SOCIEDAD-BRASIL: Clase media menguante

La clase media de Brasil, que se multiplicó acompañando la industrialización del siglo pasado, menguó a partir de 1981, sucumbiendo al prolongado estancamiento de la economía y las frecuentes crisis recesivas de las últimas dos décadas.

A la clase media, definida por un ingreso mensual por persona superior a 1.000 reales (340 dólares), pertenecía 42,5 por ciento de la población en 1981, proporción que bajó a 36 por ciento en 2002, según un estudio del profesor Waldir Quadros, de la Universidad Estadual de Campinas, a cien kilómetros de Sao Paulo.

La realidad es ”peor que ese cuadro” basado sólo en niveles de ingreso, porque la vida de la clase media se hizo mucho más costosa en los últimos tiempos, no tanto por la inflación, sino por exigencias de consumo más variado, con rubros y tecnologías antes inexistentes, dijo el investigador a IPS.

Para mantener el nivel de vida que identifica a los sectores medios, ahora es necesario acceder a la computadora, la conexión a Internet, el teléfono celular, aparatos electrónicos más sofisticados, como el DVD, y hasta vinos importados, explicó Quadros.

El estudio muestra que mientras la clase media se achicaba, aumentó la capa de los miserables, cuya participación pasó de 30,5 por ciento en 1981 a 35,9 por ciento de la población en 2002. En términos absolutos, eran 36,3 millones de personas y pasaron a 61,7 millones en un total de más de 178 millones de habitantes.
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Para Quadros, la causa fundamental fue ”la falta de crecimiento económico”, que provocó un brutal desempleo en los años 90. Otros factores, como la reestructuración productiva y las nuevas tecnologías que sustituyen mano de obra, agravaron un poco o no contribuyeron a esa situación.

La recuperación de la actividad económica en 2004, que apunta a un crecimiento de más de cuatro por ciento del producto interno bruto, es ”un vuelo de gallina”, porque persisten las restricciones a una expansión sostenida, opina el investigador de economía del trabajo.

La inflación y las crisis cambiarias abortan los brotes de crecimiento económico, explicó.

Brasil ”no tiene como financiar su crecimiento”. El Estado endeudado hace un gran esfuerzo fiscal, pero los recursos para invertir son desviados a pagar los altos intereses de la deuda pública, y no se ve una salida, sentenció el economista.

Por razones ”culturales” de la sociedad brasileña, ”el trabajo tiene poco valor”, lo cual se refleja en bajos salarios y decreciente participación salarial en la renta nacional, dijo a IPS Jan Wiegerinck, presidente de la Gelre, empresa especializada en relaciones humanas laborales, que promovió el estudio de Quadros en asociación con la Universidad de Campinas.

La actual recuperación de la economía, que el Banco Central ya trata de contener elevando sus tasas básicas de interés, representa de momento muy poco para la clase media. El Ministerio de Trabajo saludó la generación de 1,2 millones de empleos de enero a julio, pero fueron todos de bajos salarios, inferiores a 780 reales (270 dólares).

Para elevar el ingreso será necesario aumentar la productividad, superar ”problemas estructurales” del país, como el exceso de burocracia, la baja calidad de la enseñanza y la pésima distribución de la renta, opinó Wiegerinck.

Los jueces y diputados brasileños ganan más que sus colegas de países ricos como Estados Unidos, por ello la mayor desigualdad de remuneraciones ”está en Brasilia (sede del gobierno federal), no en el sector privado”, criticó.

Y en el ámbito privado los cargos intermedios están, como la clase media, ”en extinción”. Los gerentes desaparecen, mientras crecen la remuneración y los beneficios concedidos a los directores, dijo a IPS Mauro, un consultor de empresas que prefirió el anonimato.

Ex gerente de recursos humanos de varias empresas transnacionales, Mauro es un ejemplo vivo de ese proceso y del empobrecimiento de su clase. Perdió su último empleo fijo en 1998 y tuvo que convertirse en consultor, tratando de sobrevivir con contratos eventuales, cada día más escasos.

Con el empleo se fue también el seguro de salud que le suministraba la empresa. ”Ya no podemos enfermarnos”, porque los planes de salud son carísimos, dijo.

Y la enfermedad se volvió más frecuente, incluso entre quienes tienen trabajo, por el estrés y sus efectos psicosomáticos, ocasionados por las presiones del mayor costo de la vida y la inseguridad pública, acotó.

Su esposa, maestra, tuvo que dar clases en varios colegios para complementar los ingresos familiares, y acabó sufriendo graves problemas psicológicos. La educación de los tres hijos, que concluían la enseñanza secundaria e iniciaban la universidad, era una prioridad irrenunciable.

El salario de los profesores ”era muy bueno” en los años 70, cuando Mauro también daba clases en colegios de secundaria, comparado a la bajísima remuneración actual de los maestros, uno de los segmentos de las capas medias que más se empobrecieron en Brasil.

Tener hijos graduados y empleados no mejoró la situación general de la familia. Los salarios que perciben éstos, ya casados y con sus propia descendencia, no alcanzan para asegurarles el nivel de vida que tuvieron en la niñez y adolescencia, lamentó Mauro.

El elevado desempleo brasileño de los últimos años afecta especialmente a los jóvenes hasta 24 años, según estadísticas oficiales y varios estudios. Y una buena educación universitaria ya no protege contra ese mal. De hecho, la falta de trabajo creció más entre los graduados universitarios y de enseñanza media, según el estudio de Quadros.

Esto muestra que los jóvenes de clase media se ven forzados a trabajar, elevando el índice de desempleo abierto que sólo toma en cuenta a quienes buscan empleo. Antes hubieran concluido la universidad sin esa preocupación, gracias a los ingresos de los padres, señaló Quadros.

El problema no es estrictamente brasileño. El debilitamiento de los sectores medios y la consecuente mayor desigualdad se repiten en otros países sudamericanos de clases medias tradicionalmente robustas, como Argentina y Uruguay.

En Argentina (ahora con 37 millones de habitantes), la clase media representaba casi la mitad de la población en los años 80. Ese sector comenzó a empobrecerse a comienzos de la década siguiente, en un fenómeno sin antecedentes en un país caracterizado por la movilidad social ascendente.

Los ”nuevos pobres” eran familias de clase media que mantenían un capital en educación, bienes y servicios, pero que no ganaban lo suficiente para sostenerse por encima de la línea de pobreza.

Sus hijos comenzaron a percibir los efectos negativos de una movilidad social hacia abajo. Así, el sector de ”pobres por ingresos” pasó de 3,1 a 35,8 por ciento entre 1980 y 2002, afirma el libro ”La clase media. Seducida y abandonada”, publicado este año por el experto en estadística Alberto Minujin y el periodista Eduardo Anguita.

En términos absolutos, la cantidad de integrantes de la clase media argentina que se convirtieron en pobres pasó de 219.000 en 1980 a 4,3 millones en 2002.

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