ESPERANÇA, Brasil – Zé Pequeno lloró al conocer que las semillas heredadas de su padre quedaron contaminadas por el maíz transgénico que su vecino había traído del sur. Menos mal que pudo rescatar la herencia porque la había compartido con otros vecinos.
Euzébio Cavalcanti recuerda esa historia de uno de sus colegas para destacar la relevancia de las “semillas de la pasión” para la agricultura familiar en el Semiárido, una ecorregión de baja pluviosidad en el interior nororiental de Brasil, que se extiende por 1,1 millones de kilómetros cuadrados, el doble del territorio de Francia.
Guardar semillas es una tradición campesina, pero hace dos décadas la Articulación Semiárido Brasileño (ASA), una red de 3000 organizaciones sociales surgida en los años 90, calificó de guardianes individuales y comunitarios a quienes la practican. En septiembre de 2021 había registrado 859 bancos en la región de semillas criollas, también llamadas nativas.
Cavalcanti, un campesino de 56 años y múltiples habilidades, como poeta, músico y locutor de radio, coordina la red de esos bancos en el Polo de Borborema, un área de acción conjunta de 14 sindicatos de trabajadores rurales y 150 organizaciones comunitarias en el centro-este de Paraíba, uno de los nueve estados del Nordeste brasileño.
“Son semillas adaptadas al clima del Semiárido. Hay que aguantar el largo estiaje, sin irrigación”, esa es una parte de su trascendencia, explicó. Además conserva el patrimonio genético de muchas especies de cultivo local y la historia familiar, un valor afectivo.
“No siembre transgénicos, para no borrar mi historia”, es una consigna del movimiento que promueve las prácticas agroecológicas y resiste a la expansión de los organismos genéticamente modificados en la agricultura local. “El maíz libre de transgénicos y de agrotóxicos (agroquímicos)” es la meta de su campaña.
“Son semillas adaptadas al clima del Semiárido. Hay que aguantar el largo estiaje, sin irrigación”: Euzébio Cavalcanti.
En Paraíba se adoptó el nombre “semillas de la pasión”, en lugar de criollas, desde que en 2003 el gobierno del estado anunció que proveería semillas de una empresa especializada a los agricultores familiares.
“Si el gobierno ofrece esas semillas, no las quiero. Tengo semillas de la familia y pasión por ellas”, reaccionó un campesino en un encuentro con las autoridades. “Luego ‘de la pasión’ se difundió por Paraíba. En otros estados se dice ‘de la resistencia’”, apuntó Cavalcanti.
Agroecología es una de las banderas del Polo de Borborema, así como lo es para ASA en todo el ecosistema Semiárido que ocupa la mayor parte de la región del Nordeste y una faja norteña del estado de Minas Gerais, que pertenece a la región del Sudeste.
Convivir con el Semiárido
La opción responde a un vuelco en la estrategia de desarrollo adoptada por una parte de la sociedad local, especialmente ASA, a partir de los años 90. “Convivir con el Semiárido” sustituyó la orientación tradicional y fracasada de “combatir la sequía”.
Los grandes embalses, que solo benefician a los latifundistas, sin alcanzar a la mayoría de los pequeños agricultores, dieron paso a más de 1,2 millones de cisternas para acopio del agua de lluvia desde los tejados familiares o escolares y variadas formas de almacenar agua para la siembra y el ganado.
Es un proceso de descolonización de la agricultura, de la educación y de la ciencia, que prioriza el conocimiento del clima y del bioma regional, la Caatinga, de vegetación baja, retorcida y resiliente a la sequía. También suma el abandono del monocultivo, con el seguimiento de las técnicas hortícolas y adecuadas a la agricultura familiar, predominante en la región.
El Nordeste, con 26,9 % de la población nacional, o 54,6 millones de habitantes según el censo demográfico de 2022, concentra 47,2 % de los agricultores familiares del país, según el censo agropecuario de 2017. Son 1,84 millones de pequeñas fincas en que la mano de obra familiar es mayoritaria.
El Semiárido brasileño es uno de los más lluviosos del mundo para ese tipo de clima, con 200 a 800 milímetros de lluvia al año. Eso es un promedio, hay áreas más secas y en proceso de desertificación.
