La industria azucarera figura entre los grandes culpables de la degradación de los suelos en Cuba, problema que afecta a casi 70 por ciento de las áreas cultivables de la isla y que causa, en el mundo, pérdidas anuales de 42.000 millones de dólares.
Según datos oficiales, los suelos de 11 de las 14 provincias cubanas sufren el impacto de la falta de materia orgánica, erosión, compactación, acidez o exceso de sales, pero el fenómeno adquiere visos dramáticos en la región oriental, donde predominan ecosistemas frágiles.
El primer responsable fue el monocultivo de cinco centurias de la caña de azúcar, gran extractora de nutrientes de la tierra, cuyo auge se intensificó desde inicios del siglo XIX hasta la primera mitad del XX, alertan expertos.
Por el cultivo comercial del dulce y el posterior el desarrollo de la ganadería fueron desapareciendo extensas áreas forestales, fenómeno que se intensificó a principios del siglo XIX con el auge de las plantaciones de café en las montañas orientales.
En menos de 200 años, la isla perdió ocho millones de hectáreas de bosques, al punto que en 1959, las áreas forestales abarcaban sólo 14 por ciento del territorio.
Evidentemente, el resto de ese 14 por ciento que no tuvo un uso agrícola adecuado inmediato ha venido sufriendo un proceso de erosión acelerado, dijo a Tierramérica Antonio Perera, experto del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Cuando la degradación se combina con la compactación y salinidad de los suelos, se multiplican con mayor intensidad los procesos conocidos de forma general como desertificación, explicó el especialista.
En su opinión, la reconversión azucarera puesta en marcha desde el pasado año para reducir la producción del dulce a no más de cuatro millones de toneladas anuales, permitirá un manejo más adecuado de las tierras.
Se prevé que cerca de un millón de hectáreas tradicionalmente dedicadas al cultivo azucarero pasarán a aumentar la cobertura de bosques maderables y frutales o a otros usos agrícolas.
Los grandes procesos de desertificación surgen por problemas históricos, sobre todo por la pérdida de cobertura vegetal y por el uso inadecuado en nuestros países de los recursos agrícolas, comentó Perera.
La desertificación es un proceso gradual de pérdida de productividad del suelo y de adelgazamiento de la cubierta vegetal por acción humana y las variaciones climáticas.
Setenta por ciento de los 5.200 millones de hectáreas de tierras secas que se destinan en el mundo a la agricultura, o 30 por ciento de la superficie terrestre total del planeta, está ya degradada y amenazada por la desertificación.
Entre el 25 de este mes y el 5 de septiembre, sesiona en La Habana la VI Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y la Sequía (COP 6). Se esperan delegaciones oficiales de 160 países.
Perera confirmó que en la cita debe aprobarse un mecanismo financiero para proyectos encaminados a enfrentar estos flagelos a través del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) del Banco Mundial.
La degradación de los suelos, la desertificación y los problemas del agua, entre otros, son temas fundamentales en momentos en que se busca definir formas concretas de lucha contra la pobreza para cumplir las Metas del Milenio, establecidas en 2000 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La ONU alerta que más de 250 millones de personas padecen directamente los efectos de la desertificación.
* Publicado originalmente el 23 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (