(Arte y Cultura) LITERATURA-CHILE: Michel Bonnefoy, la audacia de ser reflexivo

El editor Carlos Veiga, al lanzar en esta capital la versión portuguesa de «El desgano de un hombre ocupado», subrayó que lo había cautivado la «atmósfera onettiana» de la novela del chileno Michel Bonnefoy. ¿Elogio o advertencia?.

Ser comparado con el uruguayo Juan Carlos Onetti, un icono de la literatura de América Latina, complació a Bonnefoy.

Onetti es «el más profundo de los escritores latinoamericanos, un narrador de universos propios, de mundos interiores, como (William) Faulkner o (Ernesto) Sábato», dijo Bonnefoy a IPS.

Por eso, el elogio de Veiga constituye una advertencia. A través de los textos de Bonnefoy lectores y lectoras no se tropezarán con personajes pintorescos, melancolías tropicales, olores selváticos ni los dramas tan brutales como ajenos de abandono y miseria en el Sur, sino con una parte de sí mismos.

Porque «El desgano de un hombre ocupado» es una historia de soledades, hedonismo y abandonos de aquí y ahora, que transcurren en una casa fantástica que bien podría ser la corteza cerebral de una clase media urbana agobiada por presiones que raramente llega a entender y menos controlar.

En eso radica también la audacia del editor. Desde que el colombiano Gabriel García Márquez cautivó al mundo, de los escritores latinoamericanos se espera en Europa una prosa deliciosa y sensual, un espectro diferente, más vital que el propio, pero siempre romántico y lejano.

Autores como Carlos Fuentes, Luis Sepúlveda, Alfredo Bryce, Isabel Allende o Mario Vargas Llosa llenan plenamente esta expectativa, con magistrales retratos de una cultura y una época que contrastan con el destino aparentemente ya escrito en que nacen, viven y mueren los ciudadanos de Europa occidental.

Pero el libreto global del nuevo siglo se está escribiendo para todos, en todos los idiomas, con su uniformidad de consumos y ansiedades. Ya pocos en América Latina o Africa se consideran portadores de otra esperanza que no sea llegar algún día a parecerse a Estados Unidos o Europa.

Elisabete Brito, directora de la Casa de América Latina en Lisboa, dijo que la novela de Bonnefoy traza un camino de solución de las crisis urbanas a través del reencuentro individual con la ternura.

Sin embargo, el marco brutal en que se desenvuelve la historia deja poco espacio para tales optimismos.

Bonnefoy cuenta que se inició en la literatura como quien asume un deber político. Tras sufrir el arresto y la tortura después del golpe de Estado de Augusto Pinochet en 1973, el joven estudiante partió exiliado a París imaginando un rápido retorno salpicado de violencia revolucionaria.

Escribió entonces, con el pseudónimo de Ilario Da, una novela instrumental, «Relato en el frente chileno», que narra su corto, pero traumático calvario en los centros de tortura del régimen militar, y también el mundo idealizado, y por aquella época falso, de una vigorosa resistencia popular.

Pero el Bonnefoy que escribió «El desgano de un hombre ocupado» (Editorial Lom, Chile, 1998) ya había pasado, como muchos de su generación, más de la mitad de su vida fuera de su país, y había asimilado realidades tan contrastantes como las de París y Caracas, mientras caían los símbolos de la rebeldía de entonces.

Ilario Da quedó en el camino y Michel Bonnefoy comenzó a firmar con nombre propio sus trabajados textos, que su traductor, el escritor portugués Luís Filipe Sarmento, calificó de excepcional la semana pasada, en una avalancha de elogios que dejó poco espacio al autor para resaltar su trabajo.

Bonnefoy es el tercer escritor chileno que desde el último año lanza en Lisboa una versión en idioma portugués. Antes que él lo hicieron Francisco Coloane, quien registra un enorme éxito de librería en toda Europa, y Pablo Azócar, que presentó su libro- reportaje titulado «Pinochet: epitafio para un tirano».

Azócar, con ritmo e ironía, documenta una a una las mediocridades de un dictador que si bien llegó al poder sin convicción y a tropezones, luego demostró un talento ejemplar en la administración del sufrimiento.

Pero, pese a las excelentes críticas en Lisboa y Santiago, el «epitafio» es difícilmente la obra cumbre de Azócar.

Novelas como «Natalia» o «El hombre que apareció de espaldas», editadas por Alfaguara, llenas de la experiencia de vagabundos y exiliados, se adentran en las profundidades de personajes que podrían vivir en Madrid, Johannesburgo o Bangkok, y hasta entre la muchedumbre depresiva de Santiago de Chile.

La editorial Teorema, de Lisboa, asumió con Bonnefoy el riesgo inusual de lanzar una novela reflexiva, sin nacionalidad, sin nombres exóticos, sin dictadores ni insurgentes. Sólo un hombre que extravía a un hijo obsesionado con la muerte y que, dice su autor, sólo «invita a pensar».

Bonnefoy espera que esta experiencia abra paso a su último libro, «Vienen del miedo», lanzado en Chile este año por Lom, en el que explora la indefensión de una persona común —un contador, casado y con dos hijos— frente a los fantasmas que controlan su vida representados por una organización secreta.

La esperanza del escritor chileno, como la de muchos otros, radica en que el mercado literario portugués tolere y abrace a un latinoamericano que viene de un conocido frío urbano, no del ajeno trópico rural. (FIN/IPS/ak/dm/cr/00

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