AMBIENTE-VENEZUELA: Petróleo y sal, cóctel mortal para Maracaibo

Un bosque de torres metálicas se yergue sobre casi la mitad de los 12.000 kilómetros cuadrados del lago de Maracaibo, en el noroeste de Venezuela.

Es un testimonio de 90 años de incesante extracción de crudo en el mayor emporio petrolero de América del Sur y de una elección entre desarrollo sustentable y degradación sin remedio.

El lago, en contacto con el mar Caribe a través de un canal natural con el golfo de Venezuela, sufre el embate de la salinidad, los derrames petroleros y el vertido de aguas servidas, fenómenos que las autoridades enfrentan con optimismo.

”El lago está muy contaminado, pero estable. Sus aguas se renuevan cada cinco años y es recuperable como fuente de desarrollo sostenible para los millones de habitantes de su cuenca”, aseguró a Tierramérica el biólogo Gonzalo Godoy, presidente de la comisión regional para su manejo.

Desde que hace 50 años se impuso la necesidad de abrir el paso a buques petroleros de gran calado y se dragó el canal, la salinidad del lago se elevó de uno o 1,5 gramos por litro en la primera mitad del siglo XX a casi cinco gramos en la superficie y hasta 15 unidades durante la estación seca.

”Las especies que capturábamos, en especial la lisa (Múgil labrosus) han desaparecido, y ahora el pescado que arrimamos a los restaurantes del lago lo llevamos desde el golfo, sobre todo la corvina (Sciaempus ocellatus) y el camarón”, narró a Tierramérica el pescador Getulio Nava.

”En el lago ya nadie se baña, esa agua tampoco sirve para regadío. Cuando yo era pequeño mi abuelo contaba que había aguadores que a lomo de burro vendían agua del lago en Maracaibo. Ahora quedó para mirar”, agregó.

El avance de la salinidad quedó expuesto en abril, cuando se capturaron tiburones propios del Caribe en el sur del lago, a más de 100 kilómetros de la bahía tachonada de islotes, que lo comunica con el golfo.

”Quisiéramos ayudar a la protección ambiental aquí junto al golfo, pero no tengo posibilidades”, dijo el alcalde de ese municipio insular, Hely Espina a corresponsales extranjeros.

”Para pescar, las redes deben medir siete pulgadas entre los hilos, según normas ambientales. Pero los pescadores usan redes de dos pulgadas y media para agarrar lo que puedan. Hay hambre, y no se los voy a impedir”, explicó.

La extracción de petróleo también contamina. Miles de taladros hurgan el subsuelo y las riberas del lago. Durante décadas, la producción superó los dos millones de barriles diarios. Hoy es algo menor, de 1,4 millones de barriles.

Además, ”existen 42.700 kilómetros de tuberías que conectan los cabezales de los pozos con los tanques de almacenamiento, los ductos de distribución y transporte, los puertos y las refinerías”, indicó a Tierramérica Jorge Hinestroza, investigador de la Universidad de Zulia.

En los últimos años se registraron entre 30 y 50 derrames por mes, ”aunque los volúmenes nunca se conocen con exactitud porque siempre han estado en un área oscura de las operaciones”, advirtió Hinestroza.

Durante la huelga contra el gobierno de Hugo Chávez, protagonizada por técnicos y gerentes de la estatal empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) en diciembre y enero, los jerarcas en conflicto acusaron de provocar accidentes al personal que continuó trabajando.

Pero Hinestroza y la Federación de Pescadores Bolivarianos del Estado de Zulia estiman que buen parte de los accidentes se debieron ”al sabotaje de los gerentes en huelga y atentados directos contra algunas instalaciones”.

También son de origen político las decenas de derrames de petróleo provocados en la última década por insurgentes de la vecina Colombia, que dinamitan el septentrional oleoducto colombiano Caño Limón-Coveñas, filtrando crudo a los ríos Catatumbo, Escalante y Tarra, afluentes del sur lacustre.

El último ataque, el 19 de abril, causó el derrame de 2.500 barriles de 159 litros de petróleo. PDVSA ha establecido unidades especializadas para limpiar las áreas afectadas.

Las ciudades ribereñas protagonizan otro problema, al descargar unos 9.000 litros de aguas negras por segundo al lago.

Sólo una parte de las aguas negras de Maracaibo, de más de un millón de habitantes, es tratada, y ciudades como Cabimas y Lagunillas, con cientos de miles de residentes, arrojan aguas servidas sin tratamiento, lo que liquida el oxígeno y asfixia la flora y la fauna lacustres.

Sin embargo, ”el lago puede recuperarse para las generaciones venideras”, sostuvo Godoy.

Recuperar el lago de la primera mitad del siglo XX, para disfrute de sus playas, empleo del agua para riego y fuente de oxígeno para 80.000 kilómetros cuadrados de su cuenca requeriría, según Godoy, atacar tres frentes.

En primer lugar, el cierre del actual canal de navegación disminuiría en pocos años la salinidad y movería las pesadas aguas del fondo lacustre, dándoles oxígeno.

Para ello es preciso trasladar a la costa marítima los embarques de petróleo, construir plantas de tratamiento de aguas servidas en media docena de ciudades ribereñas, y reducir los derrames de crudo y la afluencia de residuos químicos de la industria, la agricultura y la ganadería.

Finalmente, se necesita racionalizar la deforestación y la expansión agrícola en las cabeceras de los ríos. ”Hay lugar para el optimismo, es un lago grande, y grandes son sus posibilidades de recuperarse”, concluyó Godoy.

* Publicado originalmente el 7 de junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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