CARACAS – Centenares de miles de niños y jóvenes, y con ellos miles de sus maestros, abandonan año tras año los estudios regulares en Venezuela, y la mayoría de quienes permanecen van a las aulas solo dos o tres días a la semana, poniendo en evidencia el abismal rezago en que se ha sumido la educación en el país.
“¿Para qué seguir estudiando, graduarnos de desempleados y ganar una miseria? Preferimos meternos en el oficio, hacer dinero, ayudar a los viejos, hay mucha necesidad en la casa”, dijo a IPS Edgar, de 19 años, quien con su hermano Ernesto, de 18, lleva tres años dedicado a la jardinería en residencias del sureste de Caracas.
Un estudio de este año de la organización no gubernamental Con la Escuela, en siete de los 24 estados de Venezuela –incluidos los cinco más poblados- arrojó que 22 % de los estudiantes falta a clases para ayudar a sus padres, y en el segmento etario de 15 a 17 años es el caso de 45 % de las adolescentes.
En la escuela donde ha trabajado la maestra Rita Castillo, en La Pomona, una barriada populosa en la tórrida ciudad de Maracaibo, al oeste del país, “el agua falta muchos días seguidos, la luz falla y no pueden prenderse los ventiladores que refrescan los salones”, dijo a IPS.
Allí se dividieron los cursos, de entre 17 y 25 niños cada uno: lunes y martes acuden los tres primeros grados de enseñanza primaria, miércoles y jueves los tres grados siguientes, y el viernes se recuperan de fallas en los días precedentes. Y eso en las mañanas, pues las calurosas tardes quedan para alumnos de secundaria.
Son los primeros pasos para la deserción definitiva, efectuada por 1,2 millones de alumnos en los tres años previos a 2021 y otros 190 000 en el año lectivo 2021-2022, faltando aún por estimar el 2022-2023, sin señales de que la tendencia se revierta.
“La crisis educativa no se inició en marzo de 2020 con la pandemia covid-19. Se trata de problemas que hacen parte de la emergencia humanitaria compleja que durante largos años ha vivido Venezuela”: Luisa Pernalete.
“También en liceos (educación secundaria) de Caracas la deserción es fuerte, y los alumnos que permanecen a menudo pasan de un curso anual al siguiente sin haber recibido por ejemplo una sola clase de Física o Química, por la escasez de docentes”, dice a IPS Lucila Zambrano, profesora de Matemáticas en estos centros públicos del populoso oeste capitalino.
Autoridades de los distritos educativos multiplican sus llamados a docentes ya jubilados para que se reincorporen a la actividad “pero ¿quién va a reincorporarse para ganar 25, 20 o menos dólares mensuales?”, expone a IPS la maestra ya retirada Isabel Labrador, desde Colón, pequeña ciudad en el sudoccidental estado de Táchira.
En la actualidad, la canasta alimentaria requiere 526 dólares mensuales, según el Centro de Documentación y Análisis de la Federación Venezolana de Maestros.
Los maestros, por otra parte, protagonizaron las más vistosas protestas callejeras en los primeros meses de 2023, exigiendo salarios dignos y otros beneficios adquiridos por su convención colectiva de trabajo, y esas demandas permanecen desatendidas cuando este julio ya termina el año lectivo.
Docentes con salarios miserables, deserción escolar, infraestructura deteriorada, carencia de servicios, pérdida de calidad y marcado rezago en la formación de niños y jóvenes son, así, características dominantes en la educación pública venezolana.
Pero “la crisis educativa no se inició en marzo de 2020 con la pandemia covid-19. Se trata de problemas que hacen parte de la emergencia humanitaria compleja que durante largos años ha vivido Venezuela”, dijo a IPS Luisa Pernalete, con décadas como formadora e investigadora en la institución educativa Fe y Alegría.
Números en rojo
En el actual año lectivo, la matrícula de enseñanza inicial, primaria y secundaria sumó 7,7 millones de inscritos, dijo la ministra de Educación, Yelitze Santaella, en este país que según el gubernamental Instituto Nacional de Estadísticas tiene 33,7 millones de habitantes, pero solo 28,7 millones según estudios de universidades.
La disparidad de cifras puede deberse a la migración de más de siete millones de venezolanos en la última década, de acuerdo con agencias de las Naciones Unidas, un número que el gobierno del presidente Nicolás Maduro considera exagerado, pero sin dar sus propias cifras.
El atractivo o la necesidad de migrar, ante la emergencia humanitaria compleja –cuya base material comienza con la pérdida de cuatro quintas partes del producto interno bruto en el período 2013-2021- también marcan la deserción de alumnos y maestros.
Solo en el trienio completado en 2021 dejaron sus puestos de trabajo 166 000 maestros (25 % del total) y 1,2 millones de alumnos (15 % de la matrícula de entonces), de acuerdo con un estudio de la caraqueña y privada Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), catalogada como primera en el ranking de centros de estudios superiores del país.
Con la Escuela estima que al menos 40 % de los docentes que desertaron ya emigraron a otros países.
La cobertura educativa entre la población de tres a 17 años sigue disminuyendo: 1,5 millones de niños, niñas y adolescentes entre esas edades quedaron por fuera del sistema educativo en el período 2021-2022. El grupo más afectado es el de los niños y niñas de tres a cinco años, con una cobertura de apenas 56 %.
En el país hay, según cifras oficiales, 29 400 planteles de enseñanza, de los cuales 24 400 son públicos, con 6,4 millones de alumnos y 542 000 maestros y profesores; y 5000 privados, con 1,2 millones de estudiantes y 121 000 docentes.
Cubren los tres años de educación inicial, seis de primaria y cinco de secundaria. Hace 153 años se decretó que la educación primaria debía ser gratuita y obligatoria.
