LÍBANO: Bienvenidos a Sidón

La mayoría de los residentes en Sidón y de los desplazados por los bombardeos israelíes que llegaron a esta ciudad, la mayor del sur de Líbano, no tienen planes de abandonarla, a pesar de las renovadas amenazas.

La fuerza aérea de Israel arrojó el sábado volantes sobre Sidón para advertir sobre su intención de acabar con "las lanzaderas de cohetes de Hezbolá" en la ciudad, donde 100.000 desplazados desde zonas en guerra más al sur se unieron a los 125.000 residentes permanentes.

"La gente está definitivamente preocupada, pero nadie deja la ciudad", dijo el alcalde Abdul Rahman Bizri.

Los volantes israelíes recomendaban a la población del área que la abandonaran, porque pretendía bombardear las plataformas de lanzamiento de cohetes de Hezbolá.

Pero Bizri negó que tales instalaciones existieran aquí. "No tenemos ninguna base de Hezbolá en Sidón." En cuanto a la respuesta a las advertencias, dijo: "En esta ciudad todos nos sentimos más o menos como en casa. Quien quiera quedarse, puede hacerlo. Y nos estamos quedando."

Muchos de los recién llegados a Sidón aseguran no haber tenido muchas opciones. Salima Salman dejó su casa en el meridional poblado de Qaná apenas con la ropa que llevaba puesta, junto con su esposo y dos hijos adolescentes.

Ahora, todos ellos y 37 personas más pernoctan en un aula de la Escuela Elemental Líbano-Kuwait, en Sidón, hoy convertida en centro de acogida de desplazados.

"O regresamos a Qaná o nos quedamos aquí. No hay otra opción. Morimos aquí o regresamos a nuestro pueblo", dijo Salima Salman.

Muchos desplazados en Sidón muestran un generalizado sentimiento de fatalismo, además de agradecimiento a sus anfitriones.

La llegada de personas de otros sitios del sur de Líbano comenzó con el inicio del bombardeo israelí en represalia por la captura de dos de sus soldados a manos del Partido de Dios (Hezbolá), organización chiita y prosiria.

Con ayuda de organizaciones no gubernamentales, la ciudad procura identificar los desplazados para ubicarlos en sus 88 centros.

Incluso una mansión perteneciente a la hermana del asesinado primer ministro Rafiq Hariri, natural de Sidón, se ha transformado en una cocina popular. Voluntarios preparan allí platillos con arroz, pollo y verduras para distribuirlos entre los diversos centros.

La demanda ha causado una enorme escasez de alimentos en la ciudad.

"Prácticamente de la noche a la mañana se ha más que duplicado nuestra población, lo cual supone una demanda extraordinaria de servicios, en especial de agua y electricidad", dijo el alcalde Bizri.

Los ducheros y sistemas de saneamiento de los improvisados centros de refugiados carecen de capacidad suficiente para atender a tantas personas.

La infraestructura de Sidón no sufrió muchos daños por los bombardeos, la fuerza aérea israelí destruyó los puentes que conectan la ciudad con otras áreas de Líbano, lo cual dificulta la llegada de suministros.

Los hospitales tampoco dan abasto. "Estamos exhaustos", dijo Khalil Hamad, médico del Hospital Hammoud, el principal de la ciudad. "Hay cuatro veces más pacientes de lo habitual."

El hospital ha tratado a 350 personas heridas en combates y bombardeos en el sur, así como a muchos desplazados con enfermedades comunes. Aún cuenta con medicamentos suficientes, pero la situación podría cambiar si el conflicto continúa.

"Los medicamentos podrían alcanzar para dos o tres semanas, no más", agregó Hamad, de 27 años. "También tendremos problemas dentro de poco tiempo con la electricidad, porque el combustible almacenado bastará apenas para siete días."

Ghareiba Solaiman dijo luego de llegar a Sidón desde Qana que los países occidentales podían haber detenido el conflicto hace mucho.

"Permanecí en Qana en dos conflictos anteriores. Pero esta vez no pude. Era insoportable", afirmó esta mujer de 54 años. "Nos gustaría que los países occidentales tuvieran algo de compasión por nosotros, que nos consideren como lo que somos: seres humanos."

La mayoría de los desplazados en Sidón son musulmanes chiitas. En contraste, 90 por ciento de los residentes permanentes de la ciudad son musulmanes sunitas, y el resto se reparte entre chiitas y cristianos.

La ciudad es célebre por su tolerancia, poco habitual en un país devastado por una guerra civil de raíces religiosas entre 1975 y 1990.

"Tratamos de ver a Sidón como un crisol de religiones. Todas son aceptadas. Por eso todos se sienten tranquilos y todos quieren quedarse aquí", afirmó Bizri.

Pero algunos residentes se sienten atrapados en medio de un conflicto que nunca debió comenzar.

Ayman Bouz, coordinador del centro de acogida de desplazados en la Escuela Líbano-Kuwait, atribuye la situación tanto a Hezbolá como a Israel.

"Estoy furioso con Hezbolá, pero, por supuesto, lo estoy más aun con Israel, porque su respuesta fue extremadamente desproporcionada", dijo. "También tenemos problemas internos que resolver." (FIN/IPS/traen-mj/rs/ss/ip hd pi pr/06)

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