SANTIAGO – Más de 90 % de los 17,5 millones de chilenos tienen ya acceso a electricidad, pero muchos viven en pobreza energética pues no acceden a agua caliente, tienen conexiones inseguras, casas sin aislamiento térmico y con contaminación intradomiciliaria y no logran pagar la factura mensual.
Esta descripción la hizo Nicola Borregaard, doctora de economía de recursos naturales y gerente de EBP Chile, una consultora en sostenibilidad en el campo de energía, recursos hídricos y cambio climático. Asume proyectos desde lo estratégico hasta iniciativas concretas que reflejen lo que sucede en los territorios.
La gerente de EBP impulsa un programa de inclusión energética (PIE) latinoamericano, que apunta a enfrentar la pobreza energética expresada en bajo confort térmico, alto costo de la energía, riesgo de incendio y electrocución, enfermedades respiratorias y falta de acceso a energías limpias.
Borregaard explicó en una entrevista con IPS que aplican ingeniería financiera para enfrentar las necesidades y requerimientos con alianzas y articulaciones mediante redes y mecanismos con diferentes actores, a fin de hacer viables los proyectos.
En Chile “estamos muy cerca de llegar a un 100 % de acceso a electricidad. Esto no siempre quiere decir que la gente tenga ese acceso las 24 horas del día y los siete días de la semana. Muchos tienen acceso un par de horas, con intermitencias e interrupciones”, puntualizó.
Para Borregaard la pobreza energética es un tema multifacético y no solo se supera con tener acceso a electricidad.
“Más de 10 % de la población no tiene acceso a agua caliente sanitaria. Y no hay seguridad energética….en muchas viviendas la seguridad eléctrica es muy deficiente con riesgos de electrocución e incendios por malas instalaciones”, describió.
Añadió que “66 % de las viviendas no tienen aislamiento térmico adecuado. Sufrimos calor y frío y gastamos en calefacción y aire acondicionado. Los más vulnerables no tienen casas adecuadas y sufren el calor. Y sin parques en la mayor parte de sus comunas (municipios)”.
“La otra pobreza energética es no poder pagar la cuenta que implica un porcentaje gigantesco que llega a 20% del ingreso solamente por cobro de electricidad y gas”, agregó.
El cuadro se completa “con la contaminación intradomiciliaria pues muchos se calefaccionan con carbón, leña o parafina (kerosene) en espacios muy reducidos y esto contribuye a enfermedades respiratorias”.
Termotanques solares
La profesora de educación básica Marta Pérez, de 50 años, vive con sus padres en la popular barriada Nueva Victoria, en la comuna de Renca, en la periferia norte de Santiago, de la que le distancian unos 22 kilómetros.
Renca actúa como ciudad dormitorio de Santiago y acoge también un parque industrial, y 20 % de sus 133 000 habitantes viven en condición de pobreza y con un alto porcentaje de hacinamiento en sus viviendas.
“Tuve problemas de salud. Tenemos un termo eléctrico, pero por las excesivas cuentas lo desconectábamos. Cuando me iba a bañar mi cuerpo estaba calientito, pero por usar agua helada me enfermé de neumonía. Estuve bien complicada. Eso hasta el año pasado cuando instalaron en mi casa un termo panel solar. Desde diciembre me baño con agua caliente”, contó a IPS en su casa.
Antes en su hogar pagaban mensualmente el equivalente a 125 dólares de factura eléctrica, mientras que ahora lo redujeron a 75 dólares. En Renca el proyecto instaló 40 sistemas solares consistentes en un panel solar y un tanque para acumular 80 litros de agua caliente sanitaria.
Cada familia beneficiaria pagó el equivalente a unos 250 dólares por la instalación y recibió como donación el termopanel, con un costo aproximado de 1125 dólares.
En total, 70 hogares integrados por 292 personas recibieron cinco tipos de mejoras energéticas que apuntan a hogares eficientes en el uso de la energía. Además de los termopaneles otras familias recibieron sistemas de refrigeración y aislación térmica de viviendas.
“Ojalá que todo Chile pudiera acceder a un termopanel solar. Que se masifiquen para duchas y necesidades básicas. Es la energía del futuro y aprovecha lo que más tenemos que es sol”, comentó Pérez.
“Y que pronto implementen paneles en los techos porque se ahorra en la cuenta y se ocupa la energía del sol en el alumbrado. Hay que usar energías como la eólica, geotérmica y del sol. Eso sería un presente con visión en el futuro de la humanidad”, reflexionó la educadora de párvulos.
Cooperativa al rescate
En Rungue, un pueblo a 54 kilómetros al norte de Santiago, EBP Chile impulsó la formación de una cooperativa para hogares de bajos recursos, destinada a instalar una Planta solar comunitaria.
La planta de paneles fotovoltaicos tendrá 50 kW de potencia nominal, generará 102 000 kWh al año otorgando energía a 40 hogares.
“Empezamos hace dos años impulsados por un pionero para ir en pos de la economía y de aliviar el bolsillo de las familias más vulnerables”, contó Leandro Astudillo, de 41 años y gerente de la Cooperativa de Energía Renovable de Rungue.
En un encuentro con IPS en Rungue, detalló que “a partir de quienes conocen las necesidades de la gente la Cooperativa organizó a vecinos nacidos y criados en esta comunidad. Están representadas la Junta de Vecinos, el Centro de Padres del colegio, el Centro Habitacional, el club deportivo y el Agua Potable Rural, todos sensibilizados con el proyecto”.
“Ya están inscritas 40 familias que van a ser beneficiadas. Se privilegió a adultos mayores que tienen pensiones muy bajas y a quienes les cuesta pagar la cuenta. También a mujeres y madres solteras con familias numerosas”, detalló.
Cada beneficiario debería pagar unos 312 dólares, pero la Cooperativa realiza gestiones para anular ese pago y dejar en cero el aporte mensual de cada uno.
El pueblo, seco y árido, vive aún las consecuencias de una planta refinadora de metales llamada Refimet, que ya no funciona pero que contaminó con arsénico las aguas de un tranque (depósito) construido en los años 50 para regadío de la agricultura local.
En Rungue viven 1200 personas que principalmente trabajan en empresas cercanas y en varias ferias instaladas en el área, mientras que ahora casi no hay producción agrícola.
Inclusión energética y fuentes limpias
Para enfrentar la inseguridad energética de Renca, Rungue y de otras numerosas localidades chilenas, Borregaard propone un programa de inclusión energética que apunta a energías asequibles, sostenibles, seguras, equitativas y limpias.
“Inclusión energética implica identificar, articular, implementar proyectos concretos, fomentar y promover. La idea es un escalamiento de estos”, explicó.
Ese programa de EBN, destacó, “se lleva a cabo en alianza con varias instituciones, incluyendo entre otras la Embajada de Suiza, la Red de Pobreza Energética, la fundación EGEA (Emprendimientos y Generación de Energías Alternativas) , y numerosas empresas del sector energético entre las que se cuenta ENEL (un holding energético) y AME (enfocada en energía solar y gas)”.
Borregaard detalló que “los proyectos de inclusión energética buscan democratizar la inversión en energía renovable, acelerar la transición energética, reducir el consumo de energía y el costo monetario, fomentar la inversión en proyectos con impacto ambiental y aportar al desarrollo sustentable”.
En Chile, las llamadas energías renovables no convencionales (ERNC) representan 24,5 % de la matriz energética. En septiembre 2021 aportaron 31,8 % de la generación eléctrica. En total fueron 2071 GWh de generación de los cuales 952 provinieron de fuentes fotovoltaicas y 767 eólicas.
La capacidad instalada de ERNC alcanzó a 10 842 MW en septiembre.
La generación distribuida o descentralizada, que permite la autogeneración de energía en base a ERNC y cogeneración eficiente, llegó en agosto a 95,3 MW en 8759 instalaciones a lo largo de Chile de las cuales 2354 están en Santiago.
Borregaard propone elevar el impuesto de reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2) desde cinco a 30 dólares por cada tonelada del gas contaminante emitido para generar proyectos de compensación o financiar iniciativas pilotos como las de Renca, Rungue u otras similares.
Otras iniciativas en marcha
Un ejemplo de esos proyectos es un Centro de refrigeración modular comunitario en la isla Juan Fernández, a 800 kilómetros al frente de las costas de la ciudad de Valparaíso, en el centro de Chile.
Consiste en un Sistema de Refrigeración usando la energía solar fotovoltaica para conservar productos marinos y fortalecer la pesca artesanal con criterio sustentable. Se impulsa con el Sindicato de trabajadores independientes de pescadores artesanales y apunta a la conservación de langostas, pescados, pulpo, cangrejo.
Las instalaciones tienen 3015 Watts de potencia instalada y la cámara de refrigeración es de 10 metros cúbicos con un equipo de 1,5 HP.
En localidades cercanas a Mamiña, en la desértica y norteña región de Tarapacá, en el extremo norte del país, el proyecto es de infraestructura adaptativa para fomentar la resiliencia comunitaria. Se busca optimizar la gestion de recursos y sus ejes son agua, energía y residuos.
En las comunidades indígenas de Quipisca y Macaya, cerca de la mina Cerro Colorado, en la misma región, el plan es instalar sistemas paneles fotovoltaicos para intercambiar excedentes de energía.
Con monitores de gestión y sistemas de baterías flexibles se apunta a reducir el costo de la energía, dar acceso a energías limpias de forma eficiente y generar nuevos emprendimientos.
En todas las localidades donde se promueven estos proyectos, el objetivo es el mismo: dar mayor autonomía y reducir su pobreza energética, mediante el empoderamiento comunitario y la mayor capacidad de gestión de recursos, en este alargado país sudamericano, que se aprieta entre la cordillera andina y el océano Pacífico.
ED: EG