FORO SOCIAL MUNDIAL: Renace sueño de un mundo mejor

El sueño de un mundo mejor pareció renacer en los seis últimos días en los amplios salones de la Universidad Católica de esta ciudad de Brasil, aunque para hacerlo realidad será necesario subvertir la economía actual y promover una gran transferencia de ingresos del Norte al Sur.

En el Foro Social Mundial (FSM) que concluyó el martes en Porto Alegre, capital del meridional estado de Río Grande del Sur, hubo poco espacio para realismo y ninguno para escepticismo, pese a la fuerte dosis de utopía.

No quedaron dudas allí de que «otro mundo es posible», según la consigna que indica rechazo a la situación actual y a la vez el compromiso de diseñar alternativas factibles.

Las duras críticas a la visión aritmética de un mundo dominado por las finanzas no impidieron que el éxito del encuentro se midiera en números.

Los organizadores destacaron la presencia del doble de los 10.000 participantes previstos, la concreción de unos 400 paneles y talleres, el debate de miles de ideas, una diversidad casi caótica y la repercusión en centenares de periódicos de todo el mundo.

Los reclamos que alterarían el orden económico, y por eso suenan más movilizadores, son la cancelación total de la deuda externa del Sur en desarrollo y la imposición de la Tasa Tobin, un tributo sobre las transacciones financieras internacionales que alcanzan hoy a dos billones de dólares diarios.

La aplicación de ese impuesto, que recoge el nombre de su impulsor el premio Nobel de Economía James Tobin, representaría centenares de miles de millones de dólares cada año destinados al desarrollo de los países pobres.

Reivindicaciones menos definidas, como un «comercio justo» y la «deuda ecológica» que tendrían que pagar los países ricos, contribuirían también a revertir el drenaje de recursos de los países en desarrollo hacia el Norte, abriendo la posibilidad de reducir la desigualdad.

Los argumentos en favor de esas medidas de impacto global se basan en diagnósticos comunes y dramáticos. Los países del Sur deben hoy dos billones de dólares, cuatro veces lo que debían en 1980, aunque hayan pagado seis veces su valor inicial.

Ese proceso duplicó la diferencia entre los más ricos y los más pobres en el mundo.

En México, 70 por ciento de los 100 millones de habitantes son pobres y 25 millones están en la miseria absoluta, señaló el líder opositor Cuauhtemoc Cárdenas. En todas partes, incluso en países ricos, aumentó el desempleo, el trabajo precario y la desigualdad social.

El Foro Social Mundial, que convocó a 4.700 delegados de 117 países, representando a miles de grupos no gubernamentales, sindicatos, movimientos sociales y políticos, reveló varios otros consensos en medio de la pluralidad de ideologías, intereses y áreas específicas de actuación.

Uno de los más amplios de estos consensos fue el veto a los productos transgénicos, porque involucra tanto a los preocupados con los riesgos ambientales como a los defensores de la salud de los consumidores y a los campesinos que luchan contra la monopolización de semillas por pocas empresas transnacionales.

También el libre comercio y las privatizaciones merecieron el repudio general, como factores de desempleo, más desigualdad y menos acceso a los servicios públicos.

El FSM no es decisorio, sino un proceso abierto de formulación de alternativas y articulación de acciones, que también busca intensificar el movimiento de resistencia a la «globalización neoliberal».

Esa resistencia se expresó en las protestas que convirtieron reuniones del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial y de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en grandes operaciones policiales.

Otras propuestas de aceptación general contemplan desde abrir las fronteras a los trabajadores a considerar agua y semillas como patrimonio de la humanidad, por tanto libre de privatización incluso vía compra de patente.

Pero se presentaron también caminos e ideas divergentes.

Se expresó un creciente clamor mundial contra los subsidios agrícolas que bloquean los mercados de países ricos y deprimen los precios de las principales exportaciones del Sur.

Sin embargo, los agricultores pobres, representados por la organización internacional Vía Campesina, decidieron actuar contra la importación de alimentos, que perjudica su actividad.

La «agricultura no es un negocio» y los alimentos no deben ser tratados como mercancías, son un derecho humano, argumentaron dirigentes del movimiento, como el brasileño Egidio Brunetto, el hondureño Rafael Alegría y el francés José Bové.

La división entre radicales y moderados se manifestó, por ejemplo, entre los que proponen la extinción del FMI, del Banco Mundial y de la OMC, como el filipino Walden Bello, y los «realistas» que defienden su reforma, como el economista brasileño Luciano Coutinho.

La mirada más utópica de unos, con metas de larguísimo plazo, contrasta con las urgencias de otros, como los movimientos por la paz en Colombia.

Un ejemplo de los primeros son los defensores del Ingreso Mínimo universal, como un derecho de todos y durante toda la vida, rompiendo con la cultura dominante que considera que sólo el trabajo legitima una remuneración.

Por detrás de muchos planteos sigue la dicotomía entre la vía revolucionaria, que supone la toma del poder estatal por fuerzas populares, y los que creen en cambios acumulativos por la profundización de la democracia, con participación.

Todos ahora sólo se refieren a la «sociedad civil», pero ella sigue dividida en clases, recordó el francés François Houtart.

Los franceses muestran una particular preocupación por las palabras utilizadas y un ejemplo de ello es que se destacan por hablar de mundialización, rechazando el término globalización.

El filósofo Patrick Viveret criticó también el uso generalizado de «neoliberalismo» para referirse al que denomina «capitalismo financiero e informacional».

Hay que «reconstruir el lenguaje» como resistencia a la dominación cultural, enseñó Armand Mattelar, belga, pero también francófono.

De todos modos, el FSM fue importante por elevar el debate sobre los problemas de la humanidad, contribuyendo a superar «la pobreza política, que es la causa de la pobreza económica y social», evaluó Victor Baez, dirigente de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores.

El aislamiento y la desinformación sobre las opciones posibles en las sociedades en desarrollo impiden la posibilidad de participar mejor en las decisiones que pueden reducir las desigualdades, explicó.

Para el físico español Mario Negre Rossignoli, militante por la abolición de «la esclavitud del siglo XX», o sea la deuda externa, el FSM es fundamental no tanto por generar ideas, que ya son muy numerosas, sino por «incrementar las redes, el tejido internacional» de grupos sociales que luchan por mundo mejor. (FIN/IPS/mo/dm/dv/01

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