MEXICO: Nuncio deja su cargo orgulloso de imponer línea vaticana

El nuncio apostólico Jerónimo Prigione se despide de México orgulloso de haber impuesto a la Iglesia local una línea "ajena a los extremismos". En 19 años de gestión logró que el Vaticano cambiara a 86 de los cerca de 100 obispos del país, el segundo con más católicos en el planeta.

Cercano al partido gobernante, afecto a lujos y a reuniones reservadas con políticos, Prigione negoció el establecimiento de relaciones diplomáticas entre el Vaticano y México, marginó y persiguió a los obispos seguidores de la llamada Teología de la Liberación y organizó tres visitas del Papa.

En entrevista publicada este lunes por el diario Reforma, el nuncio italiano dijo que su reto principal como enviado del Vaticano fue "evitar que la Iglesia tomara posiciones extremas, pues en México hay tendencias de polarización: fanáticos de derecha o de izquierda".

"Mi esfuerzo fue buscar obispos equilibrados, ajenos a los extremismos", señaló el religioso, quien dejará su cargo a fines de mayo, cuando lo sustituya el español Justo Mullor, considerado también como uno de los miembros del sector más conservador de la Iglesia.

Para analistas de temas religiosos como Luis Gutiérrez, la salida de Prigione, quien cumplió 75 años -la edad límite para desempeñar su cargo-, representa el fin de una etapa en la que la Iglesia local se vio sometida, como nunca antes, "al proyecto vaticano".

"Deseo que los mexicanos me recuerden como alguien que ayudó para que hubiera más unidad, más paz, más justicia, ayudando a la Iglesia, porque la Iglesia es parte inseparable de México", declaró el nuncio.

Luego de Brasil, México es el país que tiene el mayor número de católicos en el mundo.

Por recomendaciones de Prigione fueron cambiados de los máximos puestos de la Iglesia mexicana la mayoría de prelados acusados de seguir líneas "izquierdistas" y la jerarquía eclesial aceptó, aunque bajo protesta, que el gobierno expulse a varios sacerdotes extranjeros que trabajaban con indígenas.

El nuncio además organizó investigaciones para conocer sobre las "desviaciones doctrinales" de sacerdotes jesuitas y del obispo del estado de Chiapas, Samuel Ruiz, acusado de apoyar a la guerrilla zapatista.

También promovió visitas del cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Pontificia Congregación para la Doctrina de la Fe.

Polémico desde su llegada a México, luego de que en Ghana se le declaró huésped "non grato" por su presunta participación en el tráfico de marfil y por las agrias disputas que mantuvo con obispos "progresistas", Prigione logró gran influencia en los círculos de poder.

Jugando golf o tenis, comiendo en restaurantes caros y visitando la casa presidencial, Prigione consiguió negociar con políticos el establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano en septiembre de 1991.

El prelado rechaza haber establecido un vínculo de afecto especial con el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), como lo afirman miembros de la oposición.

"Tuve que tratar más con la gente del PRI, pero nunca me he dejado manipular por nadie, y los que dicen lo contrario que lo prueben", expresó.

Las relaciones entre México y el Vaticano habían quedado en suspenso en 1821 con la declaración de independencia. Desde esos años los roces eran constantes entre la Iglesia y el Estado hasta que llegó Prigione y negoció una relación normada hoy por la diplomacia y por la Ley de Asociaciones religiosas.

El sacerdorte jesuita Jesús Vergara opina que Prigione logró sin duda "concebir una iglesia más conservadora en México", aunque aseguró que aún hay un sector de la Iglesia "con autonomía y capaz de tomar su propio rumbo".

Según el analista de temas religiosos Luis Guzmán, Prigione llegó a ejercer "presiones incontrolables, sobre todo cuando se trató de cambiar obispos identificados con la Teología de la Liberación".

En los últimos años de su gestión, el nuncio saliente se vio envuelto en un escándalo jurídico tras reconocer que mantuvo contacto con los hermanos Arellano Félix, jefes de un cartel del narcotráfico acusados del asesinato del cardenal de la ciudad de Guadalajara, Jesús Posadas, en 1995.

"Estos señores (Arrellano Félix) vinieron a visitarme y a contarme su versión de la muerte de Posadas, tratando de justificarse", dijo Prigione, tras indicar que sobre el tema debió declarar varias veces ante las autoridades.

El prelado afirmó que su relación con los narcotraficantes nunca fue más allá de una cita y de la recepción de varias misivas, contactos que, aseguró, fueron comunicados oportunamente al entonces presidente Carlos Salinas (1988-94). (FIN/IPS/dc/dg/ip- cr/97)

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