TIBET: Película de EEUU rodada en clandestinidad enfurece a China

Tibet es uno de los temas favoritos de los cineastas de Estados Unidos. Pero el gobierno de China no tiene el mismo gusto y asegura que esas películas, en especial una filmada de forma clandestina en ese territorio, son engañosas.

«Windhorse» («Caballo de Viento»), filmada en parte en Tibet y Nepal, fue la tercera producción estadounidense dedicada a retratar la controvertida situación en ese territorio, pocos meses después de los estrenos de «Siete Años en el Tibet» y «Kundun».

Las autoridades de China pidieron la cancelación del estreno de «Windhorse» en Washington. La película, dirigida por el premiado cineasta Paul Wagner, fue rodada en forma clandestina en Tibet y Nepal, dirigida por el premiado realizador Paul Wagner.

Un portavoz de la embajada de China en Washington dijo que la película pretende difamar la política de Beijing hacia Tibet, donde grupos disidentes presionan para obtener desde una verdadera autonomía hasta la independencia total del territorio.

El vocero chino dijo que este filme no contribuirá a que los estadounidenses «comprendan a cabalidad» la realidad de Tibet, y por ese motivo solicitó que fuera retirada del programa del Festival Internacional de Washington, realizado hace una semana.

Las autoridades chinas no tuvieron en cuenta el «realismo político» que permitió a «Windhorse» obtener los premios a la mejor producción independiente y al mejor director en el festival californiano de Santa Bárbara, en marzo.

El diario gubernamental China Daily también arremetió contra las películas estadounidenses sobre Tibet y atribuyó a los realizadores de «Windhorse» la intención de «engañar a los espectadores» y de «agredir los sentimientos de una nación».

La llegada de esta película a los cines se produce poco antes de la visita del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, a China en junio.

La trama de «Windhorse» transcurre en 1996 y muestra la vida de tres jóvenes tibetanos en busca de la realización personal en medio de un choque cultural con China, cuyas autoridades denominan al territorio Región Autónoma de Tibet.

Dolkar es una cantante de música disco a punto de convertirse en estrella con ayuda de su novio chino. Su hermano Dorjee, bebedor y haragán, se convierte al nacionalismo tras conocer a un turista estadounidense que habla tibetano. Y su prima, la monja budista Pena, es detenida y torturada por sus creencias.

Las vidas de estos tres tibetanos son diferentes, pero tienen como telón de fondo la lucha por preservar la cultura tibetana y la libertad política tras 40 años de ocupación china.

Wagner, que considera la película como una obra de «realismo político», dijo que recupera la vieja tradición de recurrir a actores aficionados que viven en el escenario de la filmación basada en hechos políticos actuales.

Una de las particularidades de esta producción es que numerosas escenas fueron rodadas en Tibet en la clandestinidad. Para evitar represalias políticas, muchas personas que trabajaron en la producción aparecen en los créditos con la frase «nombre reservado».

El equipo también se vio obligado a ocultar el tema de la película mientras se rodaba en Nepal, por temor a que las autoridades de ese país detuvieran la producción por considerarla «delicada» para las relaciones con su poderoso vecino.

Las autoridades nepalesas pidieron revisar el material ya filmado, pero la mayor parte de las escenas ya habían sido rodadas y enviadas fuera de ese país unos días antes.

Casi todo el reparto y el equipo de producción era tibetano, sin experiencia anterior en cine.

Pero las autoridades chinas no se dejan impresionar por la calidad de las producciones estadounidenses. Hace algunos meses, en Beijing se lanzó un contraataque contra «Siete Años en el Tibet», que, según sus detractores, presenta hechos falsos.

China Daily publicó una extensa entrevista con Ngapoi Ngawang Jigme, el político tibetano que firmó con Mao Zedong la controvertida anexión a China, hoy vicepresidente de la asamblea consultiva regional.

Jigme es también uno de los personajes del libro «Siete Años en el Tibet», escrito por el montañista austríaco Heinrich Harrer, base de la película protagonizada por el actor Brad Pitt.

El dirigente dijo que la película no es fiel a los hechos, fuera de algunos aspectos triviales como las clases de inglés del Dalai Lama. Jigme aparece retratado en una escena en la cual le envía una túnica a Harrer.

«Nunca pasó. Jamás se me hubiera ocurrido pues entre nosotros nunca hubo ese tipo de relaciones», aseguró el dirigente.

Harrer conoció a Jigme en una fiesta en un parque de Lasha en 1948, y luego visitó la casa del dirigente tibetano un par de veces. «Hablamos de cosas triviales, y no tratamos asuntos políticos», aseguró Jigme, quien considera la película «un ataque personal» con escenas inventadas.

Cuando se le preguntó por qué firmó el acuerdo con Mao, Jigme dice que si 400 millones de chinos de entonces «podían hacer su vida después de que el Partido Comunista tomó el poder, ¿por qué no iban a tener el mismo derecho a la vida un millón de tibetanos?».

Jigme recordó que en 1949 se retrataba a los comunistas en Lasha como asesinos de monjes, incendiarios de monasterios, saqueadores, violadores e incluso caníbales. «Si los comunistas hubieran sido así, no creo que los chinos los hubieran aguantado», argumentó.

Para la oposición tibetana, en cambio, estos 40 años de dominación china son motivo de creciente impaciencia y surge una tendencia a recurrir a la violencia. A fines del mes pasado, un manifestante tibetano se prendió fuego en Nueva Delhi y murió.

El líder espiritual de Tibet, Dalai Lama, exiliado en la ciudad india de Dharamsala, dijo que hasta ahora logró persuadir a la oposición tibetana de dejar de lado la violencia. Pero también advirtió que entre ellos «crece la sensación de frustración y urgencia». (FIN/IPS/tra-en/ab/js/lc/ip cr/98

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