Las protestas contra la próxima conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) pueden limar gran parte de las diferencias que todavía separan a las principales centrales obreras internacionales.
El 9 de noviembre, en coincidencia con la iniciación en Doha de la reunión de la OMC, se efectuará una jornada sindical mundial para demostrar la determinación del movimiento obrero de detener la «destructiva» mundialización.
La protesta es organizada por la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) y consistirá en reuniones, manifestaciones e incluso paralizaciones de tareas, que se realizarán en los lugares de trabajo de todo el mundo.
La segunda de las dos grandes centrales, la Confederación Mundial del Trabajo (CMT), decide este fin de semana en Bucarest, donde realiza su congreso internacional, la adhesión a la protesta.
Los delegados al congreso consultados estimaron que la CMT se sumará a las manifestaciones porque las dos centrales internacionales coinciden en las críticas al papel de la OMC en el proceso de mundialización.
La CIOSL, dirigida por sindicalistas socialdemócratas, no oculta su desagrado por la omisión de toda referencia a los derechos de los trabajadores en el borrador de declaración preparado por la OMC para que los ministros de comercio de sus 142 estados miembro discutan en Doha.
El secretario general de la CIOSL, Bill Jordan, se declaró disgustado por la miopía de la OMC cuando se asiste al «tremendo retroceso» causado por el sesgo con que se aplica la mundialización.
La OMC y los gobiernos deben comprender el descontento del movimiento sindical y también aceptar que las normas de funcionamiento del comercio mundial debe atender los derechos laborales y especificar las responsabilidades sociales al respecto.
El problema de los derechos de los trabajadores fue introducido en la agenda de la OMC en la conferencia ministerial de 1997, en Singapur, con la intención de condicionar las relaciones comerciales al cumplimiento de las normas básicas establecidas en los convenios laborales.
La iniciativa, apoyada por la mayoría de los sindicatos y por algunos países industrializados, encontró la oposición de los países en desarrollo, temerosos de que esa vinculación entre comercio y normas laborales oculte objetivos proteccionistas.
Pero los sindicatos también reprochan a la OMC por el papel que desempeña en el proceso de mundialización junto con otras instituciones internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El secretario general de la CMT, Willy Thys, sostuvo en un mensaje al congreso de su central que el gobierno de la mundialización actual no es democrático y está orientado a favorecer la minoría de los más poderosos.
La CMT recordó su participación en las protestas de los movimientos sociales en los últimos años, que «han provocado una crisis de legitimidad» de las instituciones que dirigen la mundialización.
Thys y Jordan examinaron el acercamiento entre las dos centrales con miras a una acción común. El dirigente de la CMT observó que sus relaciones atravesaron periodos de cooperación alternados con momentos de fuerte tensión.
La CMT desecha la fusión propuesta por la CIOSL porque predominaría el mayor desarrollo de la central socialdemócrata.
En cambio, los dirigentes de la CMT proponen una acción global para reconstruir un nuevo movimiento social de trabajadores que sirva de referencia a todas las organizaciones sindicales del mundo.
Una protesta universal el 9 de noviembre puede lograr de manera espontánea la unidad de acción de las centrales, pronosticaron dirigentes que pidieron no ser identificados.
Bill Jordan habló el miércoles ante el congreso internacional de la CMT, en un mensaje que se consideró de despedida pues su mandato concluirá en noviembre.
Su reemplazante será, probablemente, Guy Ryder, actual jefe de gabinete del director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Juan Somavía. (FIN/IPS/pc/mj/lb/01
