Una inflación disparada socava la seguridad alimentaria en Pakistán

Una protesta en la ciudad de Peshawar, en el noroeste de Pakistán, contra una inflación que se ha disparado desde 2021 y que deja a la mayoría de la población teniendo que escoger entre alimentarse o pagar algún otro gasto básico. Imagen: Ashfaq Yusufzaim/ IPS

PESHAWAR, Pakistán – “Estamos sometidos a un estrés extremo por el aumento vertiginoso de los precios de los productos comestibles esenciales y del costo del gas y la electricidad. La situación empeora porque cada día Tenemos que pagar más por la harina de trigo, el azúcar, el té, la leche, el aceite, otros”, resume Azizullah Khan, un funcionario paquistaní.

Khan cobra un salario mensual equivalente a 100 dólares, pero el coste de la vida aumenta cada día, lo que dificulta la supervivencia de su familia de ocho miembros.

La factura de la luz de agosto ascendió a unos 67 dólares, y dos tercios de su sueldo se destinaron a pagarla, mientras que los 33 dólares restantes se destinan a pagar el gas y otros gastos familiares, lo que, dice a IPS, es casi imposible.

“Ahora estamos pensando seriamente en vender la pequeña casa que heredamos de nuestros padres porque tenemos que devolver los préstamos a los comerciantes y pagar las matrículas escolares de tres hijos”, dice Khan, de 30 años. Vive en las afueras de Peshawar, la capital de Jaiber Pastunjuá, una de las cuatro provincias de Pakistán, situada al noroeste del país.

Khurram Hussain, analista económico y de negocios, ha recordado que el país supera los dos años y medio sufriendo una presión implacable e interminable sobre el tipo de cambio y los niveles de precios.

“El actual episodio de volatilidad del tipo de cambio comenzó en mayo de 2021 y no ha cesado desde entonces”, precisó. El dólar ha pasado de alrededor de 150 rupias por unidad a cerca de 300, recordó.

Es una depreciación acelerada de la moneda que tiene pocos precedentes. El dólar tardó 10 años en duplicar su valor, de 75 a 150 rupias, desde 2008 hasta 2019. Tardó menos de dos años y medio en volver a duplicarse, desde mayo de 2021 hasta hoy, recordó el especialista en un análisis en el diario paquistaní Dawn.

Al mismo tiempo, el índice de precios al consumidor, que mide la inflación, empezó a dispararse unos meses después de comenzar la devaluación de la rupia y ha subido sin cesar hasta ahora, con algunas pausas de moderación.

Muhammad Raees, de 28 años, un trabajador de la construcción que trabaja por jornada, se ve gravemente afectado por el coste de la vida.

“Hace un año, el precio de 20 kilogramos de harina de trigo era de 1300 rupias, que ahora ha subido a 3000 rupias. No encuentro trabajo todos los días porque las actividades de construcción han caído en picado debido a los precios del cemento, el hierro, el mármol y los azulejos, y la mayoría de los contratistas han dejado de trabajar”, dice Raees, padre de dos hijos.

Asegura con desesperación que “muchas veces he pensado en suicidarme, pero luego pienso en mis hijos y en mi mujer”.

Sabe de al menos 10 personas que se han suicidado en los últimos dos meses.

“No podían pagar las facturas de electricidad. Ahora, el gobierno se plantea subir el precio del gas un 50 %. La población pobre es la más afectada”, afirma.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Javid Shah, un vendedor de verduras de la ciudad de Nowshera, adyacente a Peshawar, está harto de la vida.  El coste del transporte ha aumentado, con lo que han subido los precios de las verduras y, en consecuencia, han bajado las ventas.

“Muchos de los que compraban 1 kilo de tomates, okra (Abelmoschus esculentus) y papas (patatas) cada día se llevan ahora medio kilo. Tengo que desechar verduras podridas a diario por falta de ventas”, detalla.

Akram Ali, que tiene una pequeña tienda de fruta, también se queja constantemente de la alta inflación y la devaluación de la rupia. Ali afirma que su negocio se ha paralizado porque la gente prescinde de la fruta debido a los altos precios.

“Como resultado, voy a cerrar la tienda y trasladar mi negocio a un carrito de mano para ahorrar en el alquiler”, dice el frutero.

Pero la peor consecuencia del hundimiento de su negocio es otra, precisa. “Mis dos hijos van a la escuela, pero el último año y medio ha sido duro y no puedo pagarles la matrícula. Ambos han dejado la escuela y se quedan en casa”, se lamenta.

Saleem Ahmed, un economista local, dice a IPS que las legumbres, consideradas la dieta de los pobres, son tan caras que han pasado a estar fuera del alcance de la mayoría.

“Todas las legumbres se importan en dólares, por lo que sus precios han aumentado. La gente está golpeada por la inflación y no puede comprar artículos, como las legumbres, que solían ser baratos”, dijo.

Los precios se mantuvieron estables hasta que el ex primer ministro Imran Khan fue destituido en abril de 2022 en una moción de censura en la legislativa Asamblea Nacional paquistaní.

“La gente ha corrido de un lado a otro para conseguir dos raciones de comida. Como si la inflación no fuera suficiente, el enorme contrabando de azúcar, harina de trigo, legumbres, aceite, etc. al vecino Afganistán ha clavado el último clavo en el ataúd de las masas golpeadas por la pobreza”, explicó el economista.

Ahmed afirma que el gobierno está tomando préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y otros prestamistas con altos tipos de interés, lo que repercute en el coste de la vida.

En un escenario así, los refugiados afganos que viven en Pakistán celebran el auge de la economía afgana bajo el régimen talibán, y muchos están sopesando opciones para regresar a su país después de haberse instalado en Jaiber Pastunjuá, limítrofe con Afganistán.

“En Pakistán, el dólar estadounidense equivale a 300 rupias, mientras que en mi país se cambia por 75 afganis”, explica Muhammad Mustafa, un afgano con un negocio de productos sanitarios en Peshawar.

Mustafa dice que había enviado a su hijo mayor a Kabul a buscar alquilar el local para una tienda y poder trasladar allí su negocio.

“Toda mi familia vive en Kabul y queremos estar allí. Ha llegado el momento de trasladarnos allí», afirma.

La gasolina se vende a 312 rupias (1,5 dólares) el litro en Pakistán, mientras que en Kabul cuesta 80 afganis (1,02 dólares), explica Mustafa sobre la diferencia de precios que le alienta al retorno.

T: MF / ED: EG

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