El cambio climático y la desigualdad se alimentan mutuamente

Vista aérea de un sector de la ciudad india de Mumbai. En los días calurosos, en el asentamiento informal de Dharavi (izquierda) se registra hasta seis grados más de temperatura que en los arbolados y mejor construidos suburbios vecinos, una muestra de la relación entre la desigualdad y el cambio climático. Imagen: Johnny Miller / Oxfam

BOSTON, Estados Unidos – Uno por ciento de los superricos del mundo fue responsable en 2019 de más emisiones de carbono que dos tercios de la humanidad, indicó este lunes 20 un informe de la coalición contra la pobreza Oxfam, al mostrar que el cambio climático y la desigualdad se alimentan mutuamente.

El mundo “enfrenta dos crisis gemelas: a medida que la desigualdad empeora, también lo hace el cambio climático”, apuntó el informe.

Las personas, las corporaciones y los países más ricos emiten la mayor cantidad de carbono, y de ese modo ponen a las personas que viven en la pobreza y en situación de marginación, quienes tienen una huella de carbono muy pequeña, en riesgo de sufrir impactos climáticos mortales.

El dióxido de carbono (CO2), es el principal gas de efecto invernadero, y sus emisiones se generan con la producción y consumo de carbón, petróleo y gas, la industria del cemento y la deforestación, principalmente.

Oxfam destaca que las mujeres y las niñas, las comunidades indígenas y las personas que viven en países de bajos ingresos no tienen los mismos recursos para protegerse que los superricos, en su mayoría hombres blancos de países de altos ingresos.

En cambio, los pobres “son los que tienen que recoger los pedazos después de cada devastadora sequía, incendio e inundación, ampliando la brecha económica cada vez un poco más”, deplora el informe.

En su inventario, el documento señala que en 2019 uno por ciento de superricos fueron responsables de más emisiones de carbono que cinco millones de personas o 66 % de la humanidad.

“Parte del problema es el lujoso estilo de vida de los superricos, que incluye el uso de yates y jets privados que emiten mucho carbono”, comenta el informe.

Pone como ejemplo a Larry Ellison, “una de las personas más ricas de Estados Unidos (copropietario de Oracle, empresa de tecnología informática), tiene una huella de carbono por consumo que es 539 veces la del estadounidense promedio”.

Otra parte del problema son las inversiones y participaciones accionarias de los ultrarricos en empresas contaminantes, y Oxfam apoya que para prevenir los peores impactos del cambio climático es necesaria una transición para abandonar los combustibles fósiles.

“Eso se vuelve difícil cuando 125 de los multimillonarios más ricos del mundo invierten tanto dinero en empresas contaminantes que son responsables de emitir un promedio de tres millones de toneladas de carbono cada año”, comenta Oxfam.

También advierte que “con su gran influencia sobre los medios de comunicación, la política y los responsables políticos, los superricos pueden proteger sus intereses financieros deteniendo avances hacia la transición a la energía renovable”.

Entre los muy ricos estudiados por Oxfam figuran el magnate mexicano Carlos Slim, el ruso Roman Abramovich, el francés Bernard Arnault, y los estadounidenses Laurene Powell Jobs (Apple), Elon Musk (Tesla, X Corp) y Bill Gates (Microsoft).

Otra advertencia es que las emisiones del uno por ciento más rico “causarán 1,3 millones de muertes relacionadas con el calor entre 2020 y 2030”.

“Mientras a los ultrarricos sus vastos recursos los protegen del cambio climático, como los eventos de calor extremo, las personas que no tienen los medios para protegerse se ven obligadas a luchar por sus vidas ante un problema que no causaron”, expone el informe.

Según el texto, 10 % de esas muertes se deberá a las emisiones de los estadounidenses superricos.

En el inventario de males, Oxfam afirma que más de 91 % de las muertes causadas por desastres relacionados con el clima en los últimos 50 años ocurrieron en países de bajos ingresos y, en comparación con los ricos, el número de muertos por inundaciones es siete veces mayor.

Eso se debe en parte a que las personas con ingresos más bajos suelen vivir en zonas como lechos de ríos secos o áreas costeras mal protegidas, la cuales son propensas a inundaciones, estrés por calor y tormentas.

En 2022, África occidental experimentó inundaciones masivas que desplazaron a más de 1,5 millones de personas y dañaron más de 300 000 hogares.

Los países ricos acordaron apoyar a los países de bajos ingresos con fondos para la acción climática, en el Acuerdo de París de 2015, pero la mayor parte de esos fondos se han proporcionado en forma de préstamos.

Oxfam considera que los países de bajos ingresos necesitan 27 veces más fondos de los que reciben, y que la falta de apoyo adecuado contribuye a una situación en la que la mortalidad humana por inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces mayor en sus regiones que en las más ricas del mundo.

Insiste en que la forma en que los más ricos del mundo queman carbono amenaza la supervivencia de millones de personas, pues el calentamiento global tendrá consecuencias catastróficas.

En la actualidad, “783 millones de personas no están seguras de dónde vendrá su próxima comida”, y solo en África “la productividad agrícola ha disminuido 34 % desde 1961, en gran parte debido al cambio climático”.

“Mientras tanto, de 2020 a 2021 los multimillonarios de la industria alimentaria y agrícola pudieron aumentar su riqueza colectiva en 45 %”, señala el texto.

Y, finalmente, según Oxfam resulta difícil mantener el ritmo de transición a energías renovables, pues las emisiones de carbono de los multimillonarios “anulan los beneficios de un millón de turbinas eólicas cada año”.

Para apreciar la magnitud del problema, recuerda que solo Estados Unidos demoró 40 años en construir 80 000 de esas turbinas. Para Oxfam “la única solución es poner fin al consumo despilfarrador, como el de los aviones privados”.

Concluye que hay tiempo para cambiar y que los gobiernos necesitan, en primer lugar, dar a todos los que viven en la pobreza un ingreso mínimo diario y, al mismo tiempo, reducir las emisiones globales en 10 %, mediante una redistribución global de los ingresos.

Asimismo, poner fin al uso de combustibles fósiles gravando a las corporaciones y a los multimillonarios para ayudar a pagar la transición a la energía renovable, dejar de utilizar el crecimiento del producto interno bruto como medida del progreso humano, y priorizar la salud y el bienestar de la humanidad.

A-E/HM

 

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