Borborema, nombre de un altiplano que obstruye la humedad proveniente del mar haciendo más seco el territorio a su oeste, es escenario de variadas luchas campesinas, como la movilización por la reforma agraria desde los años 80 y por una agricultura campesina “sin veneno”, o agroquímicos, de que las “semillas de la pasión” son un símbolo.
Cavalcanti es una memoria viva de la historia local, también como fundador del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) local y activista de las ocupaciones de predios improductivos para asentamientos rurales, en uno de los cuales conquistó su pequeña finca donde siembra frijoles, maíz, hortalizas y cuenta con dos cisternas.
Agroecología es femenina
La promoción del agroecología se hace con el protagonismo femenino. La Marcha por la Vida de las Mujeres y por Agroecología es una manifestación anual que desde 2010 defiende la agricultura familiar y derechos a una vida sana.
Este año, el 16 de marzo, reunió a 5000 mujeres en Montadas, municipio de 5800 habitantes, para impedir el arribo de los parques eólicos que ya provocaron daños a la salud de campesinos al instalarse cerca de sus viviendas.
Borborema es “un territorio de resistencia”, dicen las mujeres. Hace unos 15 años lograron abolir el cultivo de tabaco.
Cuando llegó una plaga en frutas cítricas, de la mosca negra, el gobierno intentó combatirla con pesticidas, pero “resistimos, usamos defensivos naturales y solucionamos el problema de nuestras naranjas y limones”, recordó Ligoria Felipe dos Santos, de 54 años y tres hijos.
“Eso es agroecología, que se fortalece ante las amenazas. Los agricultores están conscientes, recurren a defensivos alternativos, saben que el desequilibrio es que genera plagas”, sostuvo a IPS.
“La agroecología es una buena bandera de la actividad sindical”, definió Lexandre Lira, de 42 años, presidente del Sindicato de Trabajadores Rurales de Esperança, municipio de 31 000 habitantes en el centro del Polo de Borborema.
Es también un factor de la permanencia en el campo de los hijos de agricultores, porque despierta el interés de los jóvenes por la agricultura, reconoció Edson Johny da Silva, coordinador de Juventud en el sindicato, de 27 años.
Pulpa, el valor agregado
Maria das Graças Vicente, conocida como Nina, de 51 años, forma con su marido Givaldo Firmino dos Santos, de 52, un ejemplo de productividad agroecológica. En 1,25 hectáreas producen cítricos, maracuyá, acerola, mango y otras frutas, además de caña de azúcar, maíz, frijoles y hortalizas.
Plántulas injertadas de frutales es otro de los productos con que amplían sus ingresos, según le mostraron a IPS durante una visita a su finca.
Con la cosecha propia y frutas que compran de los vecinos hacen pulpa, en una casita separada de su vivienda, con una maquinita adquirida con apoyo de la Asesoría y Servicios a Proyectos en Agricultura Alternativa (AS-PTA), una organización no gubernamental que apoya los campesinos en Borborema y otras parte de Brasil.
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“Por suerte tenemos un microclima de valle, donde llueve más que en los alrededores. Acá todo produce”, comentó Santos a IPS.
Pero la pareja se armó de tres reservorios para acopiar agua de lluvia y aguantar las sequías: una cisterna de agua para uso hogareño de 16 000 litro, otra que recoge agua en el suelo pavimentado para riego y una pequeña laguna excavada en la parte baja de la finca.
Aún así en 2016 se secó la laguna, producto de la “gran sequía” que se prolongó de 2012 a 2017, recordó Vicente.
La fábrica de pulpa de frutas creció en los últimos años, ahora tiene siete congeladores pequeños para almacenar las frutas y la pulpa que se vende al comercio y restaurantes de la ciudad. La pareja decidió adquirir una cámara frigorífica capaz de sustituir 30 congeladores.
“Trabajo las mañanas en la tierra, de tarde hago pulpa y de las ventas se encarga mi marido”, contó ella.
Contratar trabajadores ajenos a la familia para reducir la carga laboral cuesta demasiado caro y “tratamos de ahorrar el máximo posible en todo, para vender la pulpa a un precio justo”, concluyó Santos.
ED: EG