechos un filón de oro para la solución de sus acuciantes problemas políticos, económicos y sociales.

Pero los efectos nocivos de este protagonismo, según los primeros indicios de lo que se avecina a corto y medio plazo, son demoledores.

En la arena política, ya son pocos los que aplauden el traslado de Durão Barroso de Lisboa a Bruselas, sede de la Comisión Europea, y muchos los que fustigan al ex primer ministro por haber entregado el timón al imprevisible populista Pedro Santana Lopes, su número dos en el partido.

Tras 136 días de gobierno errático, cargado de contradicciones y luchas intestinas, el presidente de Portugal, Jorge Sampaio, se vio obligado a retirarle su confianza política a Santana Lopes y llamar a elecciones legislativas anticipadas, pasándolas del previsto junio de 2006 al 20 de febrero próximo, con el consecuente alto costo financiero para las arcas del Estado.

No obstante la aureola de eficiente líder europeo de Durão Barroso, diversos analistas nacionales se han encargado de recordar que el populismo conservador no es un fenómeno que nació con Santana Lopes.

Durante la campaña electoral de 2002, Durão Barroso prometió la convergencia de Portugal con las economías más desarrolladas de la UE en un plazo de 10 años, sanear las finanzas públicas y recuperar el atraso en las reformas estructurales.

A poco más de tres años, ”respecto de la gestión de la economía y de las finanzas públicas, el balance es muy negativo”, sostiene Manuel Pinho, portavoz del consejo de economía del opositor Partido Socialista.

En efecto, el producto interno bruto de este año será igual que el de 2001, la cantidad de desocupados se incrementó en 150.000, pasando de 4,8 a 7,3 por ciento de la población económicamente activa.

En ingreso medio por habitante, continúa en ascenso la divergencia con la UE. El año pasado Portugal fue superado por Grecia y el 2004 que ahora acaba fue también dejado atrás por Chipre, Eslovenia y Malta, tres de los 10 nuevos miembros que se sumaron en mayo pasado a los 15 países integrantes de la UE.

Los comentarios políticos, incluidos los de quienes eran fervientes admiradores de Durão Barroso cuando asumió funciones en abril de 2002, coinciden ahora en que el actual presidente de la Comisión previó este negro panorama, ante lo cual, según el analista Pedro Vieira, optó por la fuga por ”el camino de las estrellas” a Bruselas.

Al acceder al poder, heredado de Durão Barroso como su ”número dos” en la estructura partidaria, Santana Lopes asumió ”herido por su falta de legitimación (en las urnas) y por su evidente falta de preparación para encabezar el gobierno”, comentó Vieira en un reciente análisis publicado por el semanario local Visão.

Entre los críticos, se cuentan también destacados militantes oficialistas, como el alto dirigente conservador José Pacheco Pereira, quien, con sarcasmo, desea: ”buena suerte, presidente Durão Barroso, para que, trabajando para el bien de todos los europeos, seas capaz de minimizar el mal que dejaste en casa”.

Y en aspecto económico del fútbol, las cosas no corrieron mejor. Pasados seis meses, a excepción de Lisboa y Oporto, los municipios que promovieron la Eurocopa 2004 están en situación desesperada, cercados por los acreedores y sin posibilidades de desarrollar proyectos futuros.

Los alcaldes de seis de las ocho ciudades donde se localizan los 10 nuevos estadios y las infraestructuras construidas para el campeonato deben ahora hacer frente a las obligaciones pecuniarias asumidas, sostiene un análisis de la revista ”Negocios”, distribuido por Diario de Noticias de Lisboa.

Las dificultades, que incluyen la imposibilidad de realizar proyectos de salud pública durante dos décadas, contrarían el texto optimista del estudio de evaluación del impacto económico de la Eurocopa, coordinado por el Instituto Superior de Economía y Gestión (ISEG).

En su análisis global del impacto de las inversiones en la Eurocopa, el ISEG garantizaba que ”las obligaciones de la deuda constituyen una porción muy pequeña en el gasto total anual de las alcaldías, en promedio de dos por ciento”.

El estudio es ahora fustigado por el concejal José Vitorino, presidente de la sociedad formada por las alcaldías de las ciudades meridionales de Faro y Loulé, que construyeron un estadio común para los partidos que se realizaron en la región de Algarbe, en el extremo sur del país.

”Una cosa son los números vistos en una perspectiva global y otra bien diferente es lo que representan para cada municipio”, explica Vitorino, al tiempo de advertir que ”la situación es dramática”.

El concejal opina que fue un error ”haber construido si tener garantizados fondos regionales y nacionales. La inversión está siendo enteramente soportada por las dos alcaldías y este es un auténtico garrotazo, con inmenso perjuicio para nuestros habitantes”.

Al decidir construir un estadio de fútbol, las alcaldías de Faro y Loulé sacrificaron un proyecto conjunto que incluía el hospital regional y la sede del Instituto Nacional de Emergencia Médica de Algarbe, un laboratorio de salud pública y un centro de congresos.

El alcalde de Coimbra, Carlos da Encarnação, tampoco esconde sus críticas a la grave situación financiera creada por la Eurocopa.

Como ejemplo, el edil de la tercera ciudad portuguesa, situada en la región central del país, explica que en años anteriores el municipio asumió créditos de 10,8 millones de dólares, mientras que para el estadio, fue necesario pedir 46,7 millones de dólares.

Encarnação subraya que no sabe cómo pagar sin establecer ”criterios rigurosos de gestión”, que en palabras simples, se entiende como el sacrificio de obras sociales.

La perspectiva que despunta tras el año en que Portugal vivió su más elevado grado de amor propio es desoladora.

Ahora sólo queda el premio de consuelo de la UEFA (”Portugal realizó la mejor Eurocopa de siempre”) y la certeza que al menos dos portugueses, Mourinho y Durão Barroso, continuarán en la palestra internacional.(

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