La pesca de langosta en La Mosquitia, en el mar Caribe hondureño, es fuente de vida, pero también de muerte: la inseguridad de la faena de buceo en alta mar ha dejado lisiados a por lo menos 4.200 indígenas miskitos.
Esta etnia vive de la pesca de langosta, que es también una de las actividades más rentables para las exportaciones de Honduras, sobre todo a Estados Unidos.
En 2002, según fuentes del Banco Central de Honduras, la exportación de langosta aportó 31 millones de dólares al Estado.
La mayor parte de los crustáceos se vende a la cadena de restaurantes estadounidense Red Lobster, cuyo portavoz asegura que esa firma sólo compra a proveedores capaces de demostrar que todas sus langostas son capturadas mediante trampas, sin buceo.
Para la pesca de langosta de agosto a mayo, la mayoría de los varones adultos miskitos bucea, mientras los más jóvenes los acompañan en pequeñas embarcaciones llamadas cayucos, en torno a barcos de mayor calado. Pasar de cayuquero a pescador marca culturalmente el fin de la adolescencia.
Un estudio de la Fiscalía Especial de Etnias y Patrimonio Cultural, auspiciado por el Banco Interamericano del Desarrollo, registró en la zona 4.200 buzos lisiados, casi la mitad de un total de 9.000.
Los responsables de esa investigación afirmaron que las condiciones de trabajo de los pescadores de langosta violan las más elementales normas de seguridad del buceo profesional.
Se trabaja de 12 a 17 días en alta mar, con agotadoras sesiones de buceo de más de cinco horas diarias, en profundidades de hasta unos 43 metros y con equipos de mala calidad, indicaron.
Esos datos fueron confirmados a Tierramérica por Oswaldo Munguía, director de la organización no gubernamental Mopawi (acrónimo en lengua miskita de Agencia para el Desarrollo de La Mosquitia), quien se ocupa de la cuestión de los pescadores de langostas desde fines de los años 80.
Para muchos miskitos, ser un buzo lisiado es la consecuencia de haber roto el tabú del mar, explicó.
Según tradiciones de esa etnia, las profundidades del mar son habitadas por Liwa Mairin, un ser similar a las sirenas de otras mitologías, que cuida los recursos marinos y castiga a quienes pescan demasiado con un hechizo que los deja lisiados.
Munguía recordó el fracasado intento de abrir una escuela móvil para buzos como respuesta a la terrible situación que viven.
Esa experiencia ”comenzó con 1.500 buzos y la idea era de formar una organización sólida y única, es decir con filiales en las otras zonas de la Mosquitia”, cuyas comunidades están muy apartadas entre sí, relató.
”Pero la escuela fracasó por la inmadurez de los buzos miskitos. Algunos de sus líderes se apropiaron indebidamente de las cotizaciones de sus compañeros y esto mató la moral y la iniciativa”, afirmó el activista.
En el estudio de la Fiscalía Especial se sostiene que cada buzo recibe dos dólares y medio por cada libra (aproximadamente medio kilogramo) de langosta pescada y pesada, y que el pesador resta cinco por ciento del peso, porque aduce que los crustáceos están llenos de agua.
A su vez, el pescador debe pagar unos 80 centavos por libra al cayuquero.
En alta mar, quien dicta las reglas es el capitán del barco. Es él quien decide donde duerme cada tripulante y quien controla el suministro de alimentos (galletas), bebidas alcohólicas e incluso drogas ilegales, a cambio de caracoles y filetes de peces que los buzos deben pescar mientras faenan las langostas.
La ”Guía verde para el buzo profesional” elaborada por la Mopawi y la Iglesia Morava (la iglesia que, junto con el Instituto Lingüístico de Verano, estableció la escritura de la lengua miskita con una traducción de la Biblia) advierte que el uso de drogas como marihuana y cocaína es muy peligroso para los buzos.
Esas drogas ilegales añaden al aire respirado por los buzos sustancias que, al mezclarse con la sangre, impiden la correcta evacuación del nitrógeno, y así pueden aumentar la gravedad del síndrome de descompresión inadecuada en los pescadores.
Ese síndrome es causado por bucear en aguas demasiado profundas o retornar a la superficie con demasiada rapidez, lo que produce falta de oxígeno en el cerebro y dolores crónicos, desórdenes neurológicos, parálisis parcial o total e incluso la muerte.
Según el director general de pesca de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, Marcio Castellón, limitaciones presupuestarias impiden atender con eficiencia el problema de los buzos misquitos, pero ese organismo trabaja ”en un plan estratégico para elaborar las nuevas políticas pesqueras”, y revisar la ”obsoleta” ley de 1959 que rige en la materia.
La industria pesquera se ha mostrado dispuesta a capacitar a los buzos, añadió.
De acuerdo con el informe de la Fiscalía, en La Mosquitia sólo hay dos cámaras hiperbáricas, que se usan para estabilizar la condición de los afectados por el síndrome de descompresión inadecuada, y el costo del tratamiento es alrededor de 300 dólares, inaccesible para muchos buzos.
* Con aportes de Thelma Mejía (Honduras). Publicado originalmente el 31 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica (