PALMIRA, Colombia – Mientras señala un estante blanco que guarda pepitas de frijol, el austríaco Peter Wenzl recuerda que una de ellas, obtenida en Ecuador, aportó un gen para descubrir que la proteína arcelina ofrece resistencia al gorgojo, una plaga bastante común en esas leguminosas.
Ese hallazgo permitió desarrollar variedades tolerantes a la plaga y así evitar pérdidas cuantiosas en uno de los cultivos que alimentan a la humanidad.
“Nuestro propósito es investigar, entender el desarrollo de variedades mejoradas. El banco de semillas es un seguro genético hacia el futuro”, dijo este biólogo que dirige el banco de germoplasma de la Alianza del Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat) y Biodiversity International.
Ambas instituciones son parte de 15 centros científicos del CGIAR, antes llamado Grupo Consultivo de Investigación Internacional sobre Agricultura, un consorcio de organizaciones de investigación sobre alimentación, con el objetivo de promover la seguridad alimentaria, que tiene su sede central en la ciudad francesa de Montpellier.
El nuevo depósito, Semillas del Futuro, cuya sede se inaugurará formalmente el 15 de marzo, representa un avance arquitectónico, ambiental y tecnológico comparado con el anterior repositorio que operaba en las instalaciones del Ciat en la localidad de Palmira, en el departamento del Valle del Cauca, en el suroeste de Colombia.
Fundado en 1973, el anterior banco de semillas almacenaba ya la mayor cantidad de simientes de mandioca o yuca (Manihot esculenta), frijol y forrajes tropicales del planeta.
Semillas del Futuro, el nombre del nuevo biobanco, busca salvaguardar la diversidad de cultivos mundiales y proteger el futuro de la alimentación, así como estudiar y entender los rasgos genéticos para descubrir cultivos más nutritivos y resistentes a plagas y pestes y a los efectos de la crisis climática.
También pretende compartir semillas, información y tecnología con los asociados y agricultores vulnerables en el mundo.
El nuevo biobanco, cuya construcción comenzó en 2018, cuenta con módulos de semillas, un laboratorio digital, sanidad vegetal y uno para pruebas in vitro de mandioca, mediante una inversión de 17 millones de dólares.
De ese total, la alianza aportó 11 millones, el gobierno colombiano ayudó con tres millones y varios donantes completaron el resto. Emplea a unas 60 personas, mientras en el centro trabajan unas 900.
Además, en la nueva instalación se proyecta aplicar la conservación en frío (crioconservación) mediante nitrógeno líquido, con lo cual mejorará la reserva y su duración.
Wenzl confió durante el recorrido por el nuevo biobanco de un pequeño grupo de periodistas, entre ellos IPS, que con las nuevas instalaciones habrá más capacidad de resguardo, de investigación y de nuevas pesquisas.
Frente a los efectos de la emergencia climática sobre la agricultura, como temperaturas más altas, sequías intensas y proliferación de plagas, la labor del depósito enseña la importancia de la adaptación, como el resguardo de las mejores semillas y la búsqueda de variedades mejoradas.
De hecho, en su reporte sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad a la crisis climática, divulgado el 28 de febrero, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) demandó mayor diversidad de formas de producción alimentaria.
La exigencia del IPCC obedece a que los riesgos climáticos van más allá de la sequía, pues a finales de este siglo casi un tercio de los campos de cultivo no será apto para producir, a menos que el mundo reduzca las emisiones contaminantes.
Desde su creación, el banco ha distribuido más de 500 000 muestras de 141 países a más de 160 naciones.
Lo ha hecho a partir de las 37 938 variedades de frijol (de 46 especies provenientes de 112 naciones), de 23 100 de forrajes (de 734 variantes de 75 países) y de 6600 de mandioca (la mayor del mundo, con más de 30 especie de 28 procedencias).
El material pertenece a las naciones de origen, pero las muestras son de libre acceso.
El biobanco cuenta también con variedades salvajes de cinco especies domesticadas de frijol y germoplasma de 40 especímenes salvajes. El acervo de mandioca reporta 250 genotipos de especies silvestres. Más de un tercio de la diversidad del tubérculo proviene de Colombia y casi un cuarto de Brasil.
La operación en la nueva sede fortalecerá el trabajo con colecciones similares, como los 100 bancos genéticos operativos en México, 88 en Perú, 56 en Brasil, 47 en Argentina y 25 en Colombia.
Proceso laborioso
Cuando un material arriba proveniente de una universidad, centro científico o grupo de productores, los investigadores examinan sus características, para verificar que cumple con requisitos de calidad y bioseguridad. Luego, inspeccionan su estructura genética, en un primer paso para revelar propiedades que pueden generar resistencias a pestes, plagas, sequía o mejores rendimientos.
