Con una austeridad propia de tiempos de crisis, la industria cinematográfica mexicana premió a las mejores películas del año. Según advirtieron los realizadores, quizá sea la última vez que se organiza el otrora ostentoso y publicitado acto.
Sin la competencia, el interés ni el suspenso de años pasados, la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas entregó la noche del miércoles por 39 ocasión los premios Ariel, instituidos en 1946, cuando el cine local vivía su llamada época de oro.
En una ceremonía rápida, con muchas butacas vacías y reclamos de apoyos financieros, la Academia se reunió en el Palacio de Bellas Artes de la capital para galardonar con nueve estatuillas a la cinta Cilantro y Perejil, incluida mejor película y dirección, y con ocho a Profundo Carmesí, entre ellas mejor actor y actriz.
Fuera de ciertos esfuerzos aislados que deben premiarse, el cine mexicano vive momentos críticos, por lo que "pedimos al presidente Ernesto Zedillo una real voluntad política para ayudarnos", declaró Alfonso Rosas, presidente de la Academia.
La competencia del cine estadounidense, al que se le abren todas las puertas en el mercado, y la falta de financiamiento para producir películas de calidad, mantienen a la industria cinematográfica mexicana a borde del colapso, sostuvo Rosas.
Diversos estudios indican que 95 por ciento del tiempo que se vende en las pantallas de cine esta copado por producciones de Estados Unidos. El resto se disputan el cine nacional y de otros países.
Desde la década de los 70 la industria cinematográfica local viene registrando un marcado desgaste. La época de oro, que incluyó los años 40, 50 y parte de los 60, permitió a México exportar películas a gran parte del mundo y tener importantes éxitos en taquilla.
Hacer cine en México es ahora muy difícil, pues no hay apoyos, expresa el laureado director Alfonso Arau, quien tras el éxito de Como para agua para el chocolate, cinta realizada en 1994, trabaja en Hollywood a tiempo completo.
"Somos los directores que trabajamos afuera los que estamos abriendo nuevamente el camino al cine mexicano", dice el director, hoy involucrado en proyectos millonarios como la película Zapata, en la que los papeles protagónicos tendrán extranjeros.
Sus colegas Rafael Montero, relizador de Cilantro y Perejil, y Arturo Ripstein, de Profundo Carmesí, rechazan esa opinión. El verdadero cine se está haciendo en México con actores nacionales, mucho esfuerzo y creatividad, señalan.
Cilantro y Perejil es una película que aborda con humor la crisis de un joven matrimonio, mientras Profundo Carmesí trata sobre la vida de una pareja de asesinos.
Las dos cintas, con relativo éxito en las pantallas locales, han logrado ganar ya varios galardones fuera de México.
"Lo de Cilantro y Perejil es muy aleccionador porque llegamos al público y descubrimos que sigue muy abierto al buen cine mexicano", declaró Montero.
La cinta de Montero, quien considera al Ariel "un premio para el ego personal, pues lo escencial es el público", compite este mes en el festival de cine de la Cuba, país donde las películas mexicanas siempre han recibido múltiples galardones.
"Vivimos en crisis, pero nos arriesgamos si hay un buen proyecto. No tenemos que estar en Hollywood para que el público nos vea", expresó Ripstein.
En los últimos ocho años la industria del cine mexicano perdió 66 por ciento de su fuerza productiva y el número de espectadores sufrió una caída de 23 por ciento, indican datos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica.
Si continúa la crisis del cine es posible que en 1998 ya no se logre organizar, especialmente por falta de dinero, la entrega de los premios Ariel, advirtió el presidente de la Academia de Ciencias Cinematográficas.
Según la Academia, las leyes actuales de fomento al cine, vigentes desde 1992, fueron aprobadas sin la participación de los realizadores, por eso tiene vacíos y prácticamente no sirve. (FIN/IPS/dc/dg/cr/97)
