Un año para combatir las plagas del cambio climático

El cambio climático exacerba la propagación de plagas y la pérdida de los cultivos, representando una amenaza para la seguridad alimentaria en todo el planeta, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
Cultivos de pimientos que se han logrado adaptar al cambio climático en Nigeria. Crédito: Fida

Actualmente 40 por ciento de los cultivos alimentarios mundiales se pierden cada año a causa de plagas y enfermedades vegetales, esto hace que millones de personas sufran hambre y perjudica gravemente la agricultura, el principal medio de vida de las comunidades rurales.

De hecho, Las plantas son la base fundamental para la vida en la tierra, y son el pilar más importante de la nutrición humana. Nos proporcionan 80% de los alimentos que consumimos y producen 98% del oxígeno que respiramos.

Las plagas y las enfermedades siempre han repercutido en la producción de alimentos, ya sea directamente causando pérdidas en las cosechas y en la ganadería, o indirectamente por la disminución de los ingresos debida a la insuficiencia de las cosechas de los cultivos comerciales.

Sin embargo, el cambio climático ha entrado a jugar un gran papel en esta problemática: la diferencia de temperaturas, la humedad y los gases de la atmósfera modifican el crecimiento y la capacidad con que se generan las plantas, los hongos, y los insectos, alterando la interacción entre las plagas, sus enemigos naturales y sus huéspedes.

Hoy en día, el cambio climático y su inestabilidad cada vez mayor exacerban las pérdidas de los cultivos, y representan una amenaza para la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia rurales en todo el planeta.

Más de 25% de la población mundial dependen de los bosques para su subsistencia. Crédito: FAO

La importancia de proteger las plantas

«Prácticamente todos los alimentos que consumimos ya sean frescos, como una manzana u otras frutas, o procesados como son el trigo, el maíz, el arroz, así como la base primaria de alimentación de la proteína animal que consumimos, huevos, carne, pollo… Todos provienen de las plantas. Esa es una razón suficiente para que sean un patrimonio de la humanidad”, asegura el doctor  Francisco Javier Trujillo, director del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria de México. 

El experto explica que las plantas, entre las que se encuentran los árboles en los bosques, algunos tan grandes como el Amazonas, funcionan como un arma contra el cambio climático.

“Las plantas nos dan servicios ambientales muy importantes: participan en el ciclo del agua, evitan que el agua de lluvia se pierda y en vez se incorpore a flujos de formación de acuíferos y que podamos crear pozos. Son las que estabilizan la temperatura y aportan a un clima más estable. También nos defienden de la contaminación a través del secuestro de dióxido de carbono que sabemos que será lo que a su vez nos va a defender de un efecto invernadero”, indica el especialista mexicano.

El doctor Trujillo aclara que además de ser nuestra fuente de alimento y oxígeno, son también la materia prima de muchas medicinas que utilizamos en todos los sistemas de salud.

“Se estima que 40% de las medicinas de patente provienen de una planta, pero también nos dan material de construcción, nos dan combustible, nos dan fibras para nuestra vestimenta. Las plantas son la base del bienestar humano».

Proteger las plantas puede ayudar a erradicar el hambre, reducir la pobreza, y proteger el medio ambiente e impulsar el desarrollo económico.

Langosta arcoiris en Madagascar. Crédito: PNUMA

Las plagas: una amenaza al sistema alimentario

Las plagas y enfermedades transfronterizas de las plantas afectan a los cultivos alimentarios, lo que causa pérdidas significativas a los agricultores y amenaza lo que técnicamente se conoce como la seguridad alimentaria, es decir nuestro acceso a los alimentos de una forma estable

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la propagación de estas pestes ha aumentado drásticamente en los últimos años. La globalización, el comercio y el cambio climático, así como la menor capacidad de recuperación de los sistemas de producción debido a la intensificación de la agricultura durante años contribuyen a ello.

Estas enfermedades vegetales pueden propagarse fácilmente a varios países y alcanzar dimensiones de epidemia. Los brotes y los recrudecimientos pueden provocar pérdidas enormes de cultivos y pastos, poniendo en peligro los medios de vida de los agricultores vulnerables y la seguridad alimentaria y nutricional de millones de personas cada vez.

Las langostas, las orugas, las moscas de la fruta, la roya del trigo y las enfermedades del banano y de la mandioca son algunas de las plagas y enfermedades transfronterizas de las plantas más destructivas.

Las plagas y enfermedades de las plantas se propagan principalmente de tres maneras:

  • el comercio o los movimientos migratorios de las personas
  • los factores ambientales y meteorológicos como el viento
  • los insectos u otros patógenos transmitidos por vectores

El cambio climático y las actividades humanas están alterando los ecosistemas, mermando la biodiversidad y creando condiciones en las que las plagas pueden prosperar. Al mismo tiempo, los viajes y el comercio internacional se han triplicado en la última década y pueden propagar rápidamente plagas y enfermedades por todo el mundo, causando importantes daños a las plantas autóctonas y al medio ambiente.

En el caso de México, por ejemplo, se lleva a cabo una batalla contra la mosca del Mediterráneo, una especie que puede dañar a más de 200 especies de frutas y hortalizas, afectando directamente la producción y el comercio de estos productos.

“Ya hemos combatido tres generaciones de esa plaga que identificamos en un puerto que es el de mayor comercio con Asia Esto es solamente un ejemplo de a lo que estamos expuestos en el país al ser tan activos en el comercio internacional. Otra plaga como el gorgojo Khapra de productos originarios de Asia y África pueden llegar a invadir el territorio mexicano, y estas son plagas que actualmente no están en todo el continente”, añade el experto.

México ha logrado detectar tempranamente la plaga del gorgojo Khapra en varios puntos de ingreso del país y evitarla a través de inspecciones de embarques provenientes de Nigeria, Sudán, y Burkina Faso, entre otros.

Campo de maíz arrasado por la plaga del gusano cogollero en Namibia. Crédito: FAO

Temperaturas que cambian, plagas que crecen

El doctor  Trujillo dice que en México ya se pueden ver los efectos del cambio climático en las plagas, especialmente en el caso de la roya del café.

“Lo hemos vivido en los últimos años, antes la roya del café solo se veía a una altura de 300 metros o menos sobre el nivel del mar, y ahora la estamos viendo arriba de los 600 metros. Ha habido un cambio en las temperaturas de uno a dos grados que le ha dado la oportunidad de crecimiento a este hongo”, explica.

La roya es un hongo parásito cuyas esporas pueden dispersarse por el viento a miles de kilómetros de distancia y causa que se enfermen y pierdan las hojas de las plantas de café.

Según la FAO, México ha tenido un declive en la producción cafetera desde 2012, ligado principalmente a los brotes de roya, un ejemplo de como el cambio climático puede directamente afectar un producto alimenticio y a su vez la economía de una nación.

México ha pasado de ser el cuarto productor de café a nivel mundial a situarse en el undécimo puesto en 2017

Pero no son solo los cambios de temperatura los que representan el peligro, sino los fenómenos climáticos en sí mismo.

“El cambio climático se asocia a tormentas tropicales, a movimientos violentos de viento que pueden trasladar una plaga. Plagas como la de la mosca de la fruta, que se encuentran en el Caribe, podrían llegar a territorio continental mexicano a través de una tormenta”, asegura el experto.

Las moscas de la fruta pueden crear enormes daños a la producción de fruta y hortalizas y, conforme sigan aumentando las temperaturas mundiales, aparecen en más regiones.

“La salud de las plantas y el cambio climático están irreversiblemente relacionados. El cambio climático está influyendo en el movimiento y los ciclos de vida de las plagas de manera impredecible, y, además, puede destruir en si a las plantas debido a eventos climáticos extremos o también a cambios en las temperaturas”, explica Mirko Montuori, especialista de información pública de la mencionada Organización.

En África, por ejemplo, actualmente los eventos climáticos han facilitado un brote de langostas del desierto sin precedentes que han devastado miles de hectáreas de tierra en Etiopía, Kenia, Somalia, y ha llegado hasta Djibouiti y Eritrea, gracias a las lluvias inusualmente intensas y el aumento de la frecuencia de los ciclones en el Océano Índico. La plaga consume diariamente vegetales que podrían alimentar a 35.000 personas. Y se teme que pueda saltar al continente asiático.

Precisamente los países en desarrollo que dependen más de la agricultura son los más vulnerables a las transformaciones de hoy en las pautas de las plagas y las enfermedades, pero es algo que afecta a todos los niveles de la sociedad, asegura la FAO.

Cientos de millones de pequeños agricultores dependen exclusivamente de la agricultura y la acuicultura para sobrevivir, pero mientras los agricultores rurales luchan por producir alimentos, las personas pobres de las zonas urbanas cercanas tienen que afrontar una menor disponibilidad de alimentos a precios más elevados.

La economía de los países también sufrirá cuando las nuevas plagas y enfermedades reduzcan el acceso de sus productos agrícolas a los mercados internacionales o incurran en costos más elevados asociados a la inspección, el tratamiento y el cumplimiento de las normas.

Los pesticidas altamente peligrosos deben ser eliminados paulatinamente ya que se ha comprobado que es muy difícil asegurar su manejo adecuado. Crédito: FAO

La salud humana y animal también está en juego

La FAO explica que para combatir estas plagas muchas veces se necesita usar plaguicidas, que pueden producir serios efectos secundarios en la salud humana y el medio ambiente, en particular en la población rural pobre, que no puede permitirse el uso de compuestos menos tóxicos ni cuenta con equipo para aplicar estas sustancias o de protección.

El cambio climático también puede intervenir en la inocuidad de los alimentos. La proliferación de plagas y enfermedades puede propiciar el aumento hasta niveles inadecuados, de la cantidad de residuos de plaguicidas y medicamentos veterinarios en el suministro de alimentos.

Además, los océanos del mundo actualmente absorben un millón de toneladas de dióxido de carbono por hora y se crea un ambiente cada vez más ácido, inadecuado para la vida marina, lo que reduce la pesca de ciertas especies y pone en peligro a quienes dependen de la acuicultura.

El cambio climático también exacerba la aparición de insectos transmisores de enfermedades.

Por ejemplo, la lengua cianótica, una devastadora infección de los rumiantes que siempre se ha limitado al sur de Europa, a lo largo del Mediterráneo, ahora se ha trasladado al norte del continente cuyo clima es cada vez más cálido.

La modificación de las temperaturas también ha permitido que nuevas especies de insectos, más abundantes, transmitan esta enfermedad que afecta la producción de carne.

Campo de maíz arrasado por la plaga del gusano cogollero en Namibia. Crédito: FAO

¿Qué podemos hacer para proteger la biodiversidad vegetal?

La FAO recalca que proteger las plantas de plagas y enfermedades es mucho más rentable que hacer frente a las emergencias fitosanitarias a gran escala. Las plagas y enfermedades son a menudo imposibles de erradicar una vez que se han establecido, y su manejo requiere mucho tiempo y dinero.
El cambio climático es un problema que afecta a todos los países, por lo tanto, se necesita la cooperación mundial para afrontarlo a través de, por ejemplo, la reducción de emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera. Sin embargo, las plagas de las plantas necesitan estrategias a nivel local y regional, por lo que se debe invertir en sistemas de combate y detección precoz.

Para el doctor Trujillo, la fórmula perfecta es que la Organización Nacional de Protección Fitosanitaria de cada país tenga todos los elementos operativos, incluso económicos, científicos, para estar siempre atentos y actualizados sobre los riesgos.

“Establecer mecanismos de detección oportuna, por un lado, y si ya se detecta por primera vez la presencia de agentes exóticos hacer acciones de contención y de erradicación.

Los países deben tener una organización nacional de protección que cumpla con una estructura básica determinada por la Convención de Protección Fitosanitaria y que opere con recursos suficientes, con capacidad legal, y con personal para ejercer actos de autoridad que siempre defiendan a los países ante la eventual presencia de una plaga”, afirma Trujillo.

El experto añade que con o sin cambio climático, los esfuerzos deben enfocarse en la detección: “el peor escenario es que se introduzca una plaga y nosotros nos enteremos seis meses después, cuando es prácticamente imposible erradicarla.

Tenemos que desarrollar métodos efectivos y rápidos de búsqueda de esas enfermedades teniendo en cuenta que el factor climático va a ayudarles a avanzar geográficamente”.

Plantación de café cerca de Manizales, Colombia. Crédito: FAO

El caso de América Latina

Mirko Montuori, de la FAO, resalta que, gracias a organizaciones regionales de protección fitosanitaria como el Organismo Regional de Sanidad Agropecuaria y Comunidad Andina se han logrado establecer sistemas de alerta y respuesta a brotes de plagas que están en funcionamiento.

“Esta es una excelente herramienta para coordinar con las autoridades gubernamentales y facilitar la erradicación de las plagas de manera oportuna. Un ejemplo fue la erradicación exitosa de la incursión de la langosta. Eso se hizo en algunos países de la región latinoamericana dentro de las 18 horas posteriores a su primera detección”, afirma Montuori.

El especialista asegura que se trata de un mecanismo necesario para compartir información y actuar con bastante rapidez para combatir los problemas de salud de las plantas en la región.

“Todas estas organizaciones nacionales de protección de plantas en la región están trabajando arduamente para combatir algunas de las plagas emergentes en la región, incluida la mosca de la fruta mediterránea o la raza tropical Fusarium 4, que está afectando a los bananos en la región y otros cultivos. Por lo tanto, es un trabajo continuo que realizan estas autoridades nacionales en cooperación con su campo y la secretaría de la Convención de Protección Fitosanitaria”, explica.

Por su parte el doctor Trujillo, afirma que a pesar de que hay países en la región muy maduros en la aplicación de medidas para proteger a las plantas, hay otros que necesitan ayuda.

“Por ejemplo, algunos países del Caribe, donde ni siquiera la agricultura es un componente importante de su economía quizá por ser países turísticos o de extracción de petróleo. Entonces, cuando un país no tiene una institución eficiente para aplicar medidas internacionales de control de plagas, se convierten en un riesgo aún para los países que tienen medidas bien establecidas”, dice.

Trujillo pone como ejemplo la plaga del gusano cogollero del maíz en África, que inicialmente invadió a un país del continente y ahora se encuentra en otros 30.

“Es un ejemplo de cómo una enfermedad que no se vigiló, que no se detectó a tiempo, quizá por omisión, y ahora ha progresado y causado daños incluso en la capacidad de producir alimentos en países enteros. Queremos que el mundo ponga atención a esos puntos de vulnerabilidad para que sean atendidos y lograr, en la medida de lo posible, el estándar de buen desempeño que sea cada vez más homogéneo a través de todos los países, explica.

Según la FAO, al prevenir la propagación y la introducción de plagas en nuevas zonas, los gobiernos, agricultores y otros actores de la cadena alimentaria -como el sector privado-, pueden ahorrar miles de millones de dólares y garantizar el acceso a alimentos de calidad.
“Mantener las plantas o los productos vegetales libres de plagas y enfermedades ayuda además a facilitar el comercio y garantiza el acceso a los mercados, en especial para los países en desarrollo. Para ello, es importante reforzar la adhesión a los reglamentos y normas fitosanitarias armonizados a nivel internacional”, afirma Montuori.

Este artículo fue publicado originalmente por Noticias ONU.

RV: EG

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