DORDRECHT, Países Bajos – Tienen empleos bien remunerados, un buen nivel de vida y casi todo lo que necesitan, pero para los zimbabuenses en el exterior no es oro todo lo que reluce.
Gift Gonye, de 28 años, residente en Alemania, es uno de esos zimbabuenses, y al parecer no está satisfecho con su vida en Europa.
La nostalgia es una enfermedad que ha afectado a zimbabuenses como Gonye, pero a pesar de ello, temen volver a sumergirse en el sufrimiento de la nación del sur de África que dejaron atrás.
“En mi nombre y en el de otros zimbabuenses en la diáspora, sí, echamos de menos nuestro país, pero aun así, no podemos hacer nada al respecto porque hay sufrimiento en casa. No podemos volver a casa para enfrentarnos a la pobreza”, dijo Gonye a IPS.
Añadió que “no nos queda más remedio que soportar los retos de la diáspora para sobrevivir”.
Según las últimas cifras de la Agencia Nacional de Estadísticas de Zimbabue (Zimstats), en el informe de 2022 sobre población nacional y vivienda, menos de un millón de zimbabuenses han abandonado el país desde 2012, buscando pastos más verdes fuera del país.
Los registros de Zimstats han indicado que 908 914 personas abandonaron el país del sur de África en la última década, siendo Sudáfrica, Botsuana y Reino Unido los destinos preferidos por los zimbabuenses.
A Sudáfrica llegaron 773 246, a Botsuana 74 928, a Reino Unido 23 166 y a Estados Unidos 8.565.
Gonye y varios otros zimbabuenses que han huido de las penurias económicas de su país africano han tenido que soportar algunas dificultades en su vida como migrantes.
“La vida que llevamos aquí es cara. Pagamos muchos impuestos. La dura vida que llevamos en Zimbabue nos complica la vida en la diáspora, ya que tenemos que apoyar a la gente de nuestro país porque la gente de allí espera nuestra ayuda, y esto hace que aquí, en la diáspora, no invirtamos en nuestro futuro y en nosotros mismos cuando seamos mayores», afirmó Gonye.
Se refirió así a un sistema conocido como “impuesto negro”, por el que se espera que las personas más ricas y con más éxito ayuden a sus familias en Zimbabue, un país con unos 15 millones de habitantes. Es así que los migrantes, sea cual sea su condición en el país de destino, tienen la presión de enviar remesas para que vivan los familiares que dejaron atrás.
De hecho, muchos zimbabuenses en su país tienen en alta estima a las naciones de la diáspora, los participantes en ella, como Gonye, ven las cosas de otro modo, por la presión diaria que soportan los migrantes para sobrevivir.
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“Quiero que la gente de mi país sepa que aquí no tenemos vida social. No es fácil vivir aquí. El dinero que ganamos es suficiente para el alquiler, la comida y otras cosas básicas, y ahí se acaba todo. Es duro para nosotros en la diáspora”, dice Gonye.
Planteó que “si ves a alguien que te envía algo de dinero a Zimbabue, unos 30 o 70 dólares, (debes saber que) esa persona habrá aguantado ahorrando esa cantidad”.
Como resultado, los zimbabuenses en el extranjero viven bajo la presión de los familiares que quedaron en casa y tienen que cubrir también sus necesidades.
Frente a las cifras oficiales del gobierno de Harare sobre los emigrantes, especialistas aseguran que suman entre cuatro y cinco millones los zimbabuenses que huyeron del país, en gran parte obligados por el colapso de la economía interna desde 2000, cuando entre otras autoridades confiscaron las explotaciones agrícolas comerciales propiedad de familias blancas.
Ellen Mazorodze, residente en Australia, ante la inminencia de las elecciones en Zimbabue el 23 de agosto, dijo que a los emigrantes como ella les gustaría tener la oportunidad de cambiar las cosas en su país.
Sin embargo, solo pueden votar los residentes que viven en el país, y ella les anima a hacerlo.
“Si queréis elegir a una persona que os represente, id a votar. Vuestro voto contará. Les ayudará a que una persona que cumpla sus deseos llegue al cargo”, dijo Mazorodze a IPS.
El también zimbabuense Privilege Kandira, quien vive en Noruega, opina que “la vida en la diáspora es una mezcla de lo bueno y lo malo”.
“Por un lado, puedo atestiguar que he disfrutado de la oportunidad de tener una vida mejor aquí en la diáspora, pero por otro lado, permítanme apresurarme a decir que me he encontrado con muchos desafíos, entre ellos la discriminación racial”, dijo.
Kandira no es el único que lucha contra la discriminación racial en los países de destino.
En el Reino Unido, muchos zimbabuenses, como Tariro Muungani, trabajadora social de 29 años, han tenido que enfrentarse a la discriminación racial.
“Pondré un ejemplo de donde vivo, aquí en Inglaterra. Es un lugar donde hay poca gente negra. Cuando vas por la calle, los blancos te miran con curiosidad. Cuando subes a un autobús, por ejemplo, y te sientas junto a una persona blanca, pueden alejarse de ti porque no quieren estar en contacto contigo, lo que hace que vivir en esas zonas sea doloroso”, dijo a IPS.
Muungani reafirmó lo dicho por Gonye, al asegurar que los zimbabuenses en su país “nos ven en la diáspora como personas que han salido adelante en la vida y piensan que no tenemos problemas, y nos miran con la seguridad de que quienes integramos la diáspora podemos ayudarles”.
Añadió que la mayoría de la gente en su país de origen no cree que la gente en el extranjero pueda a veces carecer de dinero.
Mientras, otros zimbabuenses en el extranjero dicen que echan de menos la unidad social de su país mientras luchan por ganarse mejor la vida en el extranjero.
“Lo que me viene a la mente es la unión que teníamos en casa, el espíritu de vecindad, que aquí no existe. A nadie le importa realmente el prójimo. Los niños viven de cualquier manera, sin que ningún extraño se moleste en disciplinarlos, a diferencia de lo que ocurre culturalmente en nuestro país”, dijo a IPS Sophia Tekwane, una zimbabuense afincada en Suecia.
Pero también remarcó que con el sufrimiento en Zimbabue, muchos como ella no tienen otra opción que soportar vivir en el extranjero.
“El sufrimiento en Zimbabue nos pone las cosas difíciles a todos los que estamos en la diáspora, porque nos obliga a trabajar aún más duro para mantener a nuestros seres queridos en casa”, explicó.
Por ello, acotó Tekwane, “al final no tienes elección. A veces acabas sacrificándote y muriéndote de hambre para mantener a los tuyos. También acabas trabajando jornadas anormalmente largas”.
T: MF / ED: EG