AMBIENTE-BRASIL: Mucho alcohol no marea

Las perspectivas son embriagadoras para el alcohol brasileño usado como combustible, por la probable apertura de mercados gigantescos en China y en los países más industrializados y ricos de Asia, Europa y América del Norte.

Brasil es el mayor productor de etanol, con 14.750 millones de litros el año pasado, 38 por ciento del total mundial. Este año debe exportar 2.200 millones de litros, el triple de 2003. Usando la caña de azúcar como materia prima, tiene el más bajo costo de producción.

La demanda mundial de etanol equivaldría a 7,5 veces la producción brasileña si todo el mundo adicionara diez por ciento de ese carburante a la gasolina, estimó Plinio Nastari, director de Datagro, empresa especializada en informaciones sobre el sector cañero, en un seminario realizado la semana pasada en Brasilia.

La mezcla es una tendencia general, impulsada por el combate a la contaminación urbana, el alza del petróleo y la entrada en vigor, en febrero, del Protocolo de Kyoto sobre cambio climático.

La combustión con etanol reduce los gases que recalientan la atmósfera, como el dióxido de carbono, liberados sobre todo por la quema de derivados del petróleo, gas y carbón.

Brasil es considerado el único proveedor capaz de atender a corto plazo un gran aumento de la demanda.

Pero la euforia inversionista en la agroindustria cañera, que ya atrae muchos capitales extranjeros, tiene como contrapartida los temores ambientalistas de que el país se convierta en un inmenso cañaveral, y de los países importadores que no quieren quedar rehenes del suministro brasileño.

Según previsiones, para sostener el incremento interno y externo de demanda, el área cultivada de caña de azúcar debería expandirse 75 por ciento en diez años, invadiendo el Cerrado, la sabana de bosques ralos que ocupa una vasta zona central del país.

Se trata de un ecosistema poco protegido y atropellado por el avance de la agricultura en las tres últimas décadas, especialmente por la soja. El café, el algodón y, recientemente, la caña ocupan buena parte de sus tierras.

No importa el tipo de cultivo, el problema es la ôocupación desordenada” de los monocultivos, ese proceso de ôtierra arrasada”, dijo a IPS Mario Barroso, gerente del no gubernamental Programa del Cerrado de Conservación Internacional.

Existen instrumentos legales para una ocupación sustentable del suelo, como el Código Forestal, que exige preservar 20 por ciento de los bosques en las propiedades. Si se cumplen sus reglas y se respetan las áreas de conservación, los bosques en las orillas de los ríos y en declives, habría una protección razonable, evaluó el ambientalista.

No existe ese riesgo con la caña, aseguró Antonio de Padua Rodrigues, director de la Unión de la Agroindustria Cañera de Sao Paulo (Unica), que congrega a las mayores empresas del sector.

Unica estima que la producción nacional de alcohol, que alcanzó 14.750 millones de litros el año pasado, deberá crecer otros 10.000 millones de litros, de los cuales sólo 30 por ciento se destinaría a la exportación.

Eso exigirá ampliar en 2,5 millones de hectáreas el área cultivada, que ya alcanza más de cinco millones de hectáreas, estimó Padua. Pero no será necesario avanzar mucho en el Cerrado, pues 60 por ciento de esa expansión se hará en el meridional estado de Sao Paulo, sostuvo.

Además, las tierras a sembrar ya están deforestadas y fueron abandonadas por la ganadería que, al adoptar mejores técnicas de producción, redujo drásticamente el área de sus pastizales, acotó.

La productividad cañera también se elevó mucho, por lo que exige menos tierras, especialmente en Sao Paulo, que concentra 60 por ciento de la producción nacional de alcohol y azúcar. En 1980 se obtenían 3.500 litros de alcohol por hectárea, hoy se produce el doble, dijo Padua a IPS.

El diputado Fernando Gabeira, conocido ambientalista, admitió que los grandes productores (al menos ôen las haciendas que visité en Sao Paulo”), incorporaron los cuidados ambientales por exigencias legales, de responsabilidad social e incluso por ventajas productivas.

En los cañaverales se intercalan áreas plantadas con otros alimentos, ejemplificó. Algunas siembras ayudan a fertilizar la tierra, al fijar el nitrógeno del aire.

Sería contradictorio ampliar la producción de caña para contribuir a la solución de un problema global como el cambio climático, dañando el ambiente local, argumentó Gabeira, defendiendo sin embargo la práctica de estudios serios de impacto ambiental y el fuerte control para evitar destrucción de la biodiversidad.

Su esperanza es que el proceso sea transitorio, mientras se vuelven viables otras alternativas energéticas, como el hidrógeno.

El mercado internacional del alcohol carburante no se expandirá explosivamente, ôestá en construcción y eso es un proceso lento”, relativizó Padua. De lo que exporta Brasil, sólo 40 por ciento es para fines combustibles, la mayor parte aún se destina al uso industrial, aclaró.

Los posibles grandes importadores quieren garantías de abastecimiento, hesitan en firmar contratos para el suministro brasileño por largos períodos mientras no aparezcan otros proveedores, un mercado libre y otros mecanismos de seguridad y estabilización de precios, evaluó Padua.

Y las inversiones acompañan la expansión del mercado consumidor. Para construir ese mercado mundial que interesa a Brasil, será necesario que otros países azucareros, como Australia, Colombia, Guatemala, India, México y Tailandia, amplíen y diversifiquen su oferta, concluyó.

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