El linchamiento esta semana de un alcalde de Perú por parte de indígenas aymaras puede leerse como el estallido de una comunidad marginada que reclama participación y atención de las autoridades. Pero también como un ejercicio de su justicia ancestral.
El alcalde de la meridional aldea peruana de Ilave, Cirilo Robles, fue sacado a la fuerza de su casa el lunes, arrastrado por varias calles y golpeado hasta morir en la plaza pública por una multitud de indignados indígenas, que ese día cumplían 25 días de huelga para exigir su renuncia.
Los aymaras acusaban a Robles, así como a sus funcionarios, de malversación de fondos.
La noticia conmovió a la opinión pública sudamericana y de inmediato Ilave concentró la atención de todos los peruanos, que hasta entonces poco se interesaban en la situación en ese rincón del país.
Sin embargo, casi la mitad de los más de 26 millones de peruanos son quechuas o aymaras.
Los periódicos nacionales apelaron a titulares como ”Barbarie” para describir la explosión de ira de un grupo de sus compatriotas. Una ira siempre presente y contenida, ahora se hacía visible.
Los legisladores se indignaron y decidieron interpelar al ministro del Interior, Fernando Rospigliosi, a quien acusaron de no haber intervenido antes en Ilave para impedir la violencia.
En medio de la condena general, algunos líderes aymaras justificaron el asesinato y pronosticaron más si el gobierno de Alejandro Toledo no atiende las demandas de esa comunidad.
Un linchamiento ”es algo común y corriente. Nosotros en cualquier momento aniquilamos físicamente a los ladrones, a los embusteros y a los traidores. Las leyes de nuestros países no sirven, no se usan”, dijo este viernes a IPS el líder aymara y diputado boliviano Felipe Quispe.
El diputado, más conocido como el ”Malku” (autoridad máxima indígena), llamó a sus ”hermanos de Perú” a seguir luchando contra los ”qara” (blancos sin riquezas) para ”no estar más encadenados” y advirtió que habrá linchamientos ”en todas partes”.
”Solamente hay que tener paciencia. Ya lo van a ver”, dijo a IPS el fundador del Movimiento Indigenista Pachakuti.
Este viernes, una comisión de alto nivel del gobierno de Perú negociaba con los dirigentes aymara de Ilave, en tanto indígenas de la misma etnia mantenían secuestrados a cuatro regidores (concejales) del cercano municipio de Tilali, y amenazaban con lincharlos. El alcalde, Melesio Larisco Quispe, logró escapar.
”La toma de rehenes en Tilali parece indicar que la crisis en Ilave se expande” en el sur de Perú, donde habitan los aymaras, indicó a IPS el periodista Feliciano Gutiérrez, corresponsal del diario peruano La República en la meridional región de Puno.
”La situación en Ilave está mejorando, pero no en el resto de la región. Algunas carreteras que van hacia Bolivia todavía siguen bloqueadas, mientras los indígenas de Tilali amenazan con más linchamientos si el gobierno no envía allí también una comisión de alto nivel”, detalló.
Gutiérrez explicó que por años los aymaras se han sentido ignorados por los gobiernos y abandonados a la única autoridad de alcaldes corruptos.
Por su parte, Quispe dijo que los aymaras de Ilave ”están contentos”, porque van a tener su propio gobierno y porque dieron un paso más hacia la restauración del Collasuyo, una de las cuatro regiones del antiguo imperio inca del Tahuantinsuyo, que cubrió los actuales territorios de Bolivia y Perú, y parte de Argentina, Ecuador y Chile.
El imperio inca surgió en el siglo XIII, y extendió su influencia sobre varios pueblos, incluidos los aymaras, y fue destruido en el XV, con la invasión del conquistador español Francisco Pizarro. Los indígenas vivieron sometidos y marginados desde entonces.
La población aymara actual es de casi dos millones, de los cuales 80 por ciento viven en Bolivia, casi 15 por ciento en Perú y el resto en Chile. La mayoría son campesinos y viven en la pobreza.
Esta comunidad indígena ”tiene sus propias leyes, su propia cultura, su propia forma de ser”, y por eso no acepta al gobierno blanco, señaló Quispe, quien prometió ”solidaridad” de los aymaras bolivianos con sus hermanos peruanos.
El diputado fue miembro del boliviano Ejército Guerrillero Tupac Katari, y por ello estuvo en prisión entre 1992 y 1997. En octubre de 2003, fue uno de los principales líderes de la revuelta popular contra la política energética oficial, que obligó la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada,
Los indígenas han ganado peso político en Bolivia. Este viernes, el presidente de la Coordinadora de los Pueblos Etnicos del oriental departamento de Santa Cruz, Bienvenido Sacu, confirmó una serie de movilizaciones contra el gobierno de Carlos Mesa, a quien acusan de no atender sus demandas sociales.
La movilización se suma así a una serie de protestas organizadas para este lunes por trabajadores y campesinos, con bloqueo de carreteras, que podrían terminar en nuevos enfrentamientos con la policía.
La reacción de los aymaras en Ilave es ”algo que no debe sorprender”, dijo a IPS el historiador, sociólogo y activista aymara boliviano Waskar Ari Chachaki.
”Los aymaras tienen una larga tradición de gobierno colectivo. Para ellos la democracia debe ser directa. No les alcanza con ir a votar cada cuatro o cinco años. Necesitan tener una participación constante en la toma de decisiones”, señaló.
”Son muy pobres, y ante gobiernos locales que se enriquecen con la corrupción, reaccionan con ira. Por eso hay estos actos de violencia”, añadió.
Chachaki, autor de varios libros sobre los pueblos aborígenes andinos y creador de la indigenista Fundación Kechuaymara, señaló que la étnica persigue distintos objetivos en Bolivia y en Perú.
En Perú, donde son pocos, el propósito es participar de las formas de gobierno locales, de las que históricamente han sido excluidos.
En Bolivia las ambiciones son mayores. Varios aymaras han llegado al Congreso legislativo y a cargos en los municipios. Su objetivo es un día llegar al gobierno central, sostuvo.
No obstante, la mayoría rechaza a sus respectivos gobiernos y anhela la creación de la gran república aymara, que se rija de acuerdo con sus propias leyes, lengua y cultura.
”En el resto de América Latina puede verse como algo inusual que los aymaras peruanos pidan separarse de Lima e integrarse a Bolivia. Pero para nosotros es normal. Además, hay que tener presente que algunos no están de acuerdo y creen que deben acompañar el proceso de integración de la región”, añadió.
El experto señaló que en la historia de la comunidad aymara peruana hubo muchas rebeliones, pero en los últimos años el movimiento se ha potenciado.
Esta problemática indígena está presente en muchos países de América Latina. Este mes estalló crudamente en la Amazonia brasileña, cuando miembros de la etnia ”cintas-largas” asesinaron a 29 ”garimpeiros” (mineros informales) que buscaban ilegalmente diamantes en su territorio.
En cuanto al linchamiento de Robles, Chachaki sugirió analizarlo en el marco de un conflicto social. ”Lamentablemente, sin sangre no se hace la historia”, afirmó.