El ritual político- financiero que marcó el final de la era Cavallo en Argentina demostró hasta qué punto se han internacionalizado las crisis nacionales en América Latina.
La sustitución del ministro de Economía, Domingo Cavallo, generó una complicada ingeniería diplomática, con participación de cancillerías y principalmente de empresarios y grandes operadores financieros.
La gran preocupación era el riesgo de repetición del llamado efecto tequila, que desestabilizó los mercados latinoamericanos después de la crisis financiera mexicana de diciembre de 1994.
Esa internacionalización es una consecuencia de la integración económica y afecta de manera directa a los países miembros de bloques comerciales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte o el Mercado Común del Sur (Mercosur).
Ningun país puede hoy administrar su crisis doméstica sin tomar en cuenta la situación de sus socios y vecinos.
Tanto el gobierno como el sector privado de Brasil reaccionaron a la crisis argentina y la salida de Cavallo como si se tratara de un asunto interno.
Lo mismo pasó en Paraguay y Uruguay, porque el eventual descontrol de la economía argentina sería devastador en todo el cono sur de América, donde la integración dejó de ser un aderezo para constituirse en elemento estructural de la politíca y la economía doméstica de cada socio del Mercosur.
La información de los principales periódicos del cono sur fue muestra clara de la preocupacion generalizada por evitar lo que sectores alarmistas llamaron el "efecto tango". O sea, la quiebra de la frágil confianza en la capacidad de cada gobierno para enfrentar los desafíos económicos, sociales y políticos creados por el ajuste neoliberal.
Hasta principios de esta década, brasileños y argentinos seguían los altibajos de sus inestables economías orientados por la preocupación ante la posibilidad de que los problemas de unos afectaran a los otros a mediano plazo.
Eran los tiempos del "efecto Orloff", expresión extraída de un spot publicitario del vodka Orloff, que lanzó la frase "Yo soy hoy lo que usted será manana".
Del Orloff al tequila, hasta llegar al tango, los países latinoamericanos han perdido la autonomía en cuestiones internas para presentar una interdependencia desconocida hasta ahora. La dependencia externa no es un fenómeno inédito en el continente, pero lo nuevo es la profundidad que ha alcanzado.
Si antes los países de América Latina sólo prestaban atención a sus vecinos en caso de golpe de Estado, rebelión, elecciones o súbita ruina económica, ahora un cambio ministerial es motivo de complicadas negociaciones, cuando la estabilidad de la economía se pone en juego.
Eso complica sobremanera la dirección estratégica de cada país y aumenta el número de variables con las cuales los protagonistas deben contar.
Otro elemento importante es la que globalización del continente acercó realidades lejanas. La crisis de México afectó duramente a los argentinos, y ahora, la incertidumbre creada por el relevo de Cavallo indujo a los mexicanos a buscar frenéticamente informaciones acerca de los hechos en su distante vecino.
Para los expertos, el final de la era Cavallo tendrá repercusión regional, ya que su gestión fue punto de referencia en materia de programas de ajuste estructural. El otrora todopoderoso ministro de Economía habría perdido fuerza al no hallar soluciones para urgencias sociales como el desempleo masivo con la misma eficacia con que impuso los cambios macroeconómicos.
Si esa interpretación es correcta, el ajuste social será la medida que utilizarán el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para evaluar las políticas económicas en América Latina.
Un informe del Banco Mundial, aún no divulgado, agrupa a Argentina, Brasil y México entre los países que no han logrado éxito en materia de reforma económica, un área en la que hasta hace muy poco tiempo, esas tres naciones eran consideradas exitosas. (FIN/IPS/cc/ff/if//96
