RÍO DE JANEIRO – El Mercado Común del Sur (Mercosur) incorporó a Bolivia como miembro pleno en julio, sin fiestas. El bloque sudamericano vive un momento de desaliento e incertidumbres en relación a su futuro.
“El Mercosur no acabará. Necesitamos transformarlo, modernizarlo, cambiar su ambición. Su principal dificultad es el modelo de integración como una unión aduanera”, según el diagnóstico de la economista Sandra Rios, directora del Centro de Estudios de Integración y Desarrollo (Cindes).
Hubo un “exceso de ambición” inicial, de pretender un mercado común, de integración total de capitales y personas, incluso con una moneda común, es decir más allá de la unión aduanera que en todo el mundo solo Europa alcanzó, acotó.
“La solución sería profundizar el área de libre comercio, remover obstáculos a la libre circulación de mercancías, que ya constituye una amplia agenda, y abandonar la idea de unión aduanera”, sostuvo en entrevista con IPS en Río de Janeiro.
Esa pretensión “limita los países en sus posibilidades comerciales” y genera conflictos. Uruguay plantea acuerdos independientes de libre comercio con otros países desde 2008, “pero la unión aduanera no lo permite, exige negociaciones conjuntas”, argumentó.
“El principal legado del Mercosur es quizás político, al promover la cooperación que superó conflictos políticos y militares entre Argentina y Brasil, además de mantener el diálogo cuando más se agudizaron las divergencias ideológicas”: Sandra Rios.
Rios no contempla la posibilidad de revisar los tratados que constituyeron el Mercosur, pero sí que se podría flexibilizarlos, adoptar permisos temporales para que los países miembros puedan negociar acuerdos bilaterales.
El estancamiento del bloque sudamericano se siente hace más de una década, pero ganó signos más graves de crisis en la cumbre del 8 de julio en Asunción, la capital paraguaya, cuando se formalizó la adhesión plena de Bolivia.
Ultraderecha debilita la integración
El presidente argentino, Javier Milei, que tomó posesión el 10 de diciembre de 2023, no concurrió a la reunión del Mercosur, prefirió participar en un encuentro internacional de la extrema derecha, la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), en Camboriú, una ciudad balnearia en el sur de Brasil.
Durante la campaña electoral ya había anunciado su intención de retirar Argentina del Mercosur. Tras asumir el poder atacó a su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, como un “perfecto dinosaurio idiota” y “comunista”, además de corrupto, deteriorando las relaciones bilaterales entre los dos principales socios del bloque.
“La inanición del Mercosur viene de antes, pero empeoró con los gobiernos de extrema derecha”, en el Brasil presidido por Jair Bolsonaro (2019-2022) y ahora con Milei en Argentina, observó Hussein Kalout, exsecretario de Asuntos Estratégicos del gobierno brasileño (2017-2018) y actual consejero del independiente Centro Brasileño de Relaciones Internacionales.
Los dos ultraderechistas siempre se manifestaron contrarios a la integración y al diálogo con los gobernantes de izquierda que coincidieron con ellos en el otro gran socio del Mercosur. Lula con Milei, actualmente, y Bolsonaro con el peronista argentino Alberto Fernández (2019-2023).
Pero “Argentina depende del comercio con Brasil”, hecho que puede forzarla a aceptar medidas integradoras por encima de las discrepancias políticas e ideológicas, matizó Kalout, graduado en ciencias políticas y doctorado en relaciones internacionales.
Responsabilidad del socio mayor
“El Mercosur necesita una dinamización y eso le toca a Brasil, porque en todos los procesos de integración regional, la responsabilidad de impulsarlos es del país de economía e instituciones más fuertes”, analizó.
Socios con pequeña economía, como Paraguay y Uruguay, y ahora Bolivia, no pueden contribuir decisivamente al proceso y Argentina está muy debilitada por su crisis, hechos que agrandan el papel brasileño, acotó.
“Sacar el Mercosur de la inmovilidad actual exige soluciones creativas y para eso es fundamental que Brasil tenga claridad sobre que desea en bloque”, sentenció Kalout a IPS en un diálogo por teléfono desde Brasilia.
