(Arte y Cultura) CUBA: Manic Street Preachers, la salvación del rock

El grupo británico Manic Street Preachers logró en pocas horas en Cuba, con su música y su discurso solidario, librar al rock de todas las acusaciones de que fue víctima en este país desde comienzos de los años 60.

El trío, nacido como un cuarteto en 1981, llegó a la isla para presentar su último disco «Know Your Enemy» (Conozca a su enemigo), en un concierto que reunió a 5.000 espectadores en el teatro Karl Marx, de La Habana.

Manic Street Preachers, también conocidos como «la banda del pueblo» y los «marxistas de la clase obrera», desplegaron en el escenario una bandera gigante de Cuba, quizás la más grande que se haya visto en un escenario en este país.

En un gesto imposible de imaginar hace unos años atrás, el presidente Fidel Castro acudió a la velada, aplaudió de pie una canción dedicada a Cuba, conversó con los músicos tras bastidores y los invitó a la inauguración de una escuela de arte.

Los músicos de origen galés expresaron el viernes, en una conferencia de prensa en la capial cubana, que su presentación sería un «gesto de solidaridad» con la isla, y que si Castro asistía a su concierto sería «el mayor honor» de sus vidas.

El gesto de Castro, más que en honor a esta banda considerada una de las más cotizadas de Europa en la última década, fue interpretado como parte de una nueva política oficial.

El gobierno cubano lanzó a fines de 1999 una campaña por la masificación de la cultura, con la divulgación de música, plástica, literatura y en el campo de la educación, incluido un proyecto titulado universidad para todos.

Clases de idioma inglés y español, de literatura, de historia y de otras disciplinas se transmiten por la televisión estatal.

El mandatario, quien se mantuvo durante años bastante apartado de la vida cultural cubana, ha asistido en los últimos meses a casi todas las inauguraciones y clausuras de distintos eventos y a espectáculos.

Sin embargo, su asistencia al concierto de Manic Street Preachers sorprendió tanto como su presencia el 8 de diciembre en la inauguración en un parque de La Habana de un monumento a John Lennon.

«Que el mismo presidente de la isla venga a este concierto es realmente una revolución», dijo Gil Pla, cantante del grupo de rock cubano Joker, quien estaba entre el público, en su mayoría invitados.

«Se han dado cuenta que el rock también es cultura», dijo Gil, quien recordó que los rockeros siempre habían sido catalogados en Cuba «como antisociales».

Los Beatles estuvieron prohibidos en este país hasta mediados de los años 60 y todo lo que se asociara al rock era considerado la cultura del enemigo, mientras que los cubanos que gustaban de ello fueron acusados de «desviación ideológica».

El concierto de Manic Street Preachers incluyó temas de géneros distintos como trash, heavy metal, funky y baladas, entre ellas una titulada «Baby Elian», en referencia al niño cubano Elián González que fuera retenido en Estados Unidos durante siete meses contra la voluntad de su padre residente en Cuba.

La canción critica el control estadounidense sobre los medios de comunicación, dice que «América es el parque del diablo» y llama a no quedarse «sentado en una mecedora si quieres construir una revolución».

Nicky Wire (bajista), James Dean Bradfeld (guitarra y cantante) y Sean More (baterista), en una parte de la presentación, invitaron a tocar al trompetista cubano Yasek Manzano, perteneciente al grupo cubano Bellita y su jazz Tumbatá.

La actuación del grupo fue considerada por la prensa especializada como el más importante espectáculo de rock realizado en el país desde la presentación en 1979 de Weather Report y Billy Joel, también en el teatro Karl Marx.

«Nos hacía falta esa dosis de rock en vivo y en directo. Nada que ver con las edulcoraciones globales que se reparten por el mundo», escribió Pedro de la Hoz, comentarista cultural de Granma, diario oficial del gobernante Partido Comunista.

Con anterioridad al nuevo disco, cuyo lanzamiento mundial comenzó en Cuba, Magic Manic Street Preachers lanzó al mercado los discos «Suicide Alley», «The Fanzine Hopelessly Devoted» y «New Art Riot», «Everything must go» y «Generation terrorist».

Las dos últimas producciones los colocaron a la cabeza del mercado británico y afianzaron su fama de «chicos malos» y de izquierda, que cuentan las cosas que casi nadie quiere escuchar, como la vida actual en los ex países socialistas de Europa.

Estos músicos surgidos del movimiento Punk, que mostró inconformidad al excesivo gasto de las celebraciones por el 40 aniversario de la Corona británica, mantuvieron en La Habana su proverbial actitud antiestadounidense y en favor de Cuba.

«Creo que Cuba ha luchado mucho por su independencia y sigue luchando por ella, y es un buen ejemplo de lo que es estar en contra de la americanización de la cultura», dijo Bradfield a la prensa antes del concierto.

El bajista Wire afirmó que el punk es, más que un estilo, «una forma de vida» contestataria, y uno de los tantos admiradores que siguieron al grupo desde Gran Bretaña hasta Cuba calificó a la isla como «the land of the punks» (la patria de los punks). (FIN/ISP/da/dm/cr/01

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