SANTIAGO – Este domingo 19 de diciembre el electorado chileno tendrá que resolver una disyuntiva inédita desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet en 1990: o abrir las puertas del gobierno a las jóvenes generaciones de izquierda que irrumpieron en la última década, o retrotraer la historia para legitimar la continuidad de un neoliberalismo económico que se nutre en lo político de una impronta ultraconservadora.
Gabriel Boric, un egresado de la carrera de Derecho nacido en la austral ciudad de Punta Arenas, de 35 años, candidato de la coalición Apruebo-Dignidad, enarbola las banderas de la renovación profunda, mientras el abogado José Antonio Kast (Santiago, de 55 años), abanderado del llamado Frente Social Cristiano, encarna en su trayectoria la reivindicación de la obra y la ideología del régimen militar, instalado con un cruento golpe de Estado en 1973.
Será el fin o el resurgimiento del pinochetismo que ha estado presente en estos 31 años, como sombra de una transición que parece eterna. Los siete gobiernos que se han alternado en el poder desde 1990 de una u otra manera respetaron en un pacto no declarado un statu quo heredado del régimen dictatorial, con variables de inclinación hacia la izquierda o la derecha, pero siempre apostando a un difuso centro.
La Concertación de Partidos por la Democracia, definida como de centroizquierda, gobernó con los democristianos Patricio Aylwin (1990-1994) y Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), mientras las tendencias socialistas lo hicieron con Ricardo Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018), si bien su última administración fue bajo el pacto Nueva Mayoría, que incluyó al Partido Comunista (PC).
La derecha, que ha construido diversos bloques en torno a los partidos Renovación Nacional (RN) y Unión Demócrata Independiente (UDI) más otras agrupaciones menores, ganó la presidencia en dos ocasiones (2010-2014 y 2018-2022) con el empresario Sebastián Piñera. En la nomenclatura de la prensa y la política RN y la UDI se caracterizan como centroderecha.
Fue en el primer gobierno de Piñera que saltó a escena la generación de Boric, en el contexto de las masivas movilizaciones por la gratuidad de la educación superior, que inició la actual diputada comunista Camila Vallejo, presidenta entonces de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile.
Esta lucha universitaria vio nacer diversos colectivos de izquierda que dieron nacimiento al Frente Amplio (FA), un nuevo protagonista que en la primera vuelta de las presidenciales de 2017 postuló a la periodista Beatriz Sánchez y conquistó el tercer lugar con más de 20 % de los votos.
El primer gobierno de Piñera fue puesto contra la pared en 2011 por el movimiento contra la privatización y el lucro en las universidades, una de las herencias de la dictadura. Y el empresario vio tambalear más aún su actual segundo gobierno con el estallido social que comenzó el 18 de octubre de 2019 y que forzó un acuerdo transversal de las fuerzas políticas para plebiscitar el fin de la Constitución de Pinochet y elaborar una nueva carta fundamental a través de una Convención Constitucional.
Fue en este proceso que nació Apruebo Dignidad como alianza de los cuatro partidos del FA, el PC, la Federación Regionalista Verde, Acción Humanista y otros partidos y movimientos sociales, y que tomó su nombre del plebiscito constitucional del 25 de octubre de 2020, donde 78 % del electorado marcó “Apruebo” en la papeleta para derogar la Constitución pinochetista de 1980.
Kast, en cambio, se posicionó como el adalid del voto “Rechazo” y levantó un discurso crítico a Piñera, acusándolo de ceder ante los hechos de violencia y vandalismo producidos en el transcurso del estallido social. Lo tildó de “blando”, pese a que la represión de las manifestaciones la policía de Carabineros dejó un saldo impresionante de más de 300 personas con ceguera total o parcial además de otros atropellos a los derechos humanos.
El hijo de un oficial del ejército alemán y militante del partido nazi durante la segunda Guerra Mundial, fue durante cuatro períodos (2002-2014) diputado por la UDI, partido con el cual rompió en 2016 para postularse como candidato independiente en las presidenciales de 2017, donde obtuvo el cuarto lugar entre ocho candidatos con casi 8 % de los votos.
Declarado amigo del mandatario brasileño Jair Bolsonaro, interlocutor de VOX de España y admirador confeso de Donald Trump, Kast fundó el movimiento Acción Republicana que en 2019 se transformó en el Partido Republicano, con el cual postula hoy a la presidencia, luego de obtener la primera mayoría en la primera vuelta del 21 de noviembre con 27,91 %, seguido por Boric (25,82 %).
