"El Origen de las Especies", de Charles Darwin, "Lolita", de Vladimir Nabokov, e innumerables libros sobre casi cualquier tema se pueden encontrar en las calles de la capital de Sri Lanka, y a precio ínfimo.
Los vendedores de libros de segunda mano de Colombo son eclécticos, y tienen temperamentos y procedencias tan variados como las obras que venden.
La existencia de esos libreros es tan precaria como sus libros descoloridos por el sol, y siempre librados a los azares del clima, la policía y las autoridades municipales.
La policía es más tolerante con este tipo de vendedores callejeros que con el resto de los ambulantes, que ofrecen desde relojes imitación Swatch, hasta juguetes de plástico por las calles repletas de peatones.
Las lluvias de este año, inusualmente abundantes, fueron muy molestas, pero los vendedores de libros permanecieron tenaces, abriendo y cerrando cajas entre aguacero y aguacero.
Sarath, de 36 años, que vende sus libros bajo un árbol, era camarero de un hotel cinco estrellas hasta que renunció para trabajar en forma independiente.
Se convirtió en librero ambulante por falta de capital, y sostiene que al menos tiene familiaridad con los libros, ya que es un ávido lector desde la infancia.
Mohammad Nazeer no sabe su edad, supone que ronda los 51 años. A diferencia de Sarath, que sabe leer y hablar inglés, Nazeer sólo puede firmar su nombre en esa lengua. Pero adivina y calcula el valor de los libros "por su apariencia".
El puesto de Ariyadasa, de 52 años, está ubicado entre un cerrajero y un zapatero. No quiere hablar sobre su origen, pero cuenta que era empleado del Departamento de Educación y perdió su trabajo tras la huelga general de 1982.
Ariyadasa lee mucho y habla un inglés fluido, pero no tiene paciencia con los clientes que intentan regatear.
El más erudito de los libreros ambulantes de Colombo es Balasundaram, de 58 años, que se encuentra en la calle Colpetty. Su abuelo era granjero, uno de los pocos terratenientes de la minoría étnica tamil.
Pero Balasundaram huyó joven de su casa, y terminó siendo ayudante de un librero de la capital, en la década del 60. Al morir su mentor, se instaló por su cuenta, y ahora tiene un gran caudal de clientes que revisan y compran lo que encuentran en sus cajas.
Estudiantes, investigadores y amantes de la lectura conforman la clientela de Balasundaram. Incluso los oficinistas pasan por su puesto al entrar o salir del trabajo.
Las calles de Colombo ofrecen una sorprendente variedad de materiales de lectura, tanto en libros como en revistas.
Las librerías se llenaron de libros importados de páginas satinadas desde que Sri Lanka empezó a abrir su economía al resto del mundo.
Un libro publicado por una editorial de Occidente, ya sea un clásico o una novela de suspenso, cuesta entre cinco y 10 dólares, lo cual es muy caro para un administrativo, que gana menos de 100 dólares por mes.
Una rápida revisión de los títulos de los puestos callejeros descubrió las obras completas de Raymond Chandler, "El mundo según Garp", de John Irving, "Una cuestión personal", de Kenzaburo Oé, "Budismo", de Christmas Humphries, "El sentido del arte", de Herbert Read, y "Sobre la fotografía", de Susan Sontag, entre otros libros.
También hay revistas. Los últimos números de las estadounidenses Time, Asiaweek y National Geographic se vendieron a precios ínfimos.
El número de National Geographic de julio, que a los suscriptores les cuesta nueve dólares, se vendió a la cuarta parte en la calle, y ediciones anteriores se podían comprar a un dólar o menos.
Pero las más vendidas son las revistas de India, como Sportstar, Femina y Filmfare, a la tercera parte del precio de tapa.
Hay para todos los gustos en los puestos callejeros de libros de Colombo, y aunque la mayoría son en inglés, también se encuentran en francés, sinhala, alemán, italiano, japonés, ruso, y tailandés. Sólo una biblioteca podría rivalizar con esa oferta. (FIN/IPS/tra-en/sg/an/cr/ceb/aq/cr/99
