RELIGION-MEXICO: La pasión según Iztapalapa

Jesucristo fue azotado, maniatado y crucificado este viernes en el barrio Iztapalapa, de la capital mexicana, al cumplirse una edición más de un multitudinario ritual iniciado en el siglo XIX.

Se trató de un acto con 450 actores y más de dos millones de espectadores, algunos de los cuales aseguraron que Dios les habla.

Los actores que representaron a Jesucristo, María, los apóstoles, romanos y judíos se abrieron paso en medio de la multitud para revivir una tradición que hasta hace poco era vista con recelo por la jerarquía de la Iglesia Católica.

Tras cenar con sus apóstoles la noche del jueves y más tarde ser detenido, golpeado y condenado a morir, el Jesucristo mexicano, Andrés Espinosa, un joven de 23 años, tomó una cruz de madera de 90 kilogramos y caminó más de tres kilómetros antes de simular su crucifixión.

El acto teatral religioso de Iztapalapa, un populoso y antiguo barrio de la capital mexicana, es el más concurrido de su tipo en el mundo y uno de los más importantes de la Semana Santa en América Latina, donde la procesiones y los actos de penitencia son comunes en estas fechas.

Aunque la separación entre el Estado y la Iglesia Católica está garantizada en la mayoría de países latinoamericanos, algunos días de Semana Santa continúan siendo feriados obligatorios en buena parte de la región, en especial jueves y viernes, en que se conmemora la última cena de Jesucristo, su captura y su crucifixión.

El jueves, cuando el Jesucristo de Iztapalapa transitaba junto a sus apóstoles por las calles de su barrio, fue interceptado en varias ocasiones por personas que le pedían un milagro. Desde su papel y vestido con una bata blanca y barba postiza, Espinosa prometió que atendería sus demandas.

”Por favor mi Señor, hágame el milagro”, le dijo Hilaria, quien contó que su esposo de 59 años está muy enfermo y requiere ayuda.

Hilaria, una señora regordeta de rasgos indígenas, agregó que, aunque sabe que el Jesucristo al que se dirigió es un actor, está segura que gracias a su apego a la tradición y a las creencias religiosas podrá obtener el milagro solicitado, como ya le ocurrió el año pasado ante un pedido para ella misma.

Como Hilaria, cada año decenas de personas se acercan al Jesucristo de Iztapalapa para pedirle milagros. En tanto, otras lo acompañan cargando pesadas cruces, se arrastran sobre sus rodillas por largos trechos o se golpean la espalda con cilicios en señal de penitencia.

”Para muchos asistentes es un acto religioso conmovedor, se trata de un fenómeno de masas que habla de tradiciones arraigadas y de una visión de la religión que privilegia el sufrimiento”, declaró a IPS el experto en religiones, Elio Masferrer.

Hasta hace dos años, la jerarquía de la Iglesia Católica mexicana sostenía que el acto de Iztapalapa era sobre todo un teatro que, aunque respetable, no merecía su venia. Sin embargo, en las dos últimas ediciones fueron sacerdotes los que bendijeron a los actores y les pidieron actuar con respeto y apego a la escrituras católicas.

En la representación de Iztapalapa se mezclan creyentes visiblemente conmovidos, turistas, cientos de vendedores ambulantes que ofrecen sus productos a gritos y cerca de 2.000 policías y docenas de paramédicos encargados de velar por la seguridad del acto.

Los historiadores afirman que la tradicional representación de Iztapalapa comenzó en el siglo pasado como un acto de fe para mitigar los estragos causados por una epidemia de cólera.

La organización corre a cargo del llamado Concilio, una grupo barrial de creyentes que es el encargado de escoger a los actores que representarán la Pasión de Jesucristo, la mayoría de los cuales se cambian cada año, los vestuarios, la logística y los ensayos previos.

Los actores son seleccionados con rigurosidad. Para ser escogidos deben haber nacido en el barrio, no tener vicios y ser practicantes de la religión católica.

Los actos inician el llamado Domingo de Ramos, con la entrada de Jesucristo al barrio y una misa en honor a su memoria y continúan durante toda la semana. Sin embargo, el momento de mayor concurrencia es siempre el viernes, cuando según la tradición católica Jesucristo fue crucificado.

”Dios me indica los pasos y por eso estoy aquí para representar a un romano que golpea a Jesús”, narró Carlos Martínez, cuya familia vive en Iztapalapa desde hace más de 100 años.

Martí Santiago, quien representó este año a otro de esos romanos, afirmó que Dios le habló en sueños para señalarle que debía actuar y seguir a Jesucristo para que su salud se mantuviera firme.

En México se realizan, al menos 200 representaciones y ceremonias relacionadas con el Viernes Santo.

En los estados de Yucatán, en el sudoriental península del mismo nombre, y Puebla, en el centro del país, miles de personas salen en procesión con las imágenes y figuras de las capillas.

Mientras, en los templos católicos de la capital, las estatuas religiosas son cubiertas con mantos negros, y en el sureño estado de Oaxaca, los creyentes se encierran en las capillas y en oscuridad absoluta profieren lamentos por la muerte de Jesucristo. (

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