– Ni siquiera la primavera boreal, la época más lluviosa en Cuba, alivió al rebaño bovino de los estragos de una persistente sequía, que lo ha dejado sin fuentes suficientes de abasto de agua y alimentos, tras más de una década de crisis económica y sin los insumos que otrora llegaban de Europa oriental.
Las vacas están flacas, no rinden leche y ya no tenemos como alimentarlas, aseguró a IPS Florencio Ortiz, vecino de una localidad de Camagüey, ubicada 670 kilómetros al este de La Habana, quien asegura que nunca en sus 70 años de vida contempló una situación tan alarmante para el ganado. Nadie recuerda algo así, subrayó con pesadumbre.
Esa provincia, junto a Holguín y Las Tunas, también en la porción oriental de este archipiélago caribeño, son las más perjudicadas por la sequía, admitió esta semana el vicepresidente Carlos Lage durante un recorrido por esos territorios.
Lage anunció que en agosto debe finalizar la construcción de una línea de tuberías de 53 kilómetros para abastecer de agua a la población de Holguín y se prevén obras similares, aunque de menor envergadura, en las otras dos provincias. La población de toda esa zona supera los dos millones de habitantes.
La producción de carne vacuna en el país fue en 2003 de 123.000 toneladas, una caída en picada en comparación con las 400.000 toneladas alcanzadas en 1990, mientras que la industria láctea recibió sólo 219 millones de litros de leche fresca, ocho por ciento por debajo de lo esperado y un tercio del acopio antes de 1990.
La actividad pecuaria y en particular la relativa a los bovinos está en situación compleja por el estado de los animales, la alimentación sin balance, la deprimida base forrajera y los resultados productivos de los últimos años, resumió Santiago Rodríguez Castellón, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, en un artículo sobre el tema.
Cuba disponía de 4,1 millones de cabezas de ganado en 2000, según el anuario estadístico anual. El sector campesino, incluyendo aquellos agrupados en cooperativas, posee 51 por ciento del rebaño vacuno del país y produce 39 por ciento de la leche.
Camagüey, el mayor centro de un desarrollo agropecuario desde hace siglos, ha llegado a contabilizar en estos meses pérdidas de un centenar de reses cada día por insuficiente agua y alimentos. Además, algunos cálculos indican un descenso de 55 kilogramos como promedio en el peso de cada animal.
Los especialistas aseguran que en ese territorio es temprano para vaticinar cómo el sector finalizará el año, pero estiman que existen situaciones que determinan el retroceso de la cantidad de ganado vacuno respecto de 2003, cuando se registró un repunte favorable de tres por ciento en relación a 2002, que significó 20.100 cabezas más.
De enero a abril de este año, el rebaño bovino disminuyó en Camagüey en 5.700 animales a causa de muerte por falta de agua y alimentos o por haber sido sacrificados, reflejo de los estragos de la sequía. El nacimiento en esa etapa de 15.200 animales no compensó el retroceso de la masa vacuna.
En general, las mayores afectaciones por la falta de lluvias están en toda la zona sudoriental del país, donde se agotaron unas 3.400 fuentes de agua vinculadas a la ganadería vacuna desde el inicio de la sequía a principios de 2003. Mayo, tiempo de abundantes lluvias en la isla, fue sin embargo esta vez el más seco de los últimos 43 años.
La crisis en el ganado se hace sentir en la alimentación de la población, pese a que la carne roja es una larga ausente en los hogares.
Según estadísticas disponibles, hasta 1989 cada ciudadano cubano consumía un promedio de 27,5 kilogramos de carne vacuna al año, en parte gracias a conservas de carne de res que enviaba la hoy disuelta Unión Soviética y que llegaron a las 400.000 toneladas anuales en los tiempos de bonanza hasta 1989.
Las cuotas de carne que distribuía el Estado de manera equitativa a la población y a precios subsidiados fueron sustituidas en la actualidad por picadillo de soja, mezcla de 70 por ciento de una masa obtenida de ese grano con el resto de compuestos cárnicos.
La carne de res es cotizada en el mercado clandestino local a 50 pesos (casi dos dólares, según la cotización en las Casas estatales de Cambio) cada medio kilogramo. Los vendedores proponen y transportan su mercancía de manera furtiva y el robo de reses puede ser castigado hasta con más de 10 años en prisión.
Los precios de la carne vacuna en las tiendas en divisas son inaccesibles para el ciudadano sin ingresos en esa moneda, mientras que el medio kilogramo de leche en polvo se paga a un dólar en el mercado clandestino. Un cubano con 260 pesos (salario estatal promedio) podría adquirir apenas unos cinco kilogramos si destinara todo su ingreso sólo a ese producto.
El Estado da prioridad a precio subsidiado a un litro diario de leche para los menores de siete años, suministra yogur de leche de soja a menores entre siete y 14 años de edad, pacientes con enfermedades crónicas también reciben cuotas de leche en polvo, y los mayores de 65 años tienen asignaciones de un producto que mezcla soja, maicena y leche en polvo.
El gasto anual para asegurar ese consumo y cuotas asignadas a centros de salud y educacional, incluidas guarderías infantiles, asciende a unos 60 millones de dólares. Cuba importa alimentos por unos 1.000 millones de dólares anuales.
Ahora, los campesinos buscan formas alternativas de alimentar a los animales, pese a que este problema es de vieja data en la isla, que dependía de unas 600.000 toneladas anuales de materias primas para piensos que suministraba la Unión Soviética.
Entre los paliativos para alimentar al rebaño vacuno está la combinación de las empresas de la agricultura y el azúcar con la crianza animal. De esa manera los animales se nutren con los desechos de la cosecha azucarera y el corte del grano, mientras que los excrementos sirven para mejorar los suelos.
Algunos especialistas aseguran que la escasez de agua es desde hace años uno de los puntos débiles de la ganadería nacional, porque las tierras más beneficiadas por las lluvias fueron dedicadas a la producción de viandas y hortalizas, mientras a las granjas pecuarias les correspondieron los suelos más degradados y las zonas más secas.
Los pastizales del país son de baja calidad y sin suficientes nutrientes, tampoco abundan arbustos autóctonos de leguminosas, ni existen las condiciones para cosechar soja que sustituya las importaciones. En los campos han tenido que preparar alimentos a partir de cepas de plátanos, heno y arbustos de zonas intrincadas.