ISRAEL-PALESTINA: Estados Unidos evita presionar a Netanyahu

El fracaso de la última gestión del enviado estadounidense Dennis Ross por relanzar el proceso de paz de Medio Oriente guarda relación con la frustración de los países árabes, que no pueden alterar la postura proisraelí de Washington.

El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, afirmó que Ross ni siquiera intentó presionar a Israel para que cumpla los acuerdos firmados.

Arafat se negó el viernes a encontrarse con Ross, quien había mantenido dos reuniones con el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu. Autoridades de seguridad palestinas tampoco aceptaron la invitación a conversar con sus colegas israelíes en la embajada de Estados Unidos en Tel Aviv.

Los palestinos se rehúsan a reanudar las negociaciones con Israel sobre paz y cooperación en cuestiones de seguridad, interrumpidas hace dos meses, hasta que el gobierno de Netanyahu detenga la construcción de un asentamiento judío en Jerusalén oriental, donde aspiran a tener su capital.

Así mismo, pretenden que Israel renuncie a la expansión de los asentamientos judíos en Cisjordania.

"Comprendemos la frustración palestina. Ellos no tienen poder sobre los israelíes y desean que los estadounidenses hagan algo" para modificar la política de Netanyahu, dijo el cónsul general de Estados Unidos en Jerusalén, Edward Abington.

Las palabras de Abington podrían aplicarse al resto del mundo árabe. A diferencia de otras crisis en el proceso de paz durante los gobiernos laboristas de Yitzhak Rabin y Shimon Peres, ahora no hay lugar para la mediación de los líderes de Egipto o Jordania, los dos países que firmaron acuerdos de paz con Israel.

Hosni Mubarak, presidente de Egipto, y el rey Hussein ibn Talal, de Jordania, no confían en Netanyahu.

Hussein asegura que Netanyahu le prometió que no construiría nuevos asentamientos judíos en territorios palestinos, y que luego faltó a su promesa. También Mubarak se siente traicionado por el primer ministro israelí.

Egipto y Jordania tienen fronteras con Israel y pertenecen a la Liga Arabe, integrada por 22 miembros y radicada en El Cairo. También son firmes aliados de Estados Unidos.

El tercer aliado árabe de Washington cercano geográficamente a Israel es Arabia Saudita. Por razones diferentes, Arabia Saudita y Egipto son valiosos para Estados Unidos.

Egipto es considerado altamente estratégico por su ubicación en el Mediterráneo oriental y como puente entre Asia y Africa a través del canal de Suez. Se lo considera el líder nominal del mundo árabe.

Arabia Saudita es vital para Estados Unidos. Se trata del segundo productor mundial de petróleo, con casi nueve millones de barriles por día, y cuenta con 25 por ciento de las reservas internacionales de crudo.

En cuanto a Jordania, cumple su papel al respaldar la política de Estados Unidos de aislamiento de Iraq.

Dado ese panorama, parecería que Arabia Saudita, Egipto y Jordania debieran influir en la política de Estados Unidos en Medio Oriente, para lograr la reactivación del acuerdo firmado por Israel y la Organización para la Liberación de Palestina en Washington, en septiembre de 1993.

Pero eso no parece probable. La relación de los países árabes con Washington es de dependencia.

En el caso de Egipto y Jordania, su dependencia se establece en las áreas económica y de defensa, y la opulenta Arabia Saudita recibe de Estados Unidos apoyo militar e información secreta de inteligencia.

Egipto, con su alta tasa de natalidad, escasas tierras fértiles para más de 60 millones de habitantes y un ingreso anual por habitante de 700 dólares, es el segundo receptor de ayuda de Washington, después de Israel.

Jordania tiene cuatro millones de habitantes y un ingreso por habitante de 1.300 dólares, pero necesita aviones de guerra de Estados Unidos. La promesa de ayuda militar fue un importante incentivo para que Hussein firmara el tratado de paz con Israel en octubre de 1994.

Tras la guerra del Golfo de 1991, Arabia Saudita confía en las armas de Estados Unidos para disuadir una eventual amenaza de Iraq o Irán.

La naturaleza de la política de Estados Unidos es otro factor limitante. No sólo está trazada por el presidente y el poder legislativo, sino también influída por los medios de comunicación y los grupos de presión.

Si Egipto, Jordania o Arabia Saudita alzasen la voz contra la parcialidad de Estados Unidos en el proceso de negociaciones entre Israel y los palestinos, el proisraelí Congreso estadounidense podría interrumpir la venta de armas a esos tres países.

El Cairo podría perder también los cargamentos de granos que recibe de Estados Unidos.

El respaldo que Israel obtiene de Wasgington se basa en los más de seis millones de judíos que viven en Estados Unidos. el país. La comunidad judía está bien representada en los medios de comunicación y en política y es una fuente importante de financiación para los partidos Demócrata y Republicano.

La mayoría de los dos millones de árabes estadounidenses son de origen libanés, en gran parte cristianos, por lo que su presión a favor de los palestinos, predominantemente musulmanes, no es vigorosa.

Martin Indyk, director del influyente Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí, estuvo a cargo del área de Medio Oriente del Consejo Nacional de Seguridad durante el primer gobierno de Bill Clinton y luego fue embajador de Estados Unidos en Israel. Indyk asegura ser amigo personal de Netanyahu.

Por lo tanto, son claras las razones que impiden a los estados árabes superar el estancamiento del proceso de paz. La situación abre el camino a otros factores: protestas callejeras en Egipto y Jordania y el realineamiento de fuerzas en Israel.

Pero El Cairo y Ammán no pueden permitir manifestaciones populares que podrían ser capitalizadas por el fundamentalismo islámico, temido por las autoridades egipcias y jordanas.

La evolución del proceso de paz depende entonces del cambio del equilibrio de poder en Israel. Tal vez, de la caída de Netanyahu a causa de alguno de los escándalos políticos que afectan a su gobierno. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/aq-ff/ip/97

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