RÍO DE JANEIRO – Una tragedia dentro de la gran tragedia que fue la pandemia de covid-19 en Brasil es el disenso de una parte de los médicos que, al apoyar el negacionismo del expresidente Jair Bolsonaro, agravaron los daños del coronavirus.
El Ministerio de Salud registró un total de 699 087 muertes y 37 millones de contagios en tres años de la pandemia, hasta el 28 de febrero. Es el segundo país en cantidad de muertos, detrás del 1,15 millones de Estados Unidos, y con la mayor tasa de mortalidad entre los países de mayor población.
Son 333 muertes por cien mil habitantes, según el ministerio, que estima en 210 millones la población nacional. Datos preliminares del censo que acaba de concluir el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística apuntan 217,7 millones de habitantes.
Brasil solo tiene 2,6 % de la población mundial, pero concentró 10 % de las muertes totales por covid-19.
Una mejor gestión habría limitado el desastre, según distintas evaluaciones, que atribuyen centenares de miles de óbitos a la actitud del ultraderechista Bolsonaro, que negó la gravedad de la covid-19, saboteó las medidas preventivas, estimuló el uso de medicamentos ineficaces y retrasó la adquisición de vacunas.
Su negacionismo ganó más fuerza por el respaldo de muchos médicos alzados al Ministerio de Salud, del Consejo Federal de Medicina (CFM), órgano normativo de la profesión, y otras instituciones del sector.
“Difícil estimar las muertes evitables, pero la cantidad es significativa”, reconoció César Fernandes, presidente de la Asociación Médica Brasileña (AMB).
Vacunas salvan y unen
Las vacunas, de todos modos, contuvieron la letalidad de la covid-19 y mitigaron los efectos del desgobierno de Bolsonaro y de la división en la medicina brasileña.
“Más de 90 % de los médicos, digamos 95 %, reconocen la validez de las vacunas anticovid-19. Es raro que no sean 100 %, que de 5 % a 10 % sigan siendo negacionistas”, sostuvo Fernandes a IPS desde São Paulo.
A eso contribuyó el número de médicos víctimas del nuevo coronavirus, especialmente en 2020 y comienzo de 2021, hasta que la vacunación, iniciada en enero de 2021, atendió con prioridad el personal de la salud, junto con los ancianos y las personas de baja inmunología, y redujo la mortalidad.
No hay estadísticas precisas ni oficiales, pero un memorial del CFM homenajea a 893 médicos muertos hasta el 29 de octubre de 2021, cuando los óbitos se hicieron esporádicos entre los vacunados.
El Observatorio del Consejo Federal de Enfermería registró 872 muertes entre enfermeros hasta el 27 de febrero de 2023, pero parece subestimado, ya que en Brasil hay 22 % más enfermeros que médicos. Si se les suman los auxiliares y técnicos de enfermería, son cinco veces el total de 562 206 médicos empadronados por la AMB.
También en ese caso los óbitos cayeron con la vacunación. Las muertes, que alcanzaron 1,8 como promedio diario del inicio de la pandemia a agosto de 2021, bajó a 0,014 desde entonces, solo seis decesos en 14 meses.
Riesgo reproductivo
Otro drama brasileño, la mortalidad materna, también se convirtió en una tragedia. El Observatorio Obstétrico Brasileño, una plataforma creada por investigadoras universitarias, monitoreó un salto de las muertes de gestantes y puérperas por covid, de 462 en 2020 a 1519 en 2021.
Cayó a 74 en 2022, luego de movilizaciones por incluir esas mujeres en los grupos de alto riesgo, con prioridad vacunal y pronta asistencia en hospitales más capacitados, recordó Ligia Cardieri, secretaria ejecutiva de la Red Feminista de Salud.
“Los hospitales mejoraron el tratamiento y no hubo muertes maternas por covid-19 en lo que va de este año”, celebró en entrevista con IPS desde Curitiba, capital del sureño estado de Paraná.
Además murieron otras 470 embarazadas o puérperas de síndrome respiratorio agudo grave, en esos tres últimos años, pero sin confirmar la covid-19 como causa. La mortalidad materna sigue alarmante en Brasil, especialmente para las mujeres negras y pobres.
