DERECHOS HUMANOS-ZIMBABWE: Violencia sexual como arma política

Mujeres de Zimbabwe violadas por milicianos cuentan su historia para un documental estrenado esta semana en Sudáfrica, donde se lanzó una campaña contra la violencia sexual con fines políticos en ese país vecino.

El estreno del filme en la Universidad Wits, en Johannesburgo, fue seguido de un panel de discusión y dio inicio a una campaña del Instituto Wits de Investigaciones Sociales y Económicas para romper el silencio sobre los abusos sexuales que sufren muchas mujeres en Zimbabwe.

”Debemos impulsar a nuestras instituciones de derechos humanos y nuestros académicos para que hagan frente a lo que está ocurriendo en Zimbabwe”, urgió Sheila Meintes, miembro de la Comisión Sudafricana para la Igualdad de Géneros y profesora de ciencias políticas de la Universidad Wits.

Una de las mujeres que brindó testimonio es Plaxedes, miembro del partido opositor Movimiento por el Cambio Democrático, que fue víctima de los Green Bombers (Bombarderos Verdes), la temible milicia progubernamental de Zimbabwe.

Durante algún tiempo, Plaxedes se ocultaba en granjas de día, y por la noche, dormía en la selva o con las cabras en establos. Pero los paramilitares la encontraron, la golpearon y la obligaron a desplazarse sobre sus rodillas hasta que sus rótulas se asomaron entre la carne desgarrada.

Luego, tres hombres la llevaron a un centro de tortura, donde la violaron reiteradas veces. Su voz se quiebra al relatar lo que ocurrió después: ”Hicieron una fogata y me quemaron con alambres al rojo vivo en mis partes íntimas”.

Zimbabwe está inmerso en la violencia política desde que las elecciones parlamentarias de 2000 amenazaron el dominio del poder por la gobernante Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Popular (ZANU-PF). El gobierno de Robert Mugabe respondió con una fuerte represión y militarización.

Grupos de derechos humanos documentaron graves abusos como la tortura sistemática, así como el surgimiento de una milicia patrocinada por el gobierno que aterroriza a la población en forma impune.

En los días previos a las elecciones parciales de la semana pasada, miembros del ejército, la policía y la milicia perpetraron ataques sexuales en distintos distritos de Harare, la capital.

Dos mujeres fueron violadas con el caño de un rifle. Otras fueron violadas junto a sus madres, y clientes de clubes nocturnos fueron obligados a punta de pistola a mantener relaciones sexuales entre sí, sin protección.

Estos casos apuntan a un patrón nuevo de violencia sexual.

Grupos como Amnistía Internacional y Médicos Daneses por los Derechos Humanos informaron durante 2000 y 2001 que los partidarios de la oposición eran sometidos a torturas, y 40 por ciento de las víctimas eran mujeres.

Estas eran golpeadas, desnudadas, insultadas y humilladas, aunque se denunciaron pocos casos de violación y otros tipos de abuso sexual.

Pero las violaciones de mujeres aumentaron tras junio de 2001, habitualmente frente a familiares y vecinos, lo cual implicó una tortura piscológica para toda la comunidad.

”Las milicias rasgan el tejido social”, comentó Tony Reeler, activista de los derechos humanos integrante del Instituto para la Democracia en Sudáfrica.

Una mujer del documental cuenta cómo la violaron frente a su esposo maniatado y ciego. Días después, la milicia prendió fuego a su choza y ató un alambre alrededor de la misma para impedir la fuga de sus habitantes. Ella lo cortó con unas pinzas y la familia pudo escapar, pero el esposo cayó a un aljibe y se ahogó.

”La humillación, el dolor y el terror infligido por el violador tienden a degradar no sólo a la mujer, sino a despojar de humanidad al grupo que ella integra”, señaló la organización Human Rights Watch en un informe sobre la violencia sexual durante el genocidio de Ruanda (1994).

”En todo el mundo, las mujeres son víctimas de violencia sexual en situaciones de conflicto bélico”, afirmó Human Rights Watch.

Pero en la última década surgió una nueva tendencia, y es la de convertir a la violación en un arma de guerra. Zimbabwe podría transformarse en el siguiente caso histórico después de Ruanda y la ex Yugoslavia, donde las violaciones formaban parte de la ”limpieza étnica” de la población bosnia.

La Asociación Internacional de Abogados pidió el procesamiento del presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, ante la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad.

El Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia juzgará a violadores, en una decisión histórica tendente a considerar la violencia sexual como crimen de guerra.

Mientras, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda está especialmente facultado para juzgar las violaciones como crímenes contra la humanidad y violación de las Convenciones de Ginebra.

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