Esa información pasa a la base de datos del centro y a los equipos del laboratorio digital, que hace maromas tecnológicas para cotejar, cribar y correlacionar la información. El último paso consiste en almacenamiento al vacío en pequeñas bolsas a -18 grados Celsius, en un proceso que toma entre tres y cuatro meses.
El banco solo capta semillas únicas, para hacer eficiente el esfuerzo de salvaguardar el germoplasma, del cual crea tres copias de seguridad.
Comparte cada una con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, otro socio de CGIAR situado en el centro de México, epicentro de la llamada revolución verde que aumentó la producción alimenticia en el mundo en desarrollo, a costa de contaminar el suelo con fertilizantes sintéticos.
También envía otra a la Bóveda Global de Semillas, el Arca de Noé de la alimentación futura construida en 2008 y situada en la isla noruega de Spitsbergen, contigua al Ártico y manejada por el gobierno noruego, el Fondo Global para la Diversidad de los Cultivos y el Centro Nórdico de Recursos Genéticos.
El Ciat, con un terreno de 400 hectáreas de extensión en el municipio de Palmira, cercano a la ciudad de Cali, la tercera urbe colombiana en población y economía, tiene 22 hectáreas plantadas con mandioca, unas dos con frijol y otras 10 con forrajes, para probar técnicas que mejoren esos cultivos.
Además, el centro tiene otras cuatro puntos de investigación en fincas de la zona para estudiar cultivos y sistemas silvopastoriles.
Una simiente encierra secretos ancestrales y es al mismo tiempo memoria y herencia, recuerdo de lo que su familia fue y anuncio potencial de lo que puede ser.
El biobanco también contiene una paradoja, pues la base de su colección data de un tiempo cuando cualquiera podía apropiarse de un material y llevarlo lejos de su sitio de origen.
Pero con el advenimiento de tratados sobre biodiversidad y protección de especies en los años 90, paró ese flujo, destinado también para salvaguardar esa misma riqueza biológica.
En la actualidad, 20 especies son la base de la alimentación mundial, por la concentración y asimilación de dietas antes más diversas. Históricamente, la humanidad ha utilizado 5000 y otras 369 000 podrían servir de alimento.
“Muchos de esos materiales se han perdido en la agricultura. En el Valle del Cauca ya no hay cultivos de frijol o yuca, sino caña de azúcar”, resaltó Daniel Debouck, director emérito del banco de germoplasma.
La revolución de los datos, al agro
Una de las innovaciones del Ciat consiste en el uso de datos masivos e inteligencia artificial, vale decir de la utilización de códigos computacionales para procesar esa información.
“Trabajamos para evitar duplicaciones de semillas e interconectar los datos para mejorar las variedades. Si los datos arrojan información importancia sobre genes, pueden servir para la edición genómica (el recorte de genes nocivos)”, explicó a IPS la investigadora del biobanco Mónica Carvajal.
Del total de materiales, 7000 ya tienen secuencia digital completa; en el caso de frijol, solo 400. Este año, el equipo se concentra en la serie de toda la colección del frijol común (Phaseolus vulgaris) y el tépari (P. acutifolius), oriundo del suroeste de Estados Unidos y el noroeste de México y más resistente a climas secos que el grano común.
“Nos interesa encontrar resistencias al calor y la sequía”, detalló la experta.
La información proveniente de secuencias digitales ha cobrado relevancia en años recientes, debido al avance de la informática. De hecho, CGIAR tiene en marcha una plataforma de datos masivos (big data), para potenciar la colaboración entre sus asociados y la investigación.
Como parte de su estrategia de vincular investigación y consumo, la alianza desarrolla un proyecto de biofortificación de arroz, frijol y maíz con hierro y zinc. Desde 2016, han liberado más de 40 variedades de frijol en América Central y Colombia, en beneficio de unas 500 000 personas. En Colombia han distribuido dos tipos de frijol, uno de arroz y otro de maíz.
El edificio del biobanco ostenta la certificación Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental del Consejo de Estados Unidos de Edificios Verdes y el Desafío Edificio Viviente, del Instituto Internacional por un Futuro Viviente, con sede en la ciudad estadounidense de Seattle.
Entre sus innovaciones, opera con un sistema de captación de lluvia que satisface sus necesidades hídricas, respaldado por un esquema de reciclaje del líquido; paneles solares que proveen de la mitad de la electricidad y una pérgola de madera certificada que impide la acumulación de calor.
ED: EG