Pero si la vacunación, con sus beneficios innegables, atropelló la disidencia anticientífica de los médicos, otras creencias infundadas escindieron más ampliamente el mundo médico y ayudaron a crear el universo paralelo en que vive el llamado bolsonarismo, con su moralismo añejo, el anticomunismo y la defensa de la familia tradicional.
El “tratamiento precoz” con medicamentos impropios, y que pueden provocar daños colaterales, como el antimalárico cloroquina y el vermicida ivermectina, se volvió una política oficial, con distribución por el Ministerio de Salud, el Ejército y numerosas alcaldías, incluso después de su desaprobación por la Organización Mundial de Salud (OMS).
Al inicio de la pandemia se podría tolerar la búsqueda de alternativas, ante el virus nuevo y desconocido, pero luego las evidencias, que deben orientar un médico, comprobaron la ineficacia y el riesgo de daños, señaló Fernandes.
Muchos médicos persistieron en recomendar tales medicamentos, abriendo una “divergencia de pensamiento” con los demás colegas, que “no fue buena para la credibilidad de la medicina”, admitió. Y contribuyó a la gran mortalidad en Brasil.
Médicos negacionistas asombran
“Nos sorprendió ese perfil asustador, porque creíamos que todos los médicos, con tantos años de formación, acatan la literatura científica, pero ellos no siguen lo que se les enseñó en la universidad. Es necesario evaluar su capacitación, certificarla después de la graduación, como hacen otros países”, razonó Ligia Bahia, médica y profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Pero ella no cree que los desatinos y discrepancias durante la pandemia afecten la credibilidad de medicina. “Los brasileños ya no confiaban mucho en los médicos desde antes, y lo demuestran por su tendencia al automedicación, a consultar los amigos y vendedores de la farmacia, en lugar del médico”, dijo a IPS.
“La pandemia realzó la importancia de los médicos, pero comprobó que ellos pueden ser ignorantes, no conocen el método científico, es decir no son científicos sino aplicadores de técnicas”, evaluó Cardieri, de la Red Feminista y socióloga especializada en salud pública.
Los negacionistas deben de ser una minoría, pero provocaron mucho daño porque “estaban en el poder, en el gobierno y en los consejos de medicina”, acotó.
“Cualquier pandemia es una tragedia social que genera otras tragedias”, resumió Bahia para subrayar otra secuela, el aumento de la mortalidad por enfermedades como cáncer y males cardíacos. La covid-19 acaparó la asistencia y los recursos médicos, otros tratamientos fueron postergados.
Una duda es si el movimiento antivacunas, antes prácticamente desconocido en Brasil, ganó fuerza en el país, tras el boicoteo limitado a una minoría de negacionistas de la pandemia, estimulados por el expresidente Bolsonaro (2019-1 de enero 2023).
“Diría que no. El movimiento en otros países, como Estados Unidos y Japón, es social, tiene un carácter filosófico, vinculado a la integración con la naturaleza. No es el caso de Brasil”, matizó Bahía, una doctora en salud pública.
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Pero un poco bajó la adhesión de los brasileños a las vacunas, al parecer. El nuevo gobierno empezó una campaña para recuperar el nivel anterior de vacunación de varias enfermedades, como poliomielitis, sarampión y la gripe común.
El Programa Nacional de Inmunización siempre alcanzaba sus metas ambiciosas, de hasta 95 % de la población pretendida, pero el índice bajó mucho en los últimos años.
Aun así, 72 % de los brasileños opinaron que debe ser obligatoria la vacunación contra enfermedades infecciosas, en una encuesta divulgada el 27 de febrero y hecha en mediados de 2022 en 34 países por el Instituto IPSOS, que tiene sede en París.
Brasil supera el promedio que es de 59 % y con creces a países como Estados Unidos (43 %) y Portugal (38 %). Está en el mismo nivel de países latinoamericanos como Argentina y Chile, pero había alcanzado 77 % y 78 % en 2021 y 2020, respectivamente.
ED: EG