CHILE: Basura electrónica crece junto con sus peligros

Computadores y teléfonos celulares en desuso elevan la montaña de basura electrónica en Chile, pero pocos parecen darse cuenta de los problemas ambientales que entrañan.

Los metales pesados de los componentes electrónicos, como el cadmio, el plomo y el mercurio, son peligrosos para la salud y el ambiente.

La cantidad de equipos obsoletos que se acumulan en Chile es preocupante: más de cinco millones de celulares, más de un millón y medio de computadores y miles de otros artefactos, como televisores, grabadores de vídeo, calculadoras, impresoras y fotocopiadoras.

”La situación es grave dado que este país ni siquiera ha solucionado bien el problema de los residuos domiciliarios. En vez de rellenos sanitarios sigue habiendo vertederos y casi no se recicla”, indicó a Tierramérica la directora del no gubernamental Programa Chile Sustentable, Sara Larraín.

Apenas en junio se aprobó el Reglamento Sanitario sobre Manejo de Residuos Peligrosos, que es un paso adelante en el tratamiento de desechos, pero no suficiente porque no está acompañado por la necesaria fiscalización, opinó.

En 1990, 10.000 personas contaban con un teléfono móvil, y en marzo de 2004 se contabilizaron 7,93 millones de celulares en todo el país. Según cálculos de la Subsecretaría de Telecomunicaciones, a fines de este año los usuarios de estos equipos llegarán a nueve millones.

Algo similar ocurre con los computadores personales. En 1994 se vendieron poco más de 100 mil, para marcar un récord, en 2000, de casi 420.000 aparatos. En 2003 los chilenos adquirieron la nada despreciable cantidad de 407.742 computadores.

Un teléfono móvil tiene una vida útil promedio de 18 meses, y un computador fabricado en 2004 será considerado obsoleto en unos tres años..

Buena parte de estos nuevos desperdicios, también conocidos como ”e-waste” (por ”electronic waste”, basura electrónica en inglés), va a parar a un centro de acopio en el barrio Carrascal, ubicado en el occidente de Santiago. Allí se desmantelan los equipos y se venden las piezas que aún sirven. El resto se sigue acumulando.

Estos problemas no son, desde luego, exclusivamente chilenos. En el Primer Seminario de E-Waste, realizado en octubre en Santiago, se destacó que apenas 11 por ciento de la basura electrónica que produce el mundo es reciclada.

Se entiende por reciclaje el desmantelamiento para recuperar partes, la reutilización de metales y otros materiales y su envío a procesos de fundición. Los materiales reciclables pueden ser transformados para fabricar otros nuevos.

La única empresa chilena que se dedica a recuperar partes de artefactos electrónicos es Recycla, que asegura utilizar sólo tecnologías limpias en el proceso.

Esa compañía, con dos años de vida, cuenta con una planta en la comuna de Pudahuel, en el oeste de Santiago. Está capacitada para recibir computadores y celulares y tratar aluminio, cobre, bronce, acero inoxidable y plomo, que luego vende a la industria.

Recycla tiene contratos con varias empresas chilenas grandes y también estableció una alianza estratégica con Hidronor, la única compañía local dedicada al manejo de desechos peligrosos, a la cual entrega las baterías de celulares y monitores de computadores.

Recycla está realizando una campaña de sensibilización entre las empresas y las autoridades sanitarias. Su gerente de medio ambiente, Mauricio Núñez, señaló a Tierramérica que ha sido difícil concientizar al sector empresarial de la gravedad del problema.

”Sabemos que es un proceso lento, pero estamos seguros de que mientras más empresas se certifiquen con la norma ISO (International Organization for Standardization) 14.000, que obliga a las empresas a ocuparse de sus residuos, la cuestión va a ir cambiando”.

Tanto en Recycla como en Chile Sustentable asumen que la ciudadanía tiene escaso conocimiento de la importancia del reciclado de los productos electrónicos.

Para Larraín, mientras no exista una política nacional que oriente, entre otras obligaciones, la certificación de productos, el consumidor chileno estará lejos de entender la importancia de este asunto.

”Si a los productos se les colocara una etiqueta que señalice que éste fue producido bajo altos estándares ambientales, como se hace en Europa, las personas tendrían un nuevo factor de elección, no sólo el precio y la calidad”, subrayó la ecologista.

* Publicado originalmente el 6 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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