Con objetivos claros, el socio mayor puede actuar con generosidad, hacer concesiones, sin buscar ganancias económicas en todas las etapas. “Lo más vital es el liderazgo, la proyección de poder internacional”, apuntó.
Kalout también cree en la permanencia del Mercosur, aunque en “hibernación”. El comercio entre Brasil y Argentina sigue “importante” para ambos países, pese a su reducción en este año, debido a la crisis argentina.
La asimetría económica con los socios menores no impide la integración, como demuestra la Unión Europea (UE), que comprende grandes potencias mundiales, como Alemania y países de economía limitada, como Grecia y Portugal, ejemplificó.
“El principal legado del Mercosur es quizás político, al promover la cooperación que superó conflictos políticos y militares entre Argentina y Brasil, además de mantener el diálogo cuando más se agudizaron las divergencias ideológicas”, destacó Rios.
Incluso ahora, cuando Milei rechaza el Mercosur y ofende a Lula, la cancillería argentina, encabezada por Diana Mondino, preserva las relaciones de su gobierno con Brasil y el bloque.
Democratización
La integración, iniciada en 1991, también produjo acuerdos en previdencia social, turismo, en educación, como el reconocimiento de certificados escolares entre los países miembros, y la facilitación de las migraciones, aunque el control de fronteras para ciudadanos de otros países sigue igual, señaló Rios.
La cláusula democrática, incluida en los tratados en 1998, también cumplió un papel importante. Venezuela, por ejemplo, incorporada como miembro pleno en 2012, fue suspendida del bloque en 2017, por violar esa cláusula al anular los poderes de la legislativa Asamblea Nacional.
Bolivia como miembro pleno “no agrega nada y es un complicación adicional”, según la economista, por tener una estructura productiva distinta de la brasileña, para la cual no interesa el arancel externo común que impone la unión aduanera.
Sería más adecuado su integración a una simple área de libre comercio, incluso porque Bolivia ya tiene un amplio acuerdo comercial con Brasil. Y en ese formato el Mercosur podría incorporar otros países del continente.
Según datos de marzo de este año, el Mercosur, que opera como zona de libre comercio y unidad aduanera, es la quinta zona económica del mundo, representa 83 % del producto interno bruto sudamericano y más de 70% de su población, y en 2023 su comercio intrazona sumó 47 411 millones de dólares.
Además tiene a todos los países sudamericanos que no son socios plenos, como miembros asociados, con la salvedad del suspendido Venezuela.
Rios y Kalout coinciden que las negociaciones de un acuerdo de libre comercio con la UE se volvió inviable en la actual coyuntura, con fuertes opositores en ambos lados.
Las exigencias europeas, especialmente por parte de Francia, como “cláusulas ambientales vigentes solo para nosotros”, hacen imposible por ahora cualquier avance negociador, concluyó Kalout.
“El Mercosur, así como otros mecanismos de integración, depende de características de los gobiernos nacionales, en nombre de que intereses se gobierna”, comentó Carlos Raimundi, abogado argentino y docente de la Universidad Nacional de la Plata.
Es así que el Mercosur tiene raíces en los acuerdos estratégicos firmados los gobiernos de la redemocratización en Argentina y Brasil, tras dictaduras militares, en los años 80.
Luego se formó el bloque comercial “bajo otro signo político, el del neoliberalismo, de la incipiente globalización y del Consenso de Washington” en la década siguiente, recordó el ex parlamentario del Mercosur y exembajador argentino ante la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Eso determinó una orientación netamente comercial, de apertura económica y desregulación a la integración, distinta de la del siglo XXI, con gobiernos “nacional-populares”.
En esa etapa tuvo vigencia “una mayor sensibilidad social, la lucha por la redención de la pobreza, mayor intervención del Estado en los procesos económicos”, además de derechos de los trabajadores, de los estudiantes y los ciudadanos en general, dijo Raimundi a IPS, por teléfono desde Buenos Aires.
“El momento actual es de gobiernos muy conservadores en lo político y muy liberales en lo económico, con la excepción de Brasil y Bolivia, que gobiernan en nombre de los intereses del poder económico, como reducción de impuestos de las grandes empresas y salarios bajos. Eso marca el camino de la integración”, lamentó.
ED: EG