AGRICULTURA-INDIA: Nuevas técnicas enriquecen a los campesinos

Las rosas le dieron más ganancias a Basavanna, un campesino pobre de la aldea de Devenhalli, en el sur de India, que el «ragi», el grano duro que su familia cultivó durante generaciones.

«Gané cuatro veces más el año pasado cultivando rosas que plantando cualquier otra cosa en mi pequeño lote de terreno. Pude pagar mis deudas y mantener a mis hijos en la escuela», dijo.

El optimismo cunde en los hogares rurales que rodean Bangalore, capital del estado de Karnataka que ahora ocupa un lugar prominente sobre el mapa global de la tecnología informática.

La globalización tambien toca las puertas de caseríos como Devenhalli. Sus efectos pueden verse en las hileras de invernaderos armados de metal cubiertas de polietileno traslúcido y con aire acondicionado, llenas de claveles destinados al mercado local e internacional.

Gladiolos, rosas y otras flores con gran demanda en Europa y Asia oriental traen la prosperidad a campesinos pobres como Basavanna, quien tiene un contrato para suministrar flores a una gran empresa de Bangalore con compradores en Estados Unidos, Holanda, Israel y Japón.

«Es mucho más de lo que hubiera conseguido cultivando ragi. Espero que el negocio continúe», dijo.

También hay riesgos. Las firmas exportadoras pueden rechazar, y sin pagar compensación alguna, toda una cosecha de flores si no consigue cumplir severas normas internacionales de calidad.

Los floricultores tambien están ligados por contrato y no pueden vincularse con otros exportadores, pese a que se les permite vender localmente las flores rechazadas antes de que maduren.

Una alternativa para los campesinos es llevar sus flores a las subastas matutinas diarias de la Corporación Agroindustrial de Karnataka (KAIC), donde los exportadores hacen ofertas. Allí, la aguerrida competencia asegura las ventas.

Fue en las subastas de Bangalore donde la tecnología informática comenzó a influir en la vida de los campesinos transformados en floricultores, en especial desde 1999, cuando el tradicional sistema de KAIC de vocear las ofertas se hizo digital.

La digitalización de las ventas llevó la facturación del negocio de las flores de 50.000 dólares en 1998 a más de medio millón anual en la actualidad.

«Planeamos facilitar la horticultura y otros agroproyectos», dijo T.D. Raghunandan, director de la KAIC.

Entre las innovaciones impulsadas por KAIC figuran los criaderos de avestruces. Esa actividad es nueva en India, pero ya enriqueció a granjeros en Sudáfrica que venden su piel para fabricar botas de gran calidad.

Según el economista indio M.N. Panini, un estudioso de la agricultura de Karnataka, la globalización trajo enormes ganancias a los campesinos. «Los granjeros ahora confían en que la agricultura puede ser muy rentable y no quieren depender del apoyo del gobierno para proteger sus intereses», dijo Panini.

La agencia especializada de la Organización de las Naciones Unidas consideran que las fuerzas de la globalización pueden ser usadas para afrontar la pobreza rural en países en desarrollo.

«Los grandes flujos comerciales y las inversiones han creado nuevas oportunidades globalmente», señala el informe del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA) sobre Pobreza Rural 2000-2001, que será difundido en la sede neoyorquina de la ONU en febrero.

Según el FIDA, creado hace 20 años por la ONU para combatir el hambre y la pobreza en todo el mundo, tres cuartas partes de los pobres del mundo viven en áreas rurales de naciones en desarrollo. Mejorar los ingresos rurales es la clave para elevar su nivel de vida, indicó.

Las nuevas prácticas de cultivo en Karnataka, ligadas a la nueva globalización, ayudaron a campesinos desprovistos de tierras, que figuraban entre los más pobres de India y ahora comienzan a imponer sus ideas en materia de salarios y condiciones de trabajo.

Antes, esos campesinos debían trabajar en condiciones inhumanas para terratenientes feudales por escasas raciones de comida. Ahora trabajan en las granjas de flores de grandes propietarios vinculados con compañías que apelan a modernos métodos laborales.

«Ningún peón viene al trabajo antes de las ocho de la mañana ni permanece en los campos despues de las dos de la tarde, a menos que se le pague horas extra», señaló Panini.

«Trabajar en floricultura es prestigioso para un trabajador ordinario, porque se trata de un empleo seguro todo el año en una moderna atmósfera fabril, con relaciones impersonales, de modo que las relaciones de casta se tornan irrelevantes», acotó.

La floricultura, como la practican las grandes firmas exportadoras, requiere trabajo intensivo. Según cálculos oficiales, esta actividad emplea más de 100 personas por hectárea.

Los floricultores, en especial las mujeres, desarrollan tareas como regar, rociar con fertilizantes e insecticidas, sembrar y mantener la temperatura y humedad, además de cosechar las flores.

Como los expertos en floricultura invaden Bangalore para asesorar a los granjeros, surgieron hoteles en las aldeas de los alrededores, generando nuevos empleos para los lugareños.

Carteles a los costados de las carreteras señalan las granjas de flores para que las encuentren a los vendedores de semillas, de fertilizantes y hasta de lombrices de tierra importadas de Filipinas.

No obstante, Panini hizo un llamado a la cautela. La globalización ayudó a los campesinos, pero también los expuso a los fracasos.

Los floricultores deben comprender que ahora tienen mucho más para perder que antes en caso de fracaso en los mercados o de condiciones comerciales mundiales adversas, explicó. Panini recordó la ola de suicidios de campesinos que cambiaron cereales por algodón y se vieron endeudados cuando falló la cosecha.

«La globalización puede traer prosperidad, pero también riesgos que el gobierno debe contemplar para ayudar a los campesinos en caso de coyunturas adversas», explicó.

«También es necesario asegurar que la floricultura, con todos sus fertilizantes e insecticidas, no dañe permanentemente el terreno», agregó. (FIN/IPS/trad-eng/rdr/mu/ego/mj/dv/01).

(Este despacho integra una serie de artículos de IPS sobre pobreza rural en países en desarrollo, con el apoyo del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola

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