ARGENTINA: Por ley, los hombres no pueden ser parteros

La discriminación de mujeres que tenían vedado el ingreso a empleos o carreras "masculinas", denunciada en los últimos años en Argentina, tuvo contracara esta semana en la prohibición a un hombre de desempeñar una actividad "femenina": la de partera.

Los estudios para la profesión de obstétrica duran cuatro años en Argentina y se pueden cursar en varias universidades. Se trata de un oficio paramédico que ejercen sólo mujeres egresadas como parteras o comadronas, sin equivalente masculino.

Cien por ciento de las 1.400 personas que eligieron seguir estos estudios son mujeres.

Hasta ahora se habían denunciado casos de mujeres aisladas que se vieron impedidas de acceder a una carrera u oficio masculino. Por ejemplo, una mujer que estudió para ser árbitro de fútbol, pero no fue aceptada por la Asociación de Fútbol Argentino para intervenir en partidos de primera division.

El caso de Daniel Brandy, que se topó con una ley de 1967 que reserva la carrera de partera a las mujeres, causó impacto en los grupos feministas, no sólo porque entraña una discriminación de género, sino porque descorre el velo de un ámbito en el que abundan los prejuicios: el entorno de la atencion al embarazo y al parto.

Porque así como las comadronas son exclusivamente mujeres, el 80 por ciento de los médicos obstetras -los que están autorizados legalmente a asistir a la mujer durante el embarazo y el parto- son hombres, que se apoyan cada vez más en la tarea de las parteras, sus subordinadas.

Muchas atienden a la parturienta hasta el momento en que el recién nacido asoma la cabeza y sólo resta ayudarlo a salir del útero materno.

"Los médicos saben que si estamos nosotras ellos pueden venir a última hora, y hay veces en que prácticamente solas llevamos adelante la sala de maternidad", confió a IPS una partera que optó por el anonimato.

Mientras, María José Lubertino, directora del Instituto Social y Político de la Mujer, sostuvo que el caso de Brandy -a quien no sólo se le niega el oficio, sino el acceso a los cursos- "es una demostracion cabal de que vivimos en una sociedad sexista, en la que hombres y mujeres tenemos papeles asignados en base a prejuicios".

La ley que impide a Brandy ingresar a la carrera reza que "el ejercicio de la obstetricia queda reservado a las personas de sexo femenino que posean el titulo universitario de obstétricas o parteras", una norma que, según explican profesores universitarios, está basada en la tradición y el cuidado del pudor femenino.

Sin embargo, este fundamento queda desmentido al advertirse que la mayoría de los médicos que asisten a la embarazada son hombres y que, inclusive, segun explicó Lubertino a IPS, hay una cultura tendente a identificar al médico obstetra varón como persona "mas confiable" que la mujer que desempeña el mismo papel.

"Las mujeres también fuimos educadas en esta misma sociedad sexista que nos lleva a creer que los médicos hombres se desenvolverán mejor en el parto, y que las mujeres, en cambio serán eficientes como asistentes de los médicos, conteniendo afectivamente el trance que atraviesa la mujer", dijo Lubertino.

Asimismo, la directora de la carrera obstétrica en la Universidad de Buenos Aires, Mirta Rodríguez, sostuvo que la Organización Mundial de la Salud define a la actividad de la partera como "un hecho ancestralmente femenino".

Para la antropóloga Ana González, el caso no es discriminatorio del hombre, sino de las mujeres, en la medida en que históricamente, los partos pasaron de la órbita de las comadronas al poder médico masculino.

"La carrera obstétrica está socialmente desvalorizada, consagra el papel subordinado de la partera frente al poder del médico y se presenta como una prolongación de los atributos domésticos femeninos", afirmó González en su artículo "La profesion obstetrica: Género y subordinación".

El Instituto Nacional contra la Discriminación y el Racismo y el Foro de Organismos no Gubernamentales que Luchan contra la Discriminación advirtieron que la prohibición impuesta a los varones para la carrera se basa en una ley violatoria de la Constitución y el damnificado puede presentar un recurso de amparo ante la justicia.

Lubertino ofreció asesoramiento legal a Brandy para ese amparo y consideró que el caso demuestra que los prejuicios sexistas no solo afectan a las mujeres.

"Los hombres también son víctimas de esta sociedad, que todavia sigue reclamando al Estado politicas activas que nos ayuden a romper con los estereotipos", agregó. (FIN/IPS/mv/ff/hd/98

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