El fin de la Concertación
La centroizquierda y la centroderecha, que habían disputado siempre el poder desde 1990, quedaron así fuera del ballotage del domingo 19 de diciembre, en un fenómeno que los analistas atribuyen al desencanto con los partidos tradicionales en Chile, país donde la participación electoral superó 50 % del padrón solamente en el plebiscito de octubre de 2020.
La Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido por la Democracia y el Partido Radical, pilares de la antigua Concertación, junto al Partido Progresista (PRO), llaman a votar por Boric, mientras la UDI, RN y Evolución Política (Evópoli) respaldan a Kast. Los protagonistas de ayer aparecen hoy como los segundones en este inédito escenario presidencial.
En la primera vuelta irrumpió como convidado de piedra el economista Franco Parisi, candidato de su Partido de la Gente (PDG) que llegó en tercer lugar con 12,81 % de los votos. Populista, radicado en Estados Unidos y con una causa judicial pendiente por pensiones alimenticias impagas a su exesposa, Parisi no se ha pronunciado ante la segunda vuelta.
Pero más allá de la incógnita de los votantes del PDG, el suspenso ante el ballotage se nutre de dos factores: el nivel de participación del electorado, que en la primera vuelta fue de solo 46 %, y también la propia conducta de los votantes en las últimas elecciones que para un observador externo parece bastante esquizofrénica.
En efecto, luego del abrumador triunfo del Apruebo en el plebiscito de octubre de 2020, la balanza siguió inclinada hacia la izquierda y los movimientos sociales en los comicios del 15 y 16 de mayo, donde se eligieron los 155 delegados para la Convención Constitucional. Allí, la derecha fracasó en su afán de controlar al menos un tercio para ejercer derecho a veto en las decisiones.
En esas mismas fechas se renovaron los alcaldes y concejos de los 345 municipios y se eligieron por primera vez gobernadores de las 16 regiones, también con un respaldo amplio a la izquierda y a la centroizquierda, en particular al Partido Socialista.
Sin embargo, en las elecciones parlamentarias simultáneas a la primera vuelta presidencial en noviembre, la derecha tradicional recuperó posiciones y sumó diputados y senadores del Partido Republicano. En la izquierda el PC duplicó su número de diputados a 12 y eligió por primera vez desde el fin de la dictadura dos senadores, pero el FA no aumentó su fuerza parlamentaria.
Empate en el Legislativo
Así, el presidente que asuma el 11 de marzo de 2022, sea Boric o Kast, tendrá que entenderse con un Poder Legislativo de fuerzas empatadas, en términos de cambio o continuidad, entre los 43 senadores y los 155 diputados, lo cual le otorgará un papel definitorio a dos independientes en el Senado y a los impredecibles seis representantes del PDG en la Cámara de Diputados.
Determinante para el próximo presidente será el trabajo de la Convención Constitucional, cuya propuesta de nueva carta fundamental sería sometida a plebiscito ratificatorio en junio de 2022. Sin duda, Boric representa la sintonía con la meta de dotar a Chile de un nuevo estatuto constitucional que rompa definitivamente con la herencia del pinochetismo.
En este horizonte de complejos desafíos, la campaña para la segunda vuelta presidencial ha generado una suerte de renacer del centrismo, con ambos candidatos en busca del voto de los sectores más moderados, en el caso de Boric para responder al apoyo que le brindan los partidos de la centroizquierda y expresidentes como Michelle Bachelet y Ricardo Lagos.
Para Kast, la inclinación a la llamada centroderecha le ha llevado a modificar su programa original ultramontano, de un fuerte contenido sexista, negacionista del cambio climático, con indisimuladas loas al régimen de Pinochet y a su dictadura y propuestas xenófobas y represivas que le valieron desde sus adversarios calificativos de neonazi y “facho”.
¿Cuál será más creíble para el volátil electorado chileno: Boric o Kast? ¿Votarán los jóvenes, activos en la protesta callejera y descreídos de los partidos y las elecciones? ¿Gravitarán más las ofertas de cambio social o las promesas de orden y progreso económico?
Preguntas que tendrán respuesta la noche del domingo 19, cuando se terminen de escrutar los votos, para abrir así una nueva fase en la vida de los 19 millones de chilenas y chilenos, que tal vez como en ningún otro país latinoamericano han vivido una pandemia acompañada de estallidos sociales y numerosas convocatorias electorales.
ED: EG