Las restricciones al ingreso de cubanos impuestas por varios países frustran el sueño de visitar otras naciones de miles de personas de esta isla, ya abrumadas por las estrictas regulaciones internas para salir de ella.
Son tantos los trámites y el dinero que se gasta en ellos, que ya ni sé si vale la pena tanto esfuerzo, dijo María Teresa, joven profesional invitada por una amiga de la infancia a visitar España, el segundo destino de los emigrantes cubanos después de Estados Unidos.
Tiene sus razones para dudar. Una vecina suya obtuvo, por gestión de amistades, una beca de estudios en España, pero no logró la visa para viajar, y sólo en la legalización del título y otros documentos de la universidad ya había gastado más de 1.000 dólares, contó.
Además de esa suma, toda una fortuna en un país donde el salario medio ronda los 10 dólares al tipo de cambio oficial, la frustrada estudiante debió pagar 35 dólares por un chequeo médico y 55 dólares por el pasaporte.
De obtener el visado, habría necesitado otros 150 dólares para el permiso cubano de salida, y de 600 a 700 dólares para el pasaje de ida y vuelta, remató María Teresa, abordada por IPS cuando esperaba su turno para entrar al consulado español.
A eso se agrega que las embajadas europeas en Cuba han acentuado el rigor de los requisitos de entrada a territorios de sus países, y la mayoría de ellas exige, entre otros documentos, un acta notarial en que la persona que invita se comprometa a correr con los gastos del viajero una vez que ingrese al país de destino.
También se ha puesto más riguroso, especialmente tras los atentados de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, Estados Unidos, que se mantiene como el mayor receptor tanto de emigrantes y viajeros temporales procedentes de Cuba.
Esta es la tercera vez que pido visa para ir a ver a mi hijo y de nuevo me la negaron, dijo, pesarosa, una mujer que descansaba en el parque cercano a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.
El lugar fue bautizado como el parque de los lamentos, no tanto por su ubicación frente a una funeraria capitalina como por la cantidad de gente que no obtiene el preciado documento para visitar a familiares en el norte.
La señorita que me entrevistó me dijo que por ahora no podía ir, contó la mujer, de unos 60 años, que, como todos los interesados en un visado, debió pagar 100 dólares no reembolsables por ese contacto con la funcionaria consular.
El año pasado tuve que pagar otros 50 dólares por el turno, añadió.
Según su hija, los coleros, personas que se dedican a vender puestos en la fila de solicitantes cobraban hasta 130 dólares por un turno a principios de este año. Ese negocio se frustró desde el 9 de este mes, cuando la representación estadounidense habilitó un sistema que permite programar por teléfono las entrevistas.
Esa nueva modalidad generó controversias entre quienes creen que fue una buena forma de eliminar la venta de turnos y quienes se sienten casi derrotados de antemano, ante la incertidumbre sobre la posibilidad de comunicarse por teléfono, sobre todo desde el interior del país.
Desde 2002, las solicitudes de visa de toda persona cubana de 16 a 60 años, con o sin voluntad declarada de emigrar a Estados Unidos, son sometidas a una estricta revisión en ese país cuando logran aprobación de sus funcionarios consulares en La Habana.
Ese proceso puede demorar de dos a tres meses, y es válido para Cuba y otros países a los que Estados Unidos califica de patrocinadores del terrorismo internacional.
Según funcionarios estadounidenses, en 2002 hubo de 45.000 a 50.000 peticiones cubanas de visas para visitar Estados Unidos, y se concedieron de 20.000 a 25.000. Observadores creen que esas cifras podrían ser menores en 2003, con la plena aplicación del nuevo procesamiento de visados.
Estados Unidos, donde se calcula que reside más de un millón de personas de origen cubano, mantiene vigentes acuerdos migratorios con Cuba que comprometen a Washington a conceder 20.000 visas anuales para inmigrantes procedentes de la isla.
Investigadores coinciden en que el ansia de viajar se acentuó en los años 90 del pasado siglo, cuando salir de la isla, de manera temporal o definitiva, devino en estrategia de supervivencia ante la crisis que siguió a la caída del campo socialista.
Varias medidas adoptadas por las autoridades cubanas en esa misma etapa introdujeron flexibilidad en la regulación de los viajes, e hicieron posible realizar salidas temporales sin cortar los lazos con la nación de origen.
Gracias a esos cambios, muchas personas pueden permanecer fuera de Cuba hasta 11 meses o acogerse a permisos de residencia en el exterior, si poseen un contrato de trabajo en otro país o se casaron con personas extranjeras.
En períodos anteriores había el criterio de que la emigración era definitiva. En estos años está presente la posibilidad de una migración temporal que, sin lugar a dudas, cambia el significado que ese fenómeno tiene para la sociedad, arguye un estudio publicado en la revista cubana Temas.
La proximidad de un encuentro llamado La nación y la emigración, convocado para mayo por el gobierno para favorecer el diálogo con residentes en el exterior, reavivó rumores sobre la posibilidad de nuevas medidas de flexibilización migratoria.
Según esos rumores, se aumentaría a dos años el periodo de estancia permitida en el exterior, y se eliminarían los actuales requisitos de carta de invitación y licencia de salida. Yo creo que eso es lo que está esperando la gente, pero de ahí a que esas medidas se adopten hay mucho trecho, dijo María Teresa.
Hasta el momento, las autoridades sólo han confirmado que en los próximos meses, los ciudadanos cubanos residentes en el extranjero podrán viajar a la isla sin necesidad de solicitar la visa de entrada que es obligatoria en la actualidad.
Ellos, que se fueron del país, podrán entrar sin autorización, mientras yo, que nada más quiero viajar por tres meses y regresar, debo pedir permiso de salida, se quejó la mujer, cuya amiga en Madrid gastó 150 dólares en la carta de invitación, imprescindible para iniciar los trámites de salida ante las autoridades de inmigración de la isla.