Autoridades municipales de todo el mundo discutieron en esta meridional ciudad brasileña las bases para una nueva globalización, en la cual «la economía esté al servicio de las personas y no las personas al servicio de la economía», como dijo Mario Soares, ex presidente de Portugal.
Soares fue el expositor central el lunes por la noche de la inauguración del II Foro de Autoridades Locales por la Inclusión Social, que abrió el martes sus sesiones de trabajo con reflexiones que tienen como recurrente telón de fondo la crisis de Argentina.
El diagnóstico predominante entre los 1.000 delegados al foro, que incluyen a 203 jefes de gobiernos locales, es que la debacle económica argentina evidencia los aspectos más negativos de la globalización, como la exclusión social, la pobreza, la marginalidad y la concentración negativa de la riqueza.
«Sería un error poner el tema argentino como un caso focalizado», advirtió Aníbal Ibarra, jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quien intervino también en la sesión inaugural, junto a la alcaldesa de Sao Paulo, Marta Suplicy, y sus pares Bertrand Delanoë, de París, y Walter Veltroni, de Roma.
El encuentro de autoridades locales fue el preámbulo de la segunda versión del Foro Social Mundial, que comenzó el jueves y se desarrollará haste el próximo martes también en Porto Alegre, capital del estado de Río Grande del Sur.
El Foro Social Mundial se realiza en forma simultánea al Foro Económico Mundial, la cita de políticos y empresarios que tiene este año como sede a Nueva York.
Ese foro económico o de Davos, en referencia a la ciudad suiza que fuera su sede hasta 2001, también tiene como eje de sus debates a Argentina, país al cual se le dedican tres sesiones de trabajo, según explicó el ex presidente de Costa Rica José María Figueres, a cargo de la agenda de esa reunión.
Desde Porto Alegre, las autoridades municipales identificadas con corrientes políticas de izquierda y de centro-izquierda lanzan señales de alarma acerca de los efectos de la ortodoxia neoliberal, que hegemoniza al proceso globalizador a través del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Soares señaló que hoy existe una suerte de poder supremo de la mundialización, estructurado por una red de organizaciones nacionales y supranacionales, cuyo fin parece ser el lucro por el lucro mismo y que en lugar de erradicar la pobreza la está aumentando.
Al respecto, citó al ex presidente estadounidense Bill Clinton, quien admitió en un artículo escrito para el diario francés Le Monde las crecientes desigualdades en un mundo donde la mitad de su población vive en la actualidad con menos de dos dólares por día de ingresos.
«El mercado lleva a incurables desigualdades», sentenció Soares, para luego subrayar que ahora el desafío es construir una nueva globalización con rostro humano y un nuevo orden internacional más justo, a través de una lucha pacífica que fomente la paz y conduzca a un desarrollo económico sustentable.
Soares añadió que Europa tiene una gran responsabilidad en la construcción de ese nuevo orden, tras precisar que los líderes europeos de inspiración progresista que intentaron gobiernos tributarios de las experiencias neoliberales no tuvieron buenos resultados.
Por su parte, Olívio Dutra, gobernador del estado brasileño de Río Grande del Sur, dijo que en los estados, regiones, provincias y ciudades de América Latina y el mundo se abren paso nuevas propuestas de democratización, para contrarrestar la exclusión social originada por el neoliberalismo.
La participación popular, el control público de las autoridades, la atención a las demandas específicas de las personas y la solidaridad como un valor fundamental son aportes de estas experiencias locales a la construcción de un mundo más igualitario y de un modelo de sociedad diferente, señaló Dutra.
A su vez, Veltroni, alcalde de Roma, propuso que todas las autoridades locales deben presionar a sus respectivos gobiernos nacionales, sobre todo en el Norte, para que no participen en el Grupo de los Ocho (G-8) mientras no se democratice esa instancia que nuclea a los países más poderosos del mundo.
El G-8 está conformado por las siete mayores potencias industriales, como son Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón, Canadá e Italia, y por Rusia.
La inclusión en el G-8 de países de Africa y América Latina es la única garantía de que se puedan discutir en ese ámbito los grandes problemas de la pobreza, el hambre y el endeudamiento externo, apuntó Veltroni.
En tanto, el alcalde parisino Delanoë indicó que hasta ahora se ha ignorado el potencial de las comunidades locales como base sólida de nuevas formas de cooperación mutua, y abogó por situar a la solidaridad como uno de los ejes fundamentales en la construcción de un «contrapoder» a la globalización.
Delanoë reivindicó el internacionalismo de la izquierda y el fortalecimiento de sociedades y espacios multiculturales, en una perspectiva humanista y democratizadora que abra paso a una mundialización fundamentada en la cultura, la creatividad y la solidaridad y no en el afán de lucro.
¿Qué tipo de mundialización es posible? ¿Cómo regular el trabajo y proteger el ambiente si el mercado lo controla todo?, fueron algunos de los interrogantes que planteó la alcaldesa paulista Suplicy.
La dirigente política brasileña coincidió con Ibarra, en el sentido de que Argentina, el país que más se atuvo a las políticas monetarias, de apertura comercial y de desregulación indicadas por el FMI, es hoy el modelo más representativo de la inviabilidad de una globalización neoliberal.
Según Suplicy, las autoridades reunidas en Porto Alegre representan a ciudades comprometidas con prácticas de inclusión social, para las cuales la justicia debe prevalecer por sobre la exclusión y la barbarie y que se unen en el común objetivo de alterar la actual correlación internacional de fuerzas. (FIN/IPS/ggr/dm/dv/02
