A mediados de la década del 60, el cantante uruguayo Raúl Montero se ganaba la vida en Venecia entonando canzonetas napolitanas y desconcertando a los turistas cuando mezclaba algún tango.
Más de tres décadas después, Montero trabaja y graba en su país gracias al inesperado resurgimiento de un ritmo tradicional que había sido desplazado por el rock y la música popular para una audiencia joven.
Ahora se dispone a presentar un nuevo compacto en la capital argentina, desafiando una tradición histórica y uniéndose a otros artistas uruguayos en la disputa del mercado internacional.
El tango pocas veces tuvo a Uruguay como referencia internacional. Argentina, un país con una población 10 veces mayor, capitalizó la atención y el tradicional ritmo del Río de la Plata que caricaturizó en el cine Rodolfo Valentino pasó a ser "tango argentino".
El director de orquesta Francisco Canaro y el compositor y director de orquesta "Pintín" Castellanos, ambos uruguayos, son dos ejemplos de esa situación.
El acta de defunción de Canaro dice que tenía "nacionalidad natural argentina" y la milonga "La Puñalada", de Castellanos, fue utilizada como música de promoción de Argentina como sede de los próximos juegos Olímpicos.
Antes, "La Cumparsita", el tango más famoso de la historia, del uruguayo Gerardo Matos Rodriguez, había sido usado como bandera musical de Argentina en los juegos olímpicos de Barcelona.
Ninguno de estos hechos es producto de una conspiración. Es que artísticamente, los uruguayos han estado siempre a la sombra de la capital argentina, ante la inexistencia de un mercado en su país que les permita vivir de su trabajo.
Pero la III Cumbre Mundial del Tango realizada en marzo en Uruguay parece haber tenido un efecto revitalizador en el interés sobre este ritmo.
Joventango, la institución montevideana que organizó esa cumbre, fue elegida para organizar técnicamente un encuentro internacional en la jurisdicción alemana de Chemnitz.
Allí se encuentra la aldea de Carsfeld, donde nació el bandoneón, que desde fines del siglo pasado se convirtió en el instrumento básico y en el símbolo del tango, llamado "fueye" en el lunfardo rioplatense.
Joventango, creado hace 20 años, ha registrado una explosión de jóvenes que llegan para aprender a bailar el tango, para lo cual se requiere una particular armonía de la pareja.
"También me gusta otro tipo de música, la que está en onda, pero el tango tiene algo que no tienen otros ritmos", dijo Milena Crizul de 18 años.
Para Carlos Lobos, un estudiante de medicina chileno con cinco años de residencia en Uruguay, el tango es "sudamericano, del cono sur". "A pesar de que se ha internacionalizado, acá, en su cuna, reconoce esa raíz genuina", comentó al diario "El País".
"Yo quiero ser una gran bailarina de tango. Me encanta como lo bailan los mayores, con esos pasos. Voy a seguir tomando clases", dijo María Cristina Caballero, de 10 años.
Pero esta revolución no queda dentro de las fronteras y ya comenzó a disputarle algunos segmentos del mercado internacional a los argentinos.
Bajo la dirección del maestro Federico García Vigil, la Orquesta Filarmónica de Montevideo, convertida en la orquesta de tango más grande del mundo con 90 integrantes, acaba de realizar una gira sin precendente por las ciudades brasileñas de Porto Alegre, San Pablo y Río de Janeiro.
El más impactante suceso internacional de un artista uruguayo de tango estuvo en las manos de Ulises Passarella, quien interpretó en bandoneón el tango que sirvió como música de fondo a la laureada película italiana "Il Postino".
Hasta ahora "el tango tiene la etiqueta argentina. Yo no siento que ellos se la quieran apropiar, pero a nivel de marketing la cosa ha quedado así", comentó Passarella en una reciente visita a Montevideo.
Algunas orquestas uruguayas han comenzado a desembarcar en otros continentes. La del veterano músico Miguel Villasboas viajó recientemente a Australia, marcando un hito como la primera orquesta uruguaya que visita ese país, en el que vive una gran colonia de uruguayos. (FIN/IPS/rr/ag/cr/97
