SANTIAGO – La economía de América Latina y el Caribe se mantiene estancada en una trampa de bajo crecimiento, que este año será de apenas 1,8 por ciento, y afectada por una pobre dinámica de empleo y el cambio climático, indicó un estudio presentado este martes 13 por la Cepal.
Esa trampa está “acompañada de un mal desempeño de la inversión y una baja productividad laboral, a lo que se suma el poco espacio interno para implementar políticas macroeconómicas de reactivación y la incertidumbre global”, indica el “Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2024”.
Enfrentar esa trampa “requiere el fortalecimiento de las políticas de desarrollo productivo que sean complementadas con políticas macroeconómicas, laborales, y de adaptación y mitigación al cambio climático”, apunto al presentar el informe José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
Según el reporte, presentado en esta capital chilena, en el transcurso de la última década los países de América Latina y el Caribe han exhibido un bajo crecimiento económico, con una tasa promedio de 0,9 % en el período 2015-2024.
Por ello, expone que “dinamizar el crecimiento” constituye una tarea primordial para que la región pueda responder a los desafíos ambientales, sociales y laborales a los que se enfrenta en la actualidad.
El estudio recorta a 1,8 % el pronóstico de crecimiento económico, que estimaba de 2,4 % en mayo, y ese lento crecimiento se observaría en todas las subregiones, con 1,5 % en América del Sur, 2,2 % en América Central y México, y 2,6 % en el Caribe si se excluye Guyana.
Guyana es un caso especial debido al bum petrolero que experimenta esta década, por lo que se proyecta que su producto interno bruto (PIB) crezca 29,2 % este año y 17,8 % el próximo.
En toda la región se espera para 2025 un crecimiento de 2,3 %, repunte que se explicaría, en particular, por el desempeño de América del Sur, que llegará a 2,4 %.
En la subregión se espera este año un retroceso de 3,6 % en el PIB de Argentina, aunque aumentaría cuatro por ciento el próximo, y un crecimiento de 2,3 % en Brasil (2,1 % en 2025), de 2,6 % en Chile (y 2,3 %), de 1,3 (y 2,6 %) en Colombia, de 2,6 (y 2,5 %) en Perú, de 1,8 (y 1,6 %) en Ecuador, y 3,6 (y 2,6 % en 2025) en Uruguay.
México debería crecer 1,9 % este año y 1,4 % en 2025, en una subregión en la que el mejor desempeño lo presenta República Dominicana (5,2 % este año y 4,5 % en 2025), seguida de Costa Rica (4,0 % en 2024 y 3,8 el año próximo), cifras más modestas en el resto del istmo, y crecimiento negativo (-3,0 y -0,5 %) en Haití.
El Caribe (excluida Guyana), con economías ampliamente ligadas a la actividad turística, muestra cifras bajas, con 2,6 % de crecimiento estimado para este año y 2,3 % para el próximo, en un arco que va desde Jamaica (1,8 y 1,7 %) hasta la mejor situada Antigua y Barbuda (6,3 y 4,8 %).
En su segunda parte, el informe analiza el impacto de la trampa de bajo crecimiento y el cambio climático en la dinámica del empleo.
Sus resultados indican que existe una estrecha relación entre el crecimiento y la creación de empleo a nivel agregado y sectorial, por lo que la desaceleración observada en la tasa de crecimiento de la economía se tradujo en la del número de ocupados en la última década.
Entre 2014 y 2023, el crecimiento promedio del número de ocupados de la región fue del 1,3 %, un tercio del registrado en la década de 1970 (3,9 %).
Asimismo, se verificó una caída de la productividad laboral, que en 2024 se estima será inferior a la registrada en 1980.
Por otro lado, el crecimiento de la ocupación se explica principalmente por el aumento del empleo informal, en particular de las mujeres.
Al igual que la dinámica del empleo total, la informalidad se concentra en los sectores de menor productividad, especialmente construcción, comercio, transporte, turismo y servicios, que en conjunto abarcan 74,4 % de los ocupados informales.
Con respecto al impacto del cambio climático sobre el empleo, el informe muestra un escenario en el que, en la medida que no se realicen las inversiones en adaptación y mitigación, se podría provocar una pérdida de 43 millones de puestos de trabajo.
De esa cifra, 10 % de la fuerza laboral en la región de aquí al año 2050, unos 15 millones de puestos de trabajo se perderían en los sectores agricultura y turismo.
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