¿Puede el reciclaje de baterías reducir la presión de la minería de litio en América Latina?

América Latina posee 60 % de las reservas de litio y solo el reciclaje de las baterías que contienen el recurso podrían racionalizar su explotación.
Un trabajador revisa baterías de iones de litio recién producidas en una fábrica en Tangshan, en el norte de China, uno de los pocos países con capacidad para reciclar íntegramente este tipo de baterías. América Latina está trabajando actualmente para aumentar su propia capacidad. Imagen: Imago / Alamy

BUENOS AIRES – Si el mundo quiere mantener el calentamiento global por debajo de los 2°C, la demanda de litio podría aumentar más de 40 veces para 2040, según las proyecciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Este auge estará impulsado en gran medida por la necesidad de baterías de iones de litio, especialmente para los vehículos eléctricos.

América Latina alberga aproximadamente 60 % de las reservas mundiales conocidas de litio. Sin embargo, lo que promete ser una oportunidad de desarrollo es también una amenaza medioambiental para la región.

Con pocas iniciativas para añadir valor al litio extraído, los países latinoamericanos dependen de la exportación de la materia prima. Este modelo corre el riesgo de reproducir las desigualdades que existen desde hace tiempo con el Norte global, así como el impacto medioambiental y las tensiones sociales que estas conllevan.

El reciclaje de baterías se está convirtiendo en una alternativa capaz de reducir el impacto de la minería del litio. La AIE proyecta que un aumento exitoso del reciclaje podría reducir en una cuarta parte las necesidades mundiales de nuevos desarrollos mineros de litio de aquí a 2050.

En la actualidad, el mercado del reciclaje aún no llega a cubrir 5 % de la producción mundial de metales para baterías. Según los expertos consultados por Dialogue Earth, acortar la brecha con los insumos recién extraídos sería un gran paso adelante. Otros, por su parte, señalaron que en América Latina, con su abundante materia prima, los esfuerzos deberían centrarse en hacer que la minería sea más sostenible.

El camino del reciclaje

Cuando, por pérdida de autonomía o potencia, las baterías de un vehículo eléctrico llegan al final de su vida útil, aún conservan suficiente capacidad para ser reutilizadas en aplicaciones menos exigentes, sostiene Francisco Pereira, director de proyectos de Fortech, una empresa costarricense dedicada al reciclaje que desde 2023 ha puesto en marcha nuevas iniciativas para procesar baterías usadas.

Luego de someterse a pruebas de rendimiento y seguridad, los módulos o celdas aprovechables —es decir, que aún conservan una vida útil significativa— se ensamblan en nuevos sistemas para aplicaciones como almacenamiento de energía solar o eólica en viviendas e industrias y estaciones de carga de vehículos.

Las baterías agotadas, por su parte, pueden reciclarse. En una primera etapa se trituran y clasifican como cobre, aluminio, plásticos y masa negra (el polvo que contiene materiales activos como grafito, litio, cobalto, níquel y manganeso). Luego se los procesa mediante pirometalurgia —la obtención o refinación de metales utilizando calor— o hidrometalurgia, la extracción y recuperación usando soluciones líquidas u orgánicas.

Los productos resultantes pueden integrarse en un circuito cerrado, donde se convierten en materia prima para la fabricación de nuevas baterías, o pueden destinarse a un uso industrial distinto al original.

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Un trabajador de Fortech, una empresa costarricense dedicada al reciclaje, sostiene los restos triturados de baterías agotadas. Este polvo, conocido como “masa negra”, contiene metales como litio, cobalto, níquel, grafito y manganeso. Imagen: Fortech

Los minerales críticos reciclados generan  80 % menos emisiones que los materiales extraídos, según el informe de la AIE, además de contribuir a reducir los residuos y el consumo de agua. Pero las complejas composiciones de las baterías, así como su elevada carga energética residual (que supone riesgos de sobrecalentamiento), hacen del reciclaje un reto tecnológico.

Solo unos pocos países cuentan con empresas capaces de llevar a cabo todos los pasos necesarios para reciclar una batería de iones de litio. Entre ellos se encuentran China, Japón, Corea del Sur, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania y Estados Unidos, según un estudio de 2020.

Las bajas tasas de recolección de las baterías usadas, clasificadas como residuos peligrosos, suelen ser el obstáculo más desafiante, dados los altos costos del transporte, los posibles problemas de seguridad y la diferencia de protocolos y regulaciones entre los países.

Por otra parte, extraer y reutilizar el litio también resulta trabajoso y caro, ya que aún existe un amplio rango de baterías que solo pueden desmontarse manualmente. Esto implica que el proceso se puede trasladar a zonas donde el capital humano es barato.

El reciclaje de baterías tampoco está exento de impactos ambientales y sociales. Mal manejado, podría derivar en polución por residuos desechados, contaminación del agua y emisiones dañinas, advierte la AIE.

El dilema latinoamericano

El mercado regional de minerales críticos es de alrededor de 180 000 millones de dólares, esto es, 25 % del mercado mundial, calcula un informe de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade).

La región posee al menos 52 % de las reservas de litio, 39 % de las de plata, y 38 % de las de cobre y molibdeno. Sin embargo, las tasas de recogida de minerales críticos son inferiores a 5 %, contra 30 % de Japón o 40 % de Europa y Norteamérica, según la AIE.

Aunque Latinoamérica posee la mayor parte de las reservas, hay pocos procesos de valor agregado sobre el litio. La tasa de reciclaje de este metal en la región es del 0%, según el mismo informe de Olade.

La situación se vuelve aún más compleja si se tiene en cuenta la capacidad de procesamiento muy inferior de los países más allá de China, que representa alrededor de 80 % de la capacidad mundial de reciclaje de baterías.

Para Félix Requejo, director del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (Inifta) en Argentina, los países con reservas tienen dos alternativas: “Entregar los recursos primarios, comprar las celdas y reciclarlas acá, lo cual genera divisas rápidamente pero implica un costo económico y energético; o planear una cadena cerrada de extractivismo, desarrollo de materiales, construcción de celdas y reciclaje de baterías”.

En Argentina, UniLib se proyecta como la primera planta de fabricación de celdas en América Latina.

Gestada en 2021, es una iniciativa conjunta de la Universidad Nacional de La Plata, la empresa energética de mayoría estatal YPF y el Conicet, principal organismo de ciencia público del país.

Pero bajo el gobierno del presidente Javier Milei, lamenta Requejo, “a YPF ya no le interesa el tema y no hay respaldo de las universidades”, que atraviesan graves problemas de financiamiento.

Ciclador de baterías de litio
Un ciclador de celdas de baterías de litio en UniLib, Argentina, que se prevé que se convierta en la primera planta de baterías de litio de América Latina una vez esté en pleno funcionamiento. Este dispositivo carga y descarga repetidamente las celdas de las baterías, registrando datos como el voltaje y el amperaje. Imagen: Universidad Nacional de La Plata

De todos modos, Requejo pone en duda la conveniencia de que el país se enfoque en el reciclado de litio, ya que se trata de “procesos sumamente complejos, de elementos que la región tiene en gran abundancia. Tal vez sea mejor volcar la inversión al desarrollo de estrategias extractivas más eficientes y amigables con el ambiente”.

Los pioneros

En Colombia, la empresa Altero desarrolló una tecnología de recuperación de cobalto, litio, níquel y cobre, que luego se incorporan a la fabricación de baterías. Desde su fundación en 2018, ya reciclaron más de 250 toneladas de baterías que obtienen de celulares, computadores, tabletas, juguetes o herramientas electrónicas.

El proceso asegura “las tres áreas críticas del modelo de negocio: cadena de abastecimiento, reciclaje seguro y costo-eficiente, y comercialización de los materiales recuperados”, explica el cofundador Miguel Alzate.

Su empresa, asegura Alzate, es la única de Latinoamérica en desarrollar una tecnología en seco que no requiere agua ni insumos químicos y, por lo tanto, no entraña riesgo de contaminación del agua ni de emisiones atmosféricas.

“Aspiramos a ampliar nuestra capacidad operativa en la región y establecer alianzas estratégicas que fortalezcan la cadena de suministro de materiales críticos”, comenta Alzate. Si bien el empresario pondera la disponibilidad regional de reservas, también reconoce debilidades en la infraestructura para la recogida y el tratamiento de las baterías usadas, así como en la investigación de nuevas tecnologías.

En Chile, el centro Lithium I+D+i, un proyecto de la Universidad Católica del Norte y la minera SQM, trabaja en esa línea, explorando áreas como nuevos materiales y celdas, procesos de reciclaje sustentables y sistemas electrónicos.

“Para entrar a un proceso de reciclaje hay que tener una cantidad significativa de residuos a procesar”, aclara su director Hernán Cáceres. “En términos de electromovilidad, la penetración que hoy tiene el auto eléctrico es bajísima, y las baterías están durando más de lo esperado”, añade.

Eso implica que, en cierto aspecto, el tiempo todavía juega a favor. “Es como un tsunami”, grafica. Añade que “el terremoto es la necesidad actual de hacer baterías para los vehículos, pero la ola (del reciclaje) va a llegar en diez años”, cuando los autos eléctricos se hayan masificado y las primeras baterías hayan caído definitivamente en desuso.

También en Chile, la startup Relitia, que se dedica al reciclaje de baterías de litio, proyecta patentar una tecnología de procesamiento de materiales con alto grado de pureza.

Pero “la falta de inversión ha limitado nuestra capacidad de recibir baterías, lo que nos obliga a operar en un entorno reducido”, reconoce la presidenta ejecutiva, Nicole Briones. “Este ciclo es común entre muchas startups regionales: sin inversión, no hay planta; sin planta, no hay producción; sin producción, no hay permisos; sin permisos, no hay ventas; y sin ventas, no hay inversión”, agrega.

Batería de botón en proceso de testeo
Una pila de botón fabricada con materiales reciclados se somete a pruebas en Relitia, una startup chilena. La empresa afirma que la falta de inversión ha limitado su capacidad para recibir baterías. Imagen: Relitia

Una de las excepciones es Fortech, la empresa costarricense, que en 2023 gracias al apoyo de la agencia de cooperación alemana GIZ logró escalar a nivel industrial su proyecto para extraer litio, cobalto, níquel, cobre y aluminio de las baterías.

Mientras que los últimos dos se destinan al reciclaje de residuos eléctricos y electrónicos, la masa negra se vende a compradores de Estados Unidos o Europa. En 2024 procesaron 200 toneladas de baterías, aunque tienen capacidad para 1.500 toneladas, equivalentes a 3.000 baterías de autos eléctricos según el director del proyecto, Francisco Pereira.

Costos y beneficios de la transición

Mientras las iniciativas de reciclaje en América Latina avanzan de a poco, hay “señales de que la transición energética podría reproducir y amplificar las desigualdades del pasado, relegando a los países en desarrollo al final de las cadenas de valor para ver cómo otros se enriquecen explotando a su gente y poniendo en peligro su ambiente”, observó en 2024 el secretario general de la ONU, António Guterres.

Para evitarlo, un panel de expertos del organismo propuso que esa transición se desarrolle ubicando a los derechos humanos, a la equidad y a la justicia en el centro de todas las cadenas de valor de minerales. El panel recomendó diseñar un marco mundial para que los materiales se obtengan y reciclen de acuerdo a las mejores prácticas y se instalen nuevas plantas de reciclado.

A su vez, la organización de investigación europea Sintef propuso tres medidas para consolidar una economía circular de minerales críticos: implementar diseños para desmonte de baterías que faciliten la separación de materiales; invertir en técnicas de reciclaje que provean minerales de alta pureza a costos y requerimientos energéticos menores que la minería; y que la colaboración en las cadenas de valor se extienda a lo largo de todas las etapas de producción, uso y reciclaje de los minerales.

Si esos objetivos se cumplieran, “la necesidad humana de energía y transporte será satisfecha sin los costos ambientales con los que hemos aprendido a convivir”, se esperanzan los autores.

Este artículo se publicó originalmente en Dialogue Earth.

RV: EG

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