MÉXICO – El gas licuado no ocupa un lugar preponderante en la cesta energética de México, pero el gobierno mexicano quiere cambiar ese escenario, para surfear sobre la crisis derivada de la invasión rusa a Ucrania y la necesidad de nuevas fuentes del combustible por las sanciones a Rusia.
Ese agresión bélica cambió el tablero mundial del gas, al acentuar la dependencia de Europa de ese carburante y obligar a buscar otras fuentes de aprovisionamiento por las sanciones a Rusia. Si previamente a la guerra iniciada el 24 de febrero había sobreoferta y desinterés por financiar proyectos gasíferos, ahora la ecuación ha variado radicalmente.
Además de promover la instalación de plantas privadas, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador anunció el 11 de junio la construcción de una planta de licuefacción de gas en el sureño estado de Oaxaca, a cargo de la estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE), con una inversión de 3000 millones de dólares.
Un nuevo gasoducto que se tenderá entre ese territorio y Coatzacoalcos, en el sudoriental estado de Tabasco, contribuirá a alimentar la procesadora de gas licuado (GL), con el hidrocarburo procedente de Estados Unidos.
En julio de 2021, el gobierno mexicano creó la empresa estatal Gas Bienestar, para venderlo a precios subsidiados y así amortiguar el impacto del encarecimiento internacional del carburante, empujado ya por el incremento de la demanda tras la pandemia de covid-19 y que se duplicó desde la invasión a Ucrania.
México depende de gas estadounidense, para el consumo residencial e industrial, transportado mayoritariamente por gasoductos pertenecientes a empresas estadounidenses y que ahora buscan la forma de venderlo en terceros mercados, reexportándolo desde su vecino del sur, tras licuarlo en .procesadoras establecidas aquí.
Pero el modelo recibe críticas por encadenar a largo plazo a México al gas y mantener la dependencia con los combustibles fósiles, quebrando así la comprometida transición energética para descarbonizar el consumo interno.
“Esa dependencia no se sostiene. Llama la atención recibir gas de fracking, cuando el gobierno prometió no apoyar más esa tecnología. No hay coherencia”, señaló a IPS, desde la noroccidental ciudad de La Paz, Jaqueline Valenzuela, directora del no gubernamental Centro de Energía Renovable y Calidad Ambiental.
“La apuesta por el modelo extractivista fósil continúa. No vemos construcción de otra alternativa energética frente a la emergencia climática”: Edmundo del Pozo.
En esa capital del estado de Baja California Sur la generación depende en su mayoría de combustóleo, un derivado del petróleo muy contaminante y dañino para la salud humana.
A partir de la reforma energética de 2013, que abrió el sector al capital privado, extranjero y local, México se convirtió en receptor de gas de Estados Unidos, obtenido mediante fractura hidráulica (fracking), técnica que requiere de grandes cantidades de químicos contaminantes y agua, y transportado por gasoductos.
Para su distribución por un territorio de casi dos millones de kilómetros cuadrados, en este país de 131 millones de habitantes se ha desplegado una red de gasoductos, con 27 tendidos estatales y privados.
Las receptoras del gas son unas 50 plantas termoeléctricas, de ciclo combinado –que usan ese carburante y vapor– y turbogas, tanto centrales estatales como privadas.
Pero de manera creciente el GL procesado en México también va a tener como destino mercados en otros continentes, ávidos ahora de proveedores libres de sanciones occidentales.
Oportunismo
Entre las beneficiarias del nuevo escenario gasífero mundial aparecen instalaciones mexicanas que reciben el carburante, lo licúan y lo reexportan por barco, para aprovechar el encarecimiento del material,
Cuatro plantas privadas abastecen del combustible en el noreste y el noroeste del país, destinado principalmente a plantas termoeléctricas y consumo industrial.
Desde 2008 funciona la privada Energía Costa Azul (ECA), situada en el municipio de Ensenada de Baja California y con capacidad de 1000 millones de pies cúbicos (p3) de gas diarios, propiedad de Infraestructura Energética Nova (IEnova) –filial mexicana de la estadounidense Sempra Energy– , que invirtió unos 1200 millones de dólares en la instalación.
En el Puerto de Pichilingue, también en Baja California Sur, opera desde julio de 2021 la terminal del mismo nombre, con capacidad para procesar tres millones de toneladas anuales de GL y propiedad de la también estadounidense New Fortress. La procesadora provee el derivado a una termoeléctrica de la localidad.
En Manzanillo, en el estado occidental de Colima, la Terminal KMS, propiedad de corporaciones coreanas y japonesas, trabaja desde 2012, con capacidad de 3,8 millones de toneladas anuales.
Del otro lado del país, en Altamira, en el nororiental estado de Tamaulipas, funciona desde 2006 la terminal del mismo nombre, copropiedad de la empresa neerlandesa Vopak y de la española Enagás, con capacidad de 5,7 millones de toneladas anuales.