Según la Ucab y Con la Escuela, 85 % de los planteles públicos no cuenta con internet, 69 % tiene carencias agudas de servicio eléctrico y 45 % no cuenta con agua. Hay también carencias en servicios de salud (93 %), laboratorios (79 %) y salas de teatro o música (85 %).
Al estudiar 79 planteles públicos en siete estados, Con la Escuela encontró que 52 % de las salas de baño (sanitarios) se encuentran en mal estado, 35 % no son suficientes para la matrícula y dos por ciento simplemente no tienen salas para esa elemental higiene.
En 19 % suspenden clases por la afectación de los baños, y 34 % no posee canalización de aguas negras.
“El agua es el servicio que más genera suspensión de clases en Venezuela. Se puede dar clases sin electricidad en el plantel, pero no sin agua, y si el servicio falla en la comunidad o en todo el pueblo, entonces el maestro difícilmente puede ir a enseñar o la familia se abstiene de enviar a su niño o niña a la escuela”, observó Pernalete.
Con la Escuela también encontró que 36 % de los salones de clase son insuficientes para atender la matrícula, 44 % de los planteles tienen aulas en malas condiciones y 50 % reportó pupitres en mal estado.
Más aún, la investigación de la Ucab localizó “escuelas fantasmas”, que aparecen en la data del Ministerio de Educación pero de las que solo quedan algunas paredes.
“Hemos ido a campo con el listado de esos planteles y hemos visto que ya no existen. Son solo cuatro paredes”, dijo Eduardo Cantera, director del Centro de Innovación Educativa de la Ucab.
De la precariedad al rezago
Si el sueldo de un maestro debutante en una escuela pública es de 20 dólares mensuales, quien le aventaja con cinco grados en el escalafón no gana mucho más, 30 o 35 dólares, aunque recibe algunas bonificaciones que no integran el salario.
En Caracas, los colegios privados -que atienden desde inicial al fin de secundaria – de un docente gana sobre 100, quizá 200 o algo más de dólares, según su antigüedad, horas de labor, y capacidad de pago de las familias.
La depresión de los salarios atraviesa todo el espectro laboral. El mínimo básico está en unos cinco dólares mensuales, aunque hay bonos de alimentación, y el salario promedio de los trabajadores formales ronda los 100 dólares.
Es una cifra difícil de alcanzar para muchos de quienes trabajan en el sector informal de la Economía, 60 % de los trabajadores del país según la Encuesta de Condiciones de Vida que la Ucab hizo en 2022 a 2300 hogares en todo el país.
Es una consecuencia del gigantesco retroceso de la economía venezolana -el producto interno bruto perdió cuatro quintas partes entre 2013 y 2021-, agravado con casi tres años de hiperinflación entre 2017 y 2020, y una depreciación que licuó el valor de su moneda, el bolívar, y condujo a una costosa dolarización de facto.
Aunque la educación pública es formalmente gratuita, los padres deben aportar algunos dólares cada mes para ayudar al mantenimiento de las escuelas. En los colegios privados, los precios suben bajo la figura de cuotas extraordinarias, único modo de hacerse con recursos que les permitan retener a sus profesores.
Pernalete dice que en el interior del país muchos maestros deben caminar hasta una hora para ir a la escuela –no hay transporte público o no tienen dinero para pagarlo-, eso sin hablar de la falta de agua o electricidad en sus casas, o la carencia o poca calidad de la conexión a internet, si pueden pagarla, o la falta de otros recursos tecnológicos.
Y si los tienen, no siempre es el caso de sus alumnos.
Damelis, trabajadora en el servicio doméstico que vive en un barrio pobre de Los Teques, ciudad vecina de Caracas, tiene tres hijos estudiando. Algunas maestras, narró a IPS, asignan tareas por un grupo de WhatsApp, pero en su casa nadie tiene ordenador, internet o teléfono inteligente.
¿Cuál es el resultado? La prueba de evaluación inicial de lectura que la Ucab aplicó recientemente a 1028 alumnos de tercer grado de primaria en todo el país mostró alta comprensión oral y lectora (82 y 85 %, respectivamente), pero baja capacidad de lectura en voz alta y decodificación (43 y 53 %).
Más de 40 % de los alumnos solo leyeron 64 palabras por minuto o menos, cuando deberían leer 85 o más. Con la Escuela aplicó la prueba a 364 alumnos en Caracas y el vecino estado de Miranda, y los niños solo leyeron 48 palabras por minuto.
En la acera docente también hay desaliento. A la principal universidad pedagógica del país, estatal, ya casi no llegan aspirantes. En la Escuela de Educación de la Ucab los dos primeros años han cerrado por falta de alumnos, a pesar de que la universidad ofrece becas a quienes quiera formarse como docentes.
¿Qué hacer? “La recuperación física de las escuelas debe ser uno de los primeros pasos, para garantizar su función fundamental: servir como centro de socialización y encuentro de docentes, alumnos y representantes alrededor del proceso de enseñanza-aprendizaje”, planteó Cantera.
“De lo contrario, las consecuencias serán muy graves para el desarrollo del país”, afirmó.
Labrador dijo que observa “una privatización paulatina de la educación, ya no es verdaderamente gratuita”, y en efecto la disparidad entre la enseñanza pública y la privada aumenta la desigualdad en un país en el que en la segunda mitad del siglo XX la educación pública destacó como la más poderosa palanca para el ascenso social.
Para Pernalete se trata de que se cumpla la Constitución de 1999, la cual estipula que el salario de los trabajadores debe ser suficiente para vivir y establece el compromiso estatal con el derecho a la educación, pues asienta que la educación y el trabajo son los medios para la realización de los fines del Estado.
ED: EG