BUENOS AIRES – “No odiamos lo suficiente a los periodistas” es el nuevo grito de guerra del presidente ultraderechista de Argentina, Javier Milei, quien parece querer hundir a los medios de comunicación tradicionales de este país sudamericano, ya fuertemente golpeados –como los de otros lugares del mundo- por la caída de sus ingresos y la desconfianza de las mayorías.
La estrategia de comunicación oficial, clave para un presidente que llegó al poder a fines de 2023 con un partido completamente nuevo, parece haber dejado en un segundo plano a su adversario tradicional, los políticos, a quienes Milei identificó como miembros de una “casta” colmada de privilegios. Fue una estrategia que en su momento dio grandes resultados.
“Creo que la gente no odia lo suficiente a estos sicarios con credencial de supuestos periodistas. Si los conocieran mejor los odiarían aún mucho más que a los políticos”, afirmó por redes sociales Milei el domingo de Pascua católico, el 20 de abril, en lo que pareció la bandera de salida para una catarata de ataques en los que –como es su estilo- no faltan mentiras e insultos.
En la semana siguiente, el presidente –siempre con un uso compulsivo de las redes- atacó a periodistas en 41 de los 51 mensajes propios y en 436 de los 2073 de otras personas que reprodujo, de acuerdo a un relevamiento privado.
“Es bastante obvio que se trata de una estrategia destinada a deslegitimar a quienes le colocan o pueden colocarle límites”, dice a IPS el politólogo Lucas Romero.
Romero, director de la consultora Synopsis de Buenos Aires, cree que la idea es erosionar a los medios tradicionales y fortalecer simultáneamente a las redes sociales como herramienta alternativa de comunicación.
“El escenario de la libertad de expresión ha empeorado claramente en la Argentina con Milei. Pero no se trata de la censura tradicional, que se proponía acallar las voces disidentes, sino que se busca rédito político a través de la defenestración y la generación de odio contra los periodistas, lo que provoca que muchos sientan temor de expresar sus opiniones y se autocensuren”: Guillermo Mastrini.
“Milei es un presidente muy propenso a las fake news (noticias falsas). Y en Twitter (ahora X) manda la información falsa o dudosa”, afirma.
Un ejemplo de ello se dio a principios de mayo, cuando “La Derecha diario”, medio digital que opera como usina de comunicación del gobierno, publicó: “Casi 7 de cada 10 argentinos están de acuerdo con que el presidente Javier Milei llame ‘ensobrados’ (porque supuestamente reciben sobornos en sobres) a los periodistas operadores que mienten descaradamente”.
La encuesta, se informó, había sido realizada por el Foro de Periodismo Argentino (Fopea), una asociación creada en 2022 con la finalidad de mejorar la calidad del periodismo en el país.
Milei la reposteó con el siguiente mensaje: “Hola ensobrados…!!! Sigan mintiendo que la gente ya se ha despertado y sabe muy bien lo que hacen y esencialmente lo que son”. Pero la encuesta nunca había existido: simplemente había sido inventada.
¿Por qué sigue esta estrategia? Según Romero, una explicación es la debilidad objetiva de quien gobierna con minorías en ambas cámaras del legislativo Congreso de la Nación y sin gobernadores propios en las provincias.
“Recurre a lo único que tiene, que es el apoyo popular contra los que se ponen en su camino o, en sus términos, no lo dejan gobernar. Así como neutralizó a los políticos a través de la deslegitimación ante la opinión pública, ahora quiere quitar autoridad a la prensa”, asegura.

Generar temor
Un dato sorprendente es que Milei no tiene como objetivo preferido de sus ataques a los periodistas de izquierda.
Lo son quienes apoyan su rumbo económico, focalizado en el recorte del gasto público -que ha hecho mella especialmente en el poder adquisitivo de las jubilaciones- y la generación de excedentes para pagar la abultadísima deuda pública argentina y mejorar el escenario financiero.
Así, últimamente la emprendió contra La Nación, tradicional diario conservador, fundado en 1870 por uno de los primeros presidentes argentinos, Bartolomé Mitre.
Sus columnistas ponderan permanentemente la orientación ultraortodoxa de la economía, aunque lamentan algunos de los muchos rasgos autoritarios de Milei, como su intento (fallido) de nombrar por decreto dos jueces de la Corte Suprema a principios de año, ignorando la exigencia constitucional de que cuenten con acuerdo del Senado.
“A Milei no le molesta tanto el periodista que le habla a un público progresista –que nunca lo va a votar-, sino aquel que es leído o escuchado por quienes son votantes reales o potenciales del oficialismo”, dice a IPS Guillermo Mastrini, doctor en Ciencias de la Información y exdirector de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Asegura que “el escenario de la libertad de expresión ha empeorado claramente en la Argentina con Milei”.
“Pero no se trata de la censura tradicional, que se proponía acallar las voces disidentes, sino que se busca rédito político a través de la defenestración y la generación de odio contra los periodistas, lo que provoca que muchos sientan temor de expresar sus opiniones y se autocensuren”, agrega.
Este mes Milei cruzó otra línea cuando denunció penalmente a tres periodistas (uno de La Nación), por los supuestos delitos de calumnias e injurias en su contra.
El propio presidente lo anunció públicamente durante un programa de streaming (transmisión en tiempo real de contenido) que conduce un militante de su partido, quien días antes lo había alentado a “meter preso algún periodista por decreto”.
Milei se la pasó insultando periodistas y opositores durante nada menos que seis horas en diálogo con este personaje, en lo que fue celebrado por sus seguidores como la entrevista más larga de la historia a un presidente, merecedora de un “récord Guinness”.
La voluntad de amedentramiento es evidente porque las denuncias ni siquiera tienen posibilidad de prosperar, porque en 2009 la Argentina despenalizó las calumnias e injurias para las expresiones referidas a asuntos de interés público.
Fue una modificación legislativa favorable a una mayor libertad de expresión, realizada por el parlamento bicameral por recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Mala imagen de los periodistas
La campaña de Milei contra los periodistas argentinos es favorecida por el debilitamiento de los medios tradicionales debido a las nuevas tecnologías de la comunicación, con la consecuente disminución de calidad profesional, pérdida de audiencias y desprestigio.
“Los medios se han corrido del lugar de neutralidad y empezaron a seguir las ideas de sus audiencias. La gente reconoció esa polarización y ya no cree en la neutralidad de los medios”, apunta Romero.
Sobre ese flanco parece recostarse Milei con su discurso de odio y no se detiene ante nada.
En marzo hubo un pequeño escándalo, cuando se difundió el segmento de una entrevista televisiva grabada a Milei, que se había sido eliminada de la versión final a pedido de un asesor presidencial, a quien se veía irrumpir en cámara.
En el tramo que no debió haber visto la luz, el periodista –uno de los pocos con los que Milei acepta conversar- daba su consentimiento a la interrupción y la eliminación del tramo, debido a que el presidente había dicho algo que, suponía, no lo favorecería.
La evidencia obscena de que quienes obtienen entrevistas con Milei son solamente periodistas complacientes, sin embargo, no hizo callar al presidente en sus ataques generalizados contra la profesión, que ese día descendió un nuevo escalón en la consideración general.
En ese sentido, el periodista Diego Corbalán, analista de redes sociales, apunta que cada vez más sus colegas son tratados de peor manera en la conversación pública.
“Si bien los jueces, los policías y los sindicalistas son los que recogen las opiniones más negativas de los argentinos en las redes, después vienen los periodistas. Hasta estamos peor que los políticos, cuya imagen ha ido mejorando un poco”, afirma Corbalán a IPS.
“Hace rato que el periodismo en Argentina está muy mal considerado y Milei no inventa nada. En todo caso está acelerando un proceso, al poner el dedo en una llaga donde hay pus, porque entiende que el deterioro lo favorece”, concluye.
ED: EG