Cuando finalice la guerra británico- estadounidense contra Iraq, expertos en patrimonio tendrán la amarga tarea de constatar que bombas y misiles destruyeron vestigios de una historia milenaria, cuna de la cultura occidental.
Desde el 20 de marzo miles de bombas caen sobre la tierra identificada por la tradición como el jardín del Edén bíblico y lugar de partida del profeta Abraham en busca de la Tierra Prometida.
Allí, donde aún quedan restos de la Torre de Babel, se creó la escritura, se inventaron la rueda y el vidrio y se desarrollaron la matemática y otras ciencias legadas a Occidente.
No se está combatiendo cerca de cualquier lugar importante, sino sobre el más rico y extraordinario patrimonio cultural del planeta, dijo a Tierramérica el arqueólogo Nicolo Marchetti, experto en Medio Oriente y catedrático de la Universidad de Bolonia-Italia.
Bombas y misiles caen sin pausa sobre palacios de gobierno, ministerios y edificios públicos ubicados en Bagdad, y otras ciudades cerca del río Tigris, que alimentó las civilizaciones fundacionales de Occidente: la asiria, babilónica y sumeria.
Por aparente error, los bombardeos han impactado en mercados, hospitales y hasta en una maternidad en la capital. No hay nada que indique que el patrimonio histórico no termine también afectado.
Se estima que el territorio iraquí alberga 10.000 sitios con restos arqueológicos, conteniendo piezas y construcciones aún por investigar e innumerables secretos por develar. Muchos tesoros culturales están en Mosul, Nasiriya y Tikrit, tres ciudades fuertemente bombardeadas por la alianza invasora.
Al inicio de la ofensiva, funcionarios iraquíes se apresuraron a construir barricadas alrededor del Museo Nacional de Iraq, poseedor de las más antiguas tablas cuneiformes (con la primera escritura del mundo), y la mayor colección de piezas de Mesopotamia que datan de hace seis mil años.
Pero podría servir de poco. Está en el céntrico distrito Salihyia de la capital, a sólo 700 metros del edificio de la cancillería que fue bombardeado. Y será un milagro que no resulte arrasado estos días.
La guerra es la guerra y muchas cosas pueden pasar en torno a estos sitios, dijo a Tierramérica McGuire Gibson, profesor de la Universidad de Chicago considerado la máxima autoridad estadounidense en arqueología mesopotámica.
Antes del 20 de marzo, día en que comenzaron los ataques, Gibson y otros destacados especialistas se reunieron con funcionarios del Pentágono (departamento de Defensa de Estados Unidos) para informarles acerca de los sitios culturales más valiosos de Iraq.
El Pentágono tenía una lista de 150 sitios importantes. Los académicos les entregaron una con más de 4.000 e insistieron en que era sólo una parte del patrimonio cultural iraquí.
Pero ahora eso parece ser lo de menos. Doce años atrás, en la primera guerra del Golfo, Estados Unidos también contó con evidencias sobre esas riquezas, pero no evitó su parcial destrucción.
En la línea de fuego están ciudades legendarias. Por ejemplo, Mosul, bombardeada con intensidad para destruir las rampas de lanzamiento de misiles iraquíes. Allí está la mezquita Nur ad-Din, construida en 1170.
Muy cerca están los restos de la antigua ciudad asiria de Nínive, el sitio arqueológico más grande de todo Oriente, con 750 hectáreas, y también Nimrud, con sus bellos palacios, como el del rey Ashurnasirpal II.
La lista es muy larga y los hallazgos valiosos son permanentes en ese país, que es también cuna de la civilización de Oriente.
Los expertos advierten que las bombas podrían caer sobre muchos lugares de gran valor histórico. Y si de todas formas no fuera así, serían vulnerables al saqueo, aseguró el profesor Gibson.
Mientras la guerra continúa, historiadores, arqueólogos y expertos en cultura antigua se sienten con las manos atadas.
Ahora sólo somos testigos lejanos de lo que sucede, declaró a Tierramérica el vicedirector de Cultura de la Unesco (Fondo de las Naciones Unidas para la educación la Ciencia y la Cultura), Mounir Bouchenaki.
La agencia alista un grupo de trabajo que viajará a Iraq una vez terminado el conflicto. Las únicas armas de la Unesco para proteger el patrimonio histórico mundial son los compromisos firmados por varios países, que no incluyen mecanismos coercitivos para su cumplimiento.
Bouchenaki espera que las partes en conflicto respeten la Convención sobre la Protección de los Bienes Culturales en Caso de Conflicto Armado, en vigor desde 1956, producto de la devastación artística e histórica que dejó en Europa la Segunda Guerra Mundial.
Todo el mundo tiene interés en proteger las obras de arte, porque incluso desde el punto de vista propagandístico a nadie le gusta quedar como destructor de esas obras, señaló por su parte a Tierramérica Miguel Angel Elvira, director del Museo Arqueológico de España.
Los militares estadounidenses, considera, no intentarán destruir elementos evocadores de la tradición cristiana de Occidente.
El arqueólogo Marchetti se muestra menos optimista. Tengo la impresión de que el daño es ya generalizado (y) que francamente no se puede hacer nada, lamentó.
La guerra tiene su lógica y sigue su propio camino, añadió.
Antes de la guerra del Golfo de 1991, los expertos coincidían en reconocer que Iraq tenía un envidiable record en preservar sus antigüedades y herencia cultural.
Pero tras la guerra, la perspectiva cambió. En ese conflicto, en que una coalición militar encabezada por Estados Unidos forzó la retirada iraquí de la vecina Kuwait, se centró en bombardeos y no en el ingreso masivo de tropas al corazón de Iraq.
Sin embargo, los daños al patrimonio histórico alarmaron al mundo de la cultura.
Las bombas destruyeron los milenarios puentes de Bagdad y dañaron seriamente edificios históricos de esa ciudad, como la Mustansiriya del siglo XIII, la mezquita de Kaplannya y el Museo Arqueológico de Iraq, uno de los más importantes del mundo.
Establecido el cese del fuego, los daños y los saqueos a museos y bibliotecas se multiplicaron, a consecuencia de los conflictos internos.
La Dirección General de Antigüedades de Iraq informó que 13 museos fueron gravemente afectados por la guerra. Nueve de ellos requerían restauración y el resto reconstrucción. Seis bibliotecas fueron destruidas.
Además, cinco museos fueron completamente saqueados, otros cuatro en forma parcial.
Casi la totalidad de las piezas sustraídas de Iraq -tabletas de arcilla, marfiles, utensilios de metal, manuscritos islámicos coloreados, joyería, monedas de oro y plata, estatuas, cerámica y esculturas en piedra y marfil- ha ido a parar al mercado clandestino de obras de arte.
En 1994, expertos de todo el mundo reunidos en Bagdad, incluyendo varios de Estados Unidos, lamentaron el daño al patrimonio histórico e indicaron que debido a la guerra, se sustrajeron de los museos iraquíes al menos 3.500 piezas previamente catalogadas.
Cabe esperar un informe más dramático, cuando vuelvan a reunirse tras esta guerra, mucho más cruenta y destructiva.
* Con aportes de Carla Maldonado (Italia), Haider Rizvi (Estados Unidos) y Lidia Hunter (España). Publicado originalmente el 5 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (