Como si se tratara de dos extranos que se ponen una cita a ciegas, la semana pasada coincidieron en la muerte Gonzalo Ariza y Luis Caballero, pintores bogotanos, de vidas y trazos antagonicos.
La bruma de los paramos andinos y la flora tropical testimonian en la obra de Ariza una sensibilidad a la oriental, que no es un decir, sino consecuencia de haber sido "el primer artista notable, de Occidente, que decidio aprender directamente de los japoneses".
Asi se refirio al paisajista, en 1978, Lionel Landry, director de la Sociedad Asiatica, en una resena critica que acompano la exposicion del Instituto Colombo Americano de Bogota, cuando dijo que el colombiano habia descubierto el Asia de mejor manera que Pablo Neruda, Birmania, y Octavio Paz, India.
En el otro extremo de la sensibilidad pictorica, con ciertas anoranzas de Miguel Angel y Francis Bacon, Caballero deja en centenares de cuerpos desnudos, la fuerza de su erotismo perturbador.
En 1966, a proposito del primer premio que obtuvo en la Bienal de Medellin, la critica argentina, Marta Traba, afirmo: "Luis Caballero es el gran pintor de las nuevas generaciones…por la independencia de su diseno, por la esplendidez y el maltrato del color, pero sobre todo porque su pintura corresponde a una vision profunda y no a un sistema o a un truco repetido".
En cuanto a Ariza, aunque en sus primeras epocas reflejo la corriente indigenista que por la decada de 1940 recorria caballetes y murales de Mexico a Chile, lo mas conocido y caracteristico de su trabajo denota la ausencia total de la figura humana.
"En Oriente, siglos antes de Europa, el artista trata el universo, montanas, rios, arboles, personajes, como un todo. El hombre siempre esta incluido como espectador del cuadro", decia este pintor que se recuerda ahora como el "biografo de la naturaleza".
Caballero, en cambio, afirmaba: "En mi pintura hace algunos anos habia mujeres, porque en esa epoca las mujeres me interesaban sexualmente. Yo pinto lo que me gusta, me apasiona y me interesa… hay -?como decirlo?- mujeres lindisimas. Pero en mis cuadros lo que me interesa pintar son muchachos desnudos".
Rebeldes en sus diferencias. Parco, casi austero, Ariza, y carnal, hasta la lujuria, Caballero, ambos escandalizaron por su honestidad.
El parsimonioso Ariza por pintar contra la corriente, por no inmutarse cuando se le identificaba con el pasado, por mantenerse firme en medio de la riada abstraccionista.
"No me preocupa no ser nada", respondio cuando le preguntaron a que escuela pertencia. Y con ironia agrego: Para ser pintor hay que ser abstracto-expresionista, post-surrealista, neoclasico o a lo mejor post-modernista de la transvarguardia.
De otra manera, Caballero tambien se defininio como un ser diferente. "Me toco ser distinto. No porque hubiera decidido o escogido sino porque me toco. Y al tocarme ser distinto, tal vez me toco ser artista, me toco ser marica, me toco ser como soy. Y no me arrepiento".
A los dos el entorno los afectaba intensamente, pero sus sensibilidades dejaron versiones de la realidad en idiomas diversos.
"Si hay mucha violencia en mis cuadros es poque estoy rodeado de violencia. La violencia en Colombia me parece logica y natural. Viene del hambre, de la miseria, del horror en que vive, en su inmensa mayoria, el pueblo colombiano", dijo Caballero.
"Sigo creyendo que la voluntad estetica del artista esta indisolublemente ligada a la voluntad de paz… No hay que anadirle al caos mundial el caos musical o pictorico", senalo Ariza.
Estos dos pintores bogotanos han muerto. De sus manos prodigiosas queda en los museos, en las colecciones particulares y, sobre todo, en la retina de quienes han visto sus obras, un retrato dialectico del pais contemporaneo.
Ambos fueron sepultados en dias de apasible llovizna sabanera como la que pinto Ariza tantas veces y en medio del conflicto humano y social que nunca esquivo Caballero, 150 de cuyos dibujos estan colgados actualmente en la sala de exposiciones de la Biblioteca Luis Angel Arango de Bogota. (FIN/IPS/mig/ae/95) (Sigue el Servicio)
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