Unos 80 ejemplares de ganado, descendientes puros de los traídos a América por Cristóbal Colón, han sido sacados de los glaciares argentinos. Se intenta estudiar su germoplasma.
Desde 1988, dos científicos argentinos siguen la huella de unos animales olvidados que podrían poseer importante información genética: los bovinos salvajes de los australes glaciares de la Patagonia.
Se trata de unos 1.500 ejemplares de ganado criollo patagónico que sobreviven en Bahía Onelli y Península Avellaneda, al oeste del lago Argentino, en la provincia de Santa Cruz.
Los ingenieros zootécnicos Rubén Martínez y Alejandro Rodríguez lograron hasta ahora trasladar para estudio a Buenos Aires unos 80 bovinos salvajes, que son descendientes puros de los traídos a América por Cristóbal Colón.
Los especialistas, de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, plantean que los ejemplares deben salvarse como recurso genético, según recomienda la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Las vacas y toros salvajes deambulan cerca de una zona a la que llegan cada año turistas internacionales, para disfrutar del espectáculo natural que ofrece el glaciar Perito Moreno cada vez que se desprende de un enorme bloque de hielo.
Los bovinos descienden de animales a los que un colono hizo cruzar el lago en barco en 1800. En 1937 se creó el Parque Nacional Los Glaciares, y las personas que residían en el terreno de la actual reserva abandonaron allí su ganado.
Ahora los bovinos son acusados de depredar unas 50.000 hectáreas del parque, que tiene más de 730.000.
El guardaparque Pablo Collavino, de Los Glaciares, explicó a Tierramérica que las vacas y toros se alimentan de varios árboles, entre ellos lengas, coihues, cipreses y canelos.
Hay además un impacto en el suelo provocado por echaderos y senderos, explicó.
La ley obliga a los administradores de parques a priorizar la supervivencia de especies autóctonas, y establece que las especies exóticas deben ser combatidas, pero es utópico pensar en la erradicación total de poblaciones vastas, dijo Collavino.
Para los especialistas Martínez y Rodríguez es muy probable que parte del valor genético de los bovinos salvajes sea la capacidad de sobrevivir en condiciones muy rigurosas, y hay estudios en curso sobre esa característica.
Los bovinos de los glaciares no se alimentan con ricas pasturas como el ganado de las templadas llanuras de la Pampa Húmeda, mucho más al norte, sino que comen árboles, renuevos y líquenes que crecen sobre rocas, y deambulan entre bosques, glaciares y precipicios, con temperaturas de 10 grados bajo cero.
En esas condiciones extremas, dan 50 por ciento más de leche y una carne menos grasa que las variedades de reconocido valor económico criadas en la Pampa, obtenidas por cruzamiento con especies traídas de Gran Bretaña en el siglo XIX.
La carne es magra y no necesariamente más dura, sino sólo menos jugosa, y una vaca criolla da hasta seis o siete litros diarios de leche, en vez de los cuatro litros de los ejemplares criados por ganaderos, explicó Rodríguez.
Sin embargo, los especialistas no hacen hincapié en el potencial económico de los bovinos australes, sino en la importancia de conservar su germoplasma, al igual que el de otras especies de animales y plantas cuyo valor potencial no se conoce del todo.
Eso se puede lograr mediante la preservación de semen, embriones o animales vivos. El proyecto de Martínez y Rodríguez es contar con un banco de semen, pero por ahora apuntan a salvar a los ejemplares vivos, en campos de la universidad de Lomas de Zamora en la provincia de Buenos Aires, sin riesgo de depredación en el parque Los Glaciares.
En 1989, la universidad firmó un convenio con la Administración de Parques Nacionales a fin de capturar ejemplares de bovinos patagónicos y llevarlos a esos campos, pero la tarea no es fácil.
Los animales residen en una zona de difícil acceso. Se requieren baqueanos que los sigan durante varios días y un operativo de caza para atraparlos, amansarlos y trasladarlos, primero en barco y luego por tierra, durante casi dos días de viaje, comentó Rodríguez a Tierramérica.
Sólo el barco para que los animales crucen el lago nos cuesta 800 pesos (unos 280 dólares) por día y cada jaula para transportar a 30 por camión asciende a 5.000 pesos (unos 1.750 dólares), dijo. Sin garantía, por otra parte, de que lleguen todos vivos después del estrés de la travesía.
La última vez sacamos 60 y llegaron 40, destacó.
Rodríguez y Martínez buscan ahora apoyo para rescatar a otro centenar y alcanzar así el mínimo que recomienda la FAO para asegurar la conservación de una especie.
* Publicado originalmente el 11 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (