La seguridad alimentaria de las familias rurales pobres, meta central de la agenda de desarrollo de América Central, parece más lejana al desaparecer una red regional de investigación y distribución de variedades mejoradas de maíz, frijol y papa.
La Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) retiró en abril el financiamiento que proporcionó durante más de dos décadas a instituciones regionales, dijo a Tierramérica el experto del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), Mike Listman, con sede en México.
El CIMMYT se vio obligado a cerrar en abril su oficina regional ubicada en Guatemala, aunque continúa ofreciendo material fitogenético, como germoplasma (plantas, cortes, semillas o flores).
Además del CIMMYT, participaban en esa red el Centro Internacional de Agricultura Tropical y el Centro Internacional de la Papa.
Ese recorte significará menos colaboración y efectividad entre gobiernos y organismos que han ofrecido asistencia a campesinos pobres del istmo dependientes del cultivo de granos básicos, y conducirá a menos desarrollo humano, señaló el director del programa de maíz del CIMMYT, Shivaji Pandey.
Los programas destinados a mejorar la seguridad alimentaria son clave en América Central, donde el consumo diario de calorías por persona bajó de 2.500 en los años 80 a 2.300 en los 90.
De momento, se está buscando un nuevo arreglo para que los países de la región formen una red regional coordinada por el Instituto Nacional de Investigación Agrícola de Nicaragua, explicó Listman.
Los pequeños agricultores centroamericanos producen la tercera parte de los alimentos que consumen más de 32 millones de habitantes de la región, mientras sólo ocupan 15 por ciento de la tierra cultivable, según datos del CIMMYT.
Unas 345.000 hectáreas de América Central están sembradas con variedades o híbridos nacidos de investigaciones del CIMMYT. Entre siete y 45 por ciento de los plantadores de maíz de América Central, según el país, y 40 por ciento de los que cultivan frijol utiliza semillas mejoradas.
El intercambio de materiales genéticos por medio de redes de colaboración permitió abatir hasta en 50 por ciento la aplicación de pesticidas y fungicidas.
Pero ningún gobierno u organización podría por su cuenta avanzar en el desarrollo de variedades mejoradas ni impulsar prácticas agronómicas que aumenten la productividad y conserven los recursos naturales, sostiene el Centro.
Los procesos de mejoramiento constituyen una cadena sin fin debido a que la renovación debe ser permanente para evitar que los materiales nuevos sufran daños genéticos y se reduzcan los rendimientos, explicó a Tierramérica el gerente del estatal Instituto de Ciencias y Tecnología Agrícola de Guatemala (ICTA), Wotzbeli Méndez.
En Guatemala se llevan a cabo otros programas de mejoramiento genético agrícola bajo responsabilidad del ICTA y con apoyo de organismos especializados de Filipinas, Siria y Colombia.
Las variedades mejoradas por métodos genéticos convencionales (no transgénicos) son concebidas para resistir el embate de plagas y enfermedades, tolerar falta o exceso de agua, superar limitaciones de suelos deficientes, sobrevivir temperaturas extremas, producir más cantidad de alimento o mejorar su calidad nutritiva.
Los programas para mejorar la alimentación son cruciales en Guatemala, donde la sequía y la caída de los precios internacionales del café (de cuyo cultivo dependen muchas familias) dejaron al descubierto el drama de la desnutrición.
En algunos lugares del país, dos de cada cinco habitantes sufren una marcada deficiencia alimentaria, según un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) realizado entre 1997 y 2000. Sesenta por ciento de los 11,2 millones de guatemaltecos vive en la pobreza y 22 por ciento es indigente.
Más de 25.000 niños y niñas dependen de la asistencia del Programa Mundial de Alimentos (PMA), que desde 2002 ha distribuido más de seis mil toneladas de alimentos, como maíz, frijol, soja y aceite, entre otros, señaló a Tierramérica su portavoz, Pablo Medina.
Para el CIMMYT, el camino hacia la seguridad alimentaria pasa en América Central por profundizar en el desarrollo de variedades más eficaces y productivas de maíz, frijol y papa.
* Publicado originalmente el 26 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (