BAKÚ – Los sistemas agroalimentarios están en la primera línea de impacto del cambio climático y su atención en los planes nacionales es fundamental en el abordaje de esa crisis, planteó en la Cumbre del Clima en esta ciudad la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Un nuevo análisis de la FAO revela que casi todos los países identifican los sistemas agroalimentarios como una prioridad para la adaptación al cambio climático (94 %) y la mitigación de sus efectos (91 %) en sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC en inglés).
Las NDC son planes nacionales de acción climática y la herramienta principal para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, de 2015, en el que la casi totalidad de las naciones se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que calientan la atmósfera y precipitan el cambio climático.
A las NDC se pasa revista en la 29 Conferencia de las Partes (COP29) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático esta capital de Azerbaiyán, como preparación para recibir nuevos compromisos de acción climática urgente a comienzos del año próximo.
La FAO indica el potencial de los sistemas agroalimentarios en las soluciones climáticas se pone de relieve una vez que 88 % de los planes nacionales identifican a la inseguridad alimentaria y a la pérdida de diversidad como riesgos principales relacionados con el clima.
El cambio climático, recordó el reporte de la FAO, afecta negativamente el rendimiento de los cultivos y la seguridad alimentaria, al aumentar la frecuencia de fenómenos climáticos extremos que dañan siembras y pastos, y al afectarse los patrones que marcan las temporadas de crecimiento y la disponibilidad de agua.
“Estos riesgos, que amenazan con socavar los avances logrados con tanto esfuerzo en materia de desarrollo sostenible, son especialmente graves en el África subsahariana, donde el cambio climático está aumentando el hambre y la pobreza”, subraya el informe.
Dos tercios de todos los países estudiados informan sobre los impactos y riesgos relacionados con el clima para los sistemas basados en cultivos en sus NDC, mientras que alrededor de la mitad lo hace para los sistemas ganaderos, forestales y de pesca y acuicultura basados en océanos y zonas costeras.
Los países menos adelantados (PMA) y los países de bajos ingresos (PBI) informan sobre los riesgos relacionados con el clima en una proporción mayor que el promedio mundial, especialmente los riesgos para los sistemas agroalimentarios y la seguridad alimentaria, los medios de vida, la pobreza y la desigualdad.
El análisis también muestra que las desigualdades dentro de los sistemas agroalimentarios se mantienen como un obstáculo importante para las NDC.
Cada vez se reconoce más que abordar la pobreza y la desigualdad es esencial para la adaptación y las transiciones justas, pero solo una fracción de las NDC se centra en las vulnerabilidades, los riesgos y las capacidades específicas de los diferentes segmentos de la población desde el punto de vista agroalimentario.
La FAO advierte de que si no se presta mayor atención a estas brechas socioeconómicas, los sistemas agroalimentarios corren el riesgo de dejar a los grupos más marginados aún más expuestos a los impactos del cambio climático.
También, la persistencia de significativas brechas de mitigación (medidas para reducir o prevenir las emisiones de gases de efecto invernadero) en los sistemas agroalimentarios.
Expone el informe que si bien la agricultura y los sistemas alimentarios son una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero, las NDC actuales abordan solo 40 % de ellas, lo que deja margen para duplicar las ambiciones en esas contribuciones nacionales.
Señala que las emisiones de la ganadería son particularmente desatendidas, con 66 % sin abordar, y las emisiones previas y posteriores a la producción están aún peor, con una brecha de 82 %.
“Si no se cierran esas brechas, alcanzar los objetivos de temperatura global será casi imposible”, asienta el análisis de la FAO.
Indica que incluso si se eliminaran las emisiones de los combustibles fósiles, las emisiones agroalimentarias no abordadas “harían casi imposible limitar el calentamiento a 1,5 °C, e incluso 2 °C sería un desafío abrumador”.
El Acuerdo de París fijó como meta para el año 2050 que la temperatura media del planeta no exceda de 1,5 grados centígrados (°C) con respecto a la de la era preindustrial (1850-1900) ni de dos grados para finales de este siglo.
Los esfuerzos de planificación de la adaptación (medidas para reducir los efectos del cambio climático) también son insuficientes, destaca la FAO.
Considera que si bien las medidas de adaptación agroalimentaria incluidas en las NDC son relativamente integrales, su eficacia es incierta debido a la falta de claridad en cuanto a su viabilidad y solidez.
“Sin una planificación e inversión más coordinadas y eficaces, las iniciativas de adaptación tendrán dificultades para seguir el ritmo de los crecientes riesgos climáticos”, destaca el documento.
El estudio también muestra que las décadas de relativa inacción climática en los sistemas agroalimentarios tienen un inmenso costo financiero.
La agricultura es la más afectada por los desastres relacionados con el clima, con pérdidas de cientos de miles de millones de dólares anuales, equivalentes a cinco por ciento del producto interno bruto agrícola mundial en los últimos 30 años.
Entre 2007 y 2022, la agricultura representó 23 % de las pérdidas totales relacionadas con desastres, y las sequías fueron responsables de más de 65 %.
Por todo ello, el análisis sostiene que la transformación de los sistemas agroalimentarios para que resistan las presiones climáticas requerirá 1,15 billones (millones de millones) de dólares anuales hasta 2030, pero la financiación actual es 40 veces menos, de solo 28 500 millones de dólares anuales.
En consecuencia, la FAO plantea que los países deben superar esas brechas, con planes audaces basados en datos, la búsqueda de una financiación adecuada y acuerdos ambientales multilaterales, para alinear, en las NDC, las prioridades agroalimentarias con otros planes climáticos y de biodiversidad.
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