México como productor
México ocupa el puesto 12 como productor de petróleo en el mundo y el 17 de gas. En cuanto a las reservas probadas de crudo ostenta el puesto 20 y el 41 en gas natural, pero su industria de hidrocarburos declina por la escasez de depósitos de fácil extracción.
En la que es la segunda economía latinoamericana, la producción de gas natural osciló entre 2019 y mayo de este año entre 4649 millones diarios de p3 y 4808 millones, según datos oficiales.
La extracción es inferior a la demanda interna y para equilibrar el déficit importa gas, especialmente de Estados Unidos, del que los últimos tres años importó entre un máximo de 935 millones y un mínimo de 640 millones de p3 diarios, según cifras de la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex).
Además, el procesamiento de GL ha ido cayendo. En 2019 el país refinó 100 000 barriles (de 160 litros) diarios (b/d) equivalentes, para caer hasta 84 000 en 2021. De hecho, en abril último, ese indicador se situó en 43 000 b/d.
La importación del hidrocarburo exhibe un comportamiento sinuoso, pues México adquirió casi 54 000 b/d en 2019, cayó 1000 millones en 2020 y subió a 67 000 millones en 2021, y cayó a 27 000 b/d en abril último. Además, no exporta GL desde julio de 2020, ante la exigencia del mercado interno.
“Nuestra preocupación es que las exportaciones de Estados Unidos hacia México simplemente alimentarán las exportaciones mexicanas de gas licuado”: Tyson Slocum.
En tanto, las exportaciones estadounidenses por gasoducto hacia México se han cuadriplicado en los últimos años, según datos de la gubernamental Agencia de Información Energética de Estados Unidos.
“Mientras Estados Unidos debe ayudar a sus aliados necesitados, la habilidad del gas estadounidense de proveer energía confiable y asequible para el mundo es bastante limitada”, dijo a IPS desde Washington, Tyson Slocum, director del Programa de Energía de la no gubernamental Public Citizen.
El representante del grupo estadounidense de defensa de los derechos de la ciudadanía planteó que “nuestra preocupación es que las exportaciones de Estados Unidos hacia México simplemente alimentarán las exportaciones mexicanas de gas licuado”.
Adicción
La avidez gasífera atrae por igual a empresas privadas y públicas. El estadounidense Departamento de Energía (DOE, en inglés) ha entregado al menos cinco permisos para exportar GL y para reexportarlo vía México desde 2016. Asimismo, un proyecto está en construcción y otros tres están planeados en la costa del Pacífico mexicano.
Ienova y la francesa TotalEnergies edifican la fase 1 de ECA, una planta con capacidad de 3,25 millones de toneladas anuales de GL y una inversión de 2000 millones de dólares, para arrancar en 2024. Mientras, la fase 2 está en diseño, para agregar 12 millones de toneladas anuales más.
Mexico Pacific Limited LLC (MPL), propiedad de tres fondos de inversión privados de Estados Unidos, emprende otra planta regasificadora en Puerto Libertad, en el noroccidental estado de Sonora, con una inversión de 2500 millones de dólares y la expectativa de exportar 14 millones de toneladas anuales de GL a Asia.
En 2025 iniciaría la primera etapa, con 4,7 millones de toneladas, según aseguró el presidente López Obrador en una de sus ruedas de prensa matinales.
En diciembre de 2018, el DOE estadounidense autorizó a MPL a exportar hasta 1700 millones de p3 diarios desde la futura instalación, aval requerido para trasladar el hidrocarburo desde el vecino país.
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Además, el proyecto Vista Pacífico LNG, planificado por Sempra en Topolobampo, en el noroccidental estado de Sinaloa, transportaría el combustible de la Cuenca Pérmica de gas, en el suroccidente de Estados Unidos, para reexportarlo hacia Asia y Europa, además de algunos destinos de América del Sur.
De esa cuenta, Vista Pacífico recibió en abril de 2021 permiso del DOE para exportar 40 000 millones de p3 anuales –110 millones de p3 diarios– a México. De ese total, 200 000 p3 de gas anuales –550 millones de p3 diarios– se destinarían a licuefacción y reexportación.
En enero último, la estatal mexicana CFE y la estadounidense Sempra firmaron un memorando de entendimiento de cumplimiento voluntario para la probable construcción de una planta con ese fin.
También en Sinaloa, la privada LNG Alliance de Singapur edifica la planta Amigo LNG, que comenzará a operar en 2027 con capacidad para procesar 3,9 millones de toneladas anuales.
“La apuesta por el modelo extractivista fósil continúa. No vemos construcción de otra alternativa energética frente a la emergencia climática”, cuestionó Edmundo del Pozo, coordinador del área de Territorio, Derechos y Desarrollo del no gubernamental Centro de Investigación y Análisis Fundar.
El especialista analizó para IPS que la modernización de hidroeléctricas y el fortalecimiento de Pemex que ha impulsado López Obrador desde su llegada a la presidencia en diciembre de 2018 favorece el consumo de gas.
“Seguir con fósiles no es una opción. Promovemos que los insumos que se usen para generar electricidad sean locales”, como la luz solar, planteó por su parte la activista Valenzuela.
ED: EG