– El gobierno de Brasil comienza a mirar hacia países iguales y más cooperativos que el Norte industrializado para romper con la dependencia tecnológica, cara en términos financieros y a veces en soberanía nacional.
Una de las metas es acercarse a esas naciones iguales que se disponen a transferir tecnología sin las restricciones que, por ejemplo, pretendía gozar Estados Unidos en el convenio para usar el Centro de Lanzamiento de Alcántara.
Ese septentrional centro de Alcántara permitirá a Brasil disputar parte del mercado internacional de lanzamiento de satélites, explicó a IPS el ministro de Ciencia y Tecnología, Roberto Amaral.
Esa es una de las razones de la visita de tres días a Ucrania iniciada este miércoles por Amaral, un abogado y politólogo de 62 años, que integró organizaciones de izquierda clandestina en oposición a la dictadura militar (1964-1985) y luego uno de los reorganizadores del Partido Socialista Brasileño, del que ahora es su vicepresidente.
—¿Qué importancia tiene Ucrania para el desarrollo tecnológico brasileño?
—La visita a Ucrania tiene por fin ampliar el intercambio tecnológico con ese país, prioritario en la nueva política externa brasileña y en especial en actividades aeroespaciales. También trataremos la cooperación en energía, informática y biodiversidad. A Brasil le interesa, además, adquirir la tecnología ucraniana de producción de turbinas a gas, que nos permitirá entrar al club de países capaces de hacer cualquier tipo de turbina, incluso de aviones. Eso tiene gran importancia económica con miras a aumentar la generación de termoelectricidad a gas natural.
—¿Cómo es esa nueva política exterior del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva en el área tecnológica?
—La estrategia es intensificar la cooperación con países de desarrollo similar al de Brasil, como China, India, Rusia, Sudáfrrica y Ucrania, todos los cuales empero están más avanzados que nosotros en una u otra área y dispuestos a transferir tecnología, a diferencia del Primer Mundo que se niega a ello. Tenemos que buscar alternativas. Por ejemplo, Brasil puede producir su propia tecnología en el sector aeroespacial, pero es un proceso lento, que lo puede acelerar la cooperación. Con Ucrania firmamos en enero de 2002 un acuerdo de Cooperación sobre Usos Pacíficos del Espacio Exterior y un memorando entre las agencias espaciales de ambos países para uso de vehículos lanzadores de satélites ucranianos a partir de la base brasileña de Alcántara. Ahora discutiremos detalles para que Alcántara esté en condiciones de operar los vehículos ucranianos de la serie Cyclone-4, lo cual representará para ese país un ahorro de 30 por ciento respecto de los lanzamientos anteriores. Eso exigirá inversiones de los dos países, pero teniendo en cuenta que es un negocio de beneficio mutuo y sin restricciones que violen la soberanía de uno u otro.
—¿Ese acuerdo es distinto del contrato con Estados Unidos, que fuera rechazado por amplios sectores de Brasil, incluso en el Congreso legislativo?
—Si, el contrato con Estados Unidos será retirado para volver a negociar un acuerdo distinto del aprobado por el gobierno braasileño anterior. Propondremos nuevas bases de convenio, que respeten nuestra soberanía, y para ello usaremos el modelo acordado con Ucrania. Washington imponía en ese tratado muchas restricciones para salvaguardar su tecnología en Alcántara y quería, por ejemplo, prohibir que los recursos obtenidos con el arriendo fuesen aplicados en la industria espacial brasileña, una restricción inaceptable.. Esa es una muestra de la necesidad de alternativas para crear nuestro propio desarrollo en cooperación con países que tengan intereses similares.
—¿Es el caso también del sistema de televisión digital?
—Sí, queremos desarrollar nuestro propio sistema (y no elegir uno entre los tres patrones ya disponibles, de Estados Unidos, Europa y Japón). Empezamos a negociar una alianza con China y otros países, pero no hay aún ningún acuerdo definido. Se trata de una cuestión comercial y un mercado más amplio, como es el caso de Brasil sumado al resto de América Latina, aumenta las posibilidades del proyecto. Por eso, si se hace un sistema en conjunto con otros países, como China, tendremos un proyecto mucho mas competitivo.
—¿Qué presentará Brasil en la Cumbre de la Sociedad de Información?
—En esa área tenemos un programa de inclusión digital y otro de desarrollo de software (programa de computación) libre, pero aún estamos rezagados en la diseminación de la informática debido a la gran desigualdad social existente en el país. En Brasilia, por ejemplo, tenemos un promedio de utilización de computadoras y acceso a Internet que pocos países poseen, pero fuera de los grandes centros urbanos, en la población pobre, la realidad es otra. Esa brecha refleja la desigualdad socioeconómica. Para reducirla, el Ministerio de Ciencia y Tecnología impulsa la instalación de computadoras en todas las escuelas públicas de Brasil y lo propio hace la cartera de Comunicación en los correos para que todos los municipios accedan a la red informática mundial.
—¿La llamada fuga de cerebros preocupa el gobierno de Lula?
— Claro, existen muchos investigadores brasileños en el exterior. Reduciremos esa pérdida creando condiciones para su permaneencia en el país, en un esfuerzo conjunto de los ministerios de Ciencia y Tecnología y de Educación. También impulsamos un plan con las universidades, en asociación con gobiernos estaduales para crear centros de desarrollo. Un ejemplo de esa acción es el Polo de Neurociencia, que estamos instalando en Natal (capital del empobrecido nororiental estado de Río Grande del Norte), que atraerá investigadores brasileños que viven en el exterior. Las condiciones de Natal, como la existencia de un buen centro de primatología y una Universidad Federal, facilitan la creación del polo.
—¿Cuáles son las prioridades de su ministerio?
—La primera es la formación de recursos humanos, que para la ciencia es fundamental. En eso vamos bien, ya que aumentamos ráppidamente la cantidad de médicos. En la actualidad se reciben 6.000 al año y queremos llegar a 10.000 al cabo de los próximos cuatro años.
—¿Cómo ve las perspectivas del desarrollo científico y tecnológico en Brasil?
—En biotecnología creamos la Red de Proteoma, la segunda fase del estudio del genoma (Brasil ya se destacó descifrando el mappa del ADN de varias bacterias y plantas de importancia agrícola, además de cánceres en humanos). También promovemos el acercamiento entre universidad y empresas, con una red de más de cien universidades. En el área aeroespacial tuvimos un ejemplo exitoso de esa conexión, pero que dependía de la protección estatal, ya que no teníamos un mercado privado en esa actividad. En cambio, ahora hemos incorporado al sector privado, identificando las necesidades de las empresas, de productos, de más conocimiento en una determinada actividad y estableciendo el contacto con las universidades que pueden atender a esa demanda. Es difícil, pero tenemos que pasar de la mentalidad del capital clásico al capital de riesgo, que es inherente a la búsqueda de nuevas tecnologías.
—El presidente Lula prometió duplicar las inversiones públicas en ciencia y tecnología.
—Pasaremos de uno a dos por ciento del producto interno bruto hasta 2006, que es el promedio de los países del mundo industriializado, aunque necesitamos más para reducir la brecha. Pero el Estado tiene límites y la participación privada en ciencia y tecnología es muy pequeña, pues no alcanza a 20 por ciento, mientras que supera 80 por ciento en los países ricos. Falta una política de incentivos y también una financiación a intereses más bajos. Tenemos que apostar al crecimiento económico y dependemos de una